Tito Livio nos recuerda que es mejor y más segura una paz cierta que una victoria esperada; una locución latina viene a mi mente: Nihil violentum durabile (lo violento no perdura). Tras tres años de una guerra atroz, los contendientes están abocados a abrazar la realpolitik: una política basada en criterios pragmáticos al margen de las ideologías. Resulta muy fácil ser presa de ardor guerrero cuando uno está arrellanado ante el televisor. ¿Aplaudiríamos si nuestros hijos fueran a luchar en esa guerra? ¿Estamos dispuestos a que a su regreso lo hicieran en el interior de una bolsa o en una silla de ruedas? Las élites de Bruselas, presidentes de gobierno, dirigentes políticos, etc., nos narcotizan sabiendo que en su fuero interno piensan lo contrario. Miles de millones de euros provenientes de los contribuyentes se dilapidan para mantener y avivar una guerra que todos sabemos desde el principio cuál será su final. Hemos pasado de cantar Imagine, de John Lenon, a arengar al pueblo a acudir prietas las filas. Propongo humildemente que quienes tengan dudas lean o vean Johnny cogió su fusil y luego piensen en sus hijos. La guerra sí, como videojuego.
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