Hablar del chocolate es hablar del bienestar bíblico para los creyentes del viejo y nuevo testamento: una droga feliz en tiempos de penuria, de huida y de refugio en el ser supremo que te inventas dentro, después de su ingesta. Un milagro, de los buenos, sin plagas ni desierto. Te ayuda a mirar hacia adelante con ganas, con ilusión de encontrar cosas nuevas que te insuflen ganas de vivir con pasión por algo, olvidando penas antiguas que te paralizan. Un buen milagro para empezar un camino nuevo. Además de dulce te da fuerza, que todo hace falta para vivir contento. Si hubiera que elegir cómo vivir, elegiría, después de dejar la teta de la madre, el chocolate con churros y la miel, una buena siesta, cuajada y algo de cariño. ¿A que no es mal plan para no ser hijo de rey sino más bien hijo de gente que se gana la vida trabajando?. Soñar es gratis y hay que aprovechar.
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