Quien les escribe es hijo (único) de Ángel S. M., que ocupa plaza en el centro de día de Truiondo en Zamudio. Valorado ya con un grado 3, este pasado agosto procedí a dejar a mi padre en la residencia temporal del centro durante diez días (nueve noches), del 2 al 11 de agosto, como comprenderán, para que su cuidador único, yo, pueda respirar, término que ustedes mismos acuñan. Por falta de sitio, el centro me ofreció la posibilidad de que fuera a La Saleta, en Larrauri, Mungia, donde se alojó durante esos días gracias a un importante esfuerzo económico de 1.030 euros. Cuál es mi sorpresa que aunque haya estado allí de forma privada, sin hacer uso del centro de día rutinario de lunes a viernes, compruebo que ustedes lo cobran íntegramente igual que si hubiera hecho uso de ese servicio de transporte y acogimiento. Los más de 300 euros de rigor. Al no ir los dos fines de semana correspondientes a esos días a Zamudio, que yo abono de forma privada, el centro no me cobra esos días. Pero ustedes, como institución pública, lo hacen de lunes a viernes pese a no usar el servicio esa semana, en base a una orden foral de hace años que remite a guardar la plaza. Es decir, he pagado dos veces por el mismo servicio diurno. Supongo que llegan a entender, aunque me cuesta creerlo, el esfuerzo económico que hacen las familias (en este caso yo soy su única familia) para pagar esos días de respiro de quien les escribe, una sangría unida a un drama personal y vital, mayor o menor según el caso. Se me hace difícil comprender que encima sangren más la economía familiar en situaciones así cobrando por un recurso no usado durante esos días. Aprovecho para felicitar a las y los trabajadores de los centros residenciales por el cuidado y cariño que dan a nuestros aitas. Ojalá desde la institución pública a la que todos contribuimos se tuviera el mismo mimo en aspectos tan sangrantes como el que les he relatado.