Otro recién estrenado año 2023 calienta los motores de reflexión social y va a incentivar sin duda el pulso político de los siguientes meses, ya en pleno ambiente preelectoral. La agenda política y probablemente la campaña electoral retranqueará en parte el protagonismo tanto de la dimensión identitaria como el de la territorial o la cuestión de soberanía, y concentrará su protagonismo en los modelos de sociedad que cada formación política propone, en cómo gobernar en tiempos tan complejos así como en el ámbito socioeconómico, energético y medioambiental, junto a la vertiente clave de los cuidados, junto al de los derechos sociales y la dimensión de la persona (con cuestiones vinculadas, entre otras, a feminismo y género).

Junto a ello, y con seguridad, emergerá el debate centrado en la disputa por la hegemonía en la representación vasca en Madrid, cuestión que se ha de jugar más sobre la base de criterios de efectividad que de marketing político.

El convulso y complejo contexto social que vivimos deberá conducir a un debate sobre modelos y propuestas sociales y políticas; a la contra, mostrando lo negativo del adversario y sembrando el discurso del miedo y del frentismo ningún partido político logrará ensanchar su base social-electoral. En efecto, las circunstancias actuales del mundo permiten apreciar la complejidad que caracteriza a nuestra sociedad: asistimos a unos cambios políticos, sociales, económicos y culturales sin precedentes. Y todo ello representa un reto inédito en el momento de elaboración de las propuestas-ofertas electorales.

A su vez, es más que previsible que ninguna formación política quiera adelantar sus estrategias pactistas; es más, decantarse de antemano podría tener incluso un coste electoral, mientras que mantener abiertas las diferentes alternativas postelectorales podría en teoría servir particularmente al PSE para obtener mayor rédito negociador en futuros gobiernos de coalición necesarios para vertebrar mayorías que garanticen la gobernabilidad de los tres Territorios Históricos y del propio Gobierno vasco.

Lo que sí cabe afirmar es que las derivadas de la política de pactos tras las elecciones forales y municipales irán mucho más allá que esta doble dimensión institucional. Hay vasos comunicantes entre lo que ocurra tras las elecciones del 2023 y la legislatura autonómica, sin duda.

En teoría, la prospección electoral parece más clara en Bizkaia, y la cuestión queda más abierta tanto en Araba como sobre todo en Gipuzkoa; es claro que en este Territorio Histórico EH Bildu ha mostrado y tiene fuerza electoral en el nivel municipal-local. Ha logrado vertebrar en torno a su proyecto un apoyo importante que muy probablemente mantenga. Pero para gobernar en el nivel institucional foral necesitará en todo caso sumar más votos y/o escaños en Juntas Generales que el PNV, y lograr además el apoyo de PSE y Podemos. Y nadie va a desvelar de antemano sus claves de pactos futuros.

Esta primera cita electoral (parte de un ciclo que seguirá con las estatales y culminará con las autonómicas) se prevé especialmente reñida e intensa en Gipuzkoa, donde el papel del PSE será clave. Para EH Bildu, en su renovada estrategia de pragmatismo y de promover la gobernabilidad en el marco político estatal, estas elecciones representan un punto de inflexión: para la izquierda abertzale Gipuzkoa representa una especie de vanguardia institucional.

Y, si lograra hacerse con el poder institucional foral, no incurrirá en errores del pasado y obtendrá una legitimidad adicional ad intra (en su militancia y votantes) y ad extra (Madrid) para poder mantener su estrategia de futuro anclada en estas nuevas bases de actuación política.

En todo caso, la política (sea vasca o de otro territorio), demanda hoy más que nunca templanza, ausencia de estridencia, sentido de la responsabilidad y profesionalidad; reclama la búsqueda de puntos de encuentro y no de disputa, para aportar a la sociedad dosis de confianza y no de zozobra ni de enfrentamiento, para trabajar por la cohesión social y no por la ruptura, para cooperar y construir puentes, no diques.