ESTA semana UNICEF ha presentado un informe que analiza el impacto de los conflictos armados en los niños durante los últimos 25 años. Esa mirada atrás era necesaria, dado que fue hace 25 años cuando la presidenta de la Comisión de las Naciones Unidas sobre el Impacto de los Conflictos Armados en la Infancia, Graça Machel, presentó ante la Asamblea General su primer informe.

25 años de infancia y conflicto armado

Tal como dice el informe presentado ahora “en los últimos 25 años, la comunidad internacional ha avanzado considerablemente en la labor de interpretar la forma en que la guerra afecta a los niños y niñas, descifrar cuán perturbadoras, dramáticas y duraderas son sus consecuencias, y delinear las medidas preventivas y paliativas que es posible adoptar para protegerlos”. Pero los datos siguen siendo atroces. Si tomamos los datos desde 2005 contabilizamos más de 104.100 niños asesinados o mutilados en situaciones de conflicto armado, más de 93.000 reclutados y utilizados por las partes en conflicto, más de 25.700 niños secuestrados, más de 14.200 (en este caso sobre todo niñas) violados, casados a la fuerza o explotados sexualmente por las partes en conflicto. Adicionalmente podemos contar más de 13.900 incidentes de ataques contra escuelas y hospitales que afectan gravemente a su derecho a la educación y a su derecho a la salud.

No sorprende, pero debe decirse, que los niños más afectados proceden de los entornos más pobres. Hay vulneraciones que afectan de modo especial a los niños varones, así el 85% de los que sufren reclutamiento infantil o el 70% de los asesinados o mutilados. Hay otras agresiones que afectan más a las niñas, así el 98% de las que sufren violaciones u otras formas de agresión sexual. Los conflictos con mayor número de incidentes son los de Afganistán, Palestina, Siria, Yemen y Somalia, pero lugares como Colombia tampoco se libran. Si el informe hubiera incluido este año 2022 Ucrania debería formar parte, como resulta evidente, de esta ignominiosa lista.

No puede extrañar por tanto que la directora de UNICEF califique la situación como de un fracaso de la comunidad internacional: “Este informe expone con la mayor crudeza posible el fracaso del mundo a la hora de proteger a sus niños y niñas contra las violaciones graves en tiempos de conflicto armado”.

El informe concluye con una serie de recomendaciones que deberían ser aplicadas por la comunidad internacional en su conjunto y por los actores en conflicto de manera muy particular para evitar que este horror siga perpetuándose otros 25 años.

Coincide este informe con la confirmación estos días por parte de la fiscalía ucraniana de que 344 niños han fallecido y otros 640 han resultado heridos como consecuencia de los ataques rusos, muchos de ellos deliberadamente dirigidos contra objetivos civiles y por lo tanto crímenes de guerra. 2.102 centros educativos han sufrido daños. Cientos de miles de niños han sido desplazados y viven fuera del país, entre ellos los deportados a Rusia por la propia potencia agresora.

Ante estos datos a nosotros como ciudadanos no nos queda sino seguir condenando social y políticamente a quienes hacen de la guerra y de la agresión una forma de política y a quienes hacen de la vulneración de los derechos humanos de los niños una herramienta de sus objetivos militares y políticos: la mirada acusatoria a la Rusia de Putin se hace aquí inevitable. También podemos seguir apoyando a UNICEF, presidida admirablemente entre nosotros por Isidro Elezgarai, cinturón negro de la solidaridad como forma eficiente de pasión y de cariño. Cada uno como pueda. l