Los sarpullidos de Eneko
Yo tenía un camisero que me encantaba. De esos que te caen bien y te gusta la imagen que das cuando lo llevas puesto. Así que, cuando me salió un sarpullido en el cuello, me cabreé mucho con los fabricantes de jabones, con la contaminación y con el estrés que me genera el trabajo. Pero el problema resultó ser la calidad del poliéster del polo. Así que, Eneko Andueza debería revisar la etiqueta del outfit que ha elegido. Se pone uno el traje de delegado de causas ajenas y, por bien que te siente, no puedes siempre buscar culpables a sus inconvenientes.
La tormenta en un vaso de agua por la reflexión del lehendakari sobre la migración ha desaparecido en cuanto han dejado de soplar en ese vaso con una pajita que hace globos, pero no hierve. Cabe irritarse por lo que otro dice, pero es absurdo hacerlo por lo que no ha dicho. La justificación que el secretario general del PSE acabó exhibiendo para explicar su tono extemporáneo fue clarificadora: no le han gustado los desencuentros sobre universidades, alta velocidad y ahora inmigración. Desencuentros, dicho sea de paso, con el Gobierno español del que, hasta la fecha, no es delegado en Euskadi y que están amortizados desde el respeto competencial al Gobierno Vasco –al que pertenece su partido–, cuando el español cumpla su función técnica en el desarrollo de la infraestructura y si, como agradeció la ministra Saiz esta semana, nadie pone palos desde fuera a la sobresaliente colaboración y actitud del PNV en materia migratoria. A Andueza ya le pasó lo mismo con la Ley española de Vivienda; en otra legislatura y con otro lehendakari. Seamos consecuentes: yo no cambié el jersey, pero me dejé una pasta en talquistina. Lo que no hice fue pedir a nadie que me rascara.