Sobre las verdades del barquero hay dos versiones. Una erudita, que lo identifica como Caronte, el encargado de cruzar las almas al Hades. Otra, entre lo popular y lo literario, que se refiere al cuento del estudiante y el barquero del Tajo, al que el primero cerró la boca con tres verdades incontestables que le permitieron que le cruzara el río gratis. Ayer, en la ribera del Llobregat sonaron verdades de igual utilidad para los barqueros locales y foráneos.

Habló el lehendakari ohia Iñigo Urkullu en el Cercle d’Economía en Barcelona y terminó su alocución con una reflexión sobre el debate de la financiación autonómica en la que lanzó, para el que los sepa coger, varios guantes con los que manejar con finura la perla de la administración pública, tan acostumbrada a verse vapuleada por otros guantes: los de boxeo .

Primera verdad de Urkullu: una financiación adecuada y suficiente no garantiza la prosperidad, pero sin ella es imposible. Vamos, que si disponer de recursos requiere administrarlos correctamente, carecer de ellos aleja del umbral del desarrollo. Ahí va otra: el ‘sospechoso’ sistema foral de Cupo y Concierto es un ejercicio cívico de responsabilidad. Quienes le reprochan insolidaridad no asumen en su ámbito de gestión ni generar las condiciones debidas para crear riqueza, ni el coste de recaudarla, ni el de administrarla dentro de los límites de sus propias capacidades y no del dopaje fiscal que se pide del resto. La solidaridad, como la caridad, empieza por uno mismo. Y la tercera verdad: gestionar los recursos propios implica autodisciplinarse, coordinando la sostenibilidad propia con la del resto y, sobre todo, asumiendo que nuestro déficit y deuda no es cosa de otros. El que lo sepa entender, que cruce el río. Gratis no es.