Desde que Napoleón avisó de que China haría temblar el mundo y mejor dejarla dormir, llevamos dos siglos intentando cabalgar el dragón a nuestro gusto. Ahora que mejora la tecnología que le transferimos a cambio de mano de obra barata y gestiona la deuda de medio mundo, nos da por temblar. Temblamos desde el extremo oriente por eso, desde el próximo por el fanatismo religioso, desde el sur por la presión migratoria, desde el norte porque se derrite el polo y desde el oeste porque hay un primate con una ametralladora. No sabe uno de qué lado temblar más.
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