Es el mismo lugar donde ocurrió el asesinato el que suele albergar, tanto en Nafarroa como en la CAV, la placa que nos recuerda el luctuoso suceso en los casos de los muertos por causa de la violencia política de las últimas décadas. Si se hace cuando la mano ejecutora fue ETA, ¿por qué se debe de actuar diferente cuando el responsable fue el Estado? El PP, asociaciones como la AVT o Dignidad y Justicia, y sindicatos policiales como Jusapol han salido en tromba contra la placa que, desde este último fin de semana, recuerda en Donostia al conductor de autobús orbaizetarra Mikel Zabalza, muerto según todos los indicios a consecuencia de las torturas infringidas por la Guardia Civil tras su detención en la capital guipuzcoana por sospechas de pertenecer a ETA, algo que, según se comprobó posteriormente, era radicalmente falso. Nadie fue nunca encausado judicialmente por ello, e incluso los supuestos autores fueron posteriormente ascendidos y condecorados, despreciando todas las informaciones que desmentían la versión oficial. Hoy, 39 años después, lo lacerante del caso Zabalza sigue sin conmover a toda esa gente que estos últimos días se ha sentido insultada por el recordatorio oficial que el Ayuntamiento de Donostia ha hecho del joven aezcoano. A pesar de todas las evidencias, para ellos no hubo más que un bando, y la violencia policial no produjo víctimas, solo algún caso aislado en el que ni tan siquiera incluyen a Zabalza. Alguno ha vuelto incluso a insistir, mediante mentiras fácilmente refutables, en el carácter “terrorista” del ahora homenajeado. Parece, con todo, que lo que peor que les ha sentado es el lugar donde se ha colocado la placa, a pocos metros del cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo, donde Mikel Zabalza presumiblemente falleció a consecuencia de las torturas de sus captores. “Se está señalando a la Guardia Civil como asesina”, dicen. Sí, claro.