ÚN andan los analistas y juntaletras (como el que suscribe) preguntándose más allá de lo obvio qué -o "qué coño", como diría Pablo Casado- pretende el PP con su incoherente y provocador apoyo en el Senado a la enmienda en los Presupuestos en favor de las lenguas minorizadas del Estado español. No le busquen grandes lecturas políticas. El exabrupto es ya la única hoja de ruta de los populares. En Euskadi sabemos mucho de eso. Carlos Iturgaiz, tanto en su etapa pasada como en la presente, es un buen ejemplo de ello.

Casado cree que tiene los vientos de las urnas a favor y los tornados internos en contra -el huracán Ayuso amenaza con borrarle del mapa-, así que tiene mucha prisa. La jugarreta de las elecciones anticipadas en Castilla y León con OPA hostil a Ciudadanos incluida va en esta línea. Su estrategia es desgastar y desgastar al Gobierno como una garlopa, bien situada la lumbrera -ay-, va desbastando la madera. Claro que frecuentemente hay que afilar la hoja, porque se corre el riesgo de que deje de hacer mella.

A lo que íbamos: ¿para qué la enmienda para la difusión de las lenguas "vernáculas" apoyada junto a los pérfidos nacionalistas que quieren eliminar el castellano? Sí, es lo que parece, una maniobra para retrasar la aprobación de los Presupuestos y que Pedro Sánchez ofrezca -también a Europa- una imagen de debilidad e inestabilidad. Patriotismo, lo llaman.

La maniobra va a hacer que los Presupuestos se aprueben igualmente en el Congreso el próximo 28 de diciembre. Y es entonces cuando uno, a estas alturas, se pregunta si realmente la única intención del PP no es simplemente que quede para la historia, para su pueril relato de tuit ocurrente, que "los últimos Presupuestos de Sánchez" son una inocentada a los españoles y como tal se aprueban el Día de los Inocentes. Cosas más extravagantes, irracionales y fútiles hemos visto en esta era de degeneración de la política.