EDRO Sánchez es de esas personas que solo suman edad cada cuatro años. No en vano nació un 29 de febrero. Desde entonces, ha nacido (políticamente) cada cierto tiempo, y eso marca su manera de entender la política y sus relaciones.

Las experiencias de gobiernos de izquierda, más en Europa por su excepcionalidad, suelen causar atracción y fascinación en las formaciones de otros países cercanas ideológicamente. Le ha pasado a Sánchez desde el mismo inicio de su tormentoso primer liderazgo del PSOE con la coalición de gobierno que aupó a Antònio Costa al Ejecutivo de Portugal. Una "alianza de progreso" entre socialistas, el Bloco de Esquerda, el Partido Comunista y los Verdes que, ingeniosamente, fue denominado como la coalición gerigonça. Además del significado similar de la palabra gerigonça con la castellana jerigonza (galimatías), en portugués tiene también la acepción de "cosa o construcción improvisada o con poca solidez" y "aparato o mecanismo de construcción compleja".

Sánchez, que ya se fue a fotografiar con Costa poco después de ser elegido la primera vez líder del PSOE para dejar clara su apuesta incluso ante los barones, volvió a estar ayer con el primer ministro luso en el momento más delicado para su gobierno. Para el de ambos, podría decirse, aunque Sánchez tiene aún -aunque parezca mentira- salida. Pero él apura hasta el último minuto. Y no descartemos que la tenga el líder portugués al que sus socios acaban de dejar en la estacada al rechazar los Presupuestos y le colocan ante nuevas elecciones. Sánchez le podrá haber susurrado alguno de sus trucos. La realidad es que Antònio Costa ha gozado de cierta estabilidad en estos casi seis años y de ahí la sorpresa de la actual situación. Sánchez, por el contrario, sortea crisis cada semana y siempre sale airoso. ¿Sacará los Presupuestos? Todo es posible en este gobierno que más que gerigonça -que también- es in extremis.