I te acabas de separar, no te vayas con tu hijo a Arantza, a Beintza-Labaien, a Berroeta. Tampoco a Aintzioa, a Aria o Itzaltzu. Ni a Galbarra, a San Martín de Ameskoa o Eraul. Los medios de comunicación tratan como héroes a las personas que resuelven quedarse en sus pueblos o volver a ellos. Incluso a esa agente que, por las razones que sea, decide liarse la manta y echar raíces en algún lugar recóndito al que vuelven a insuflar vida. Poesía, nada más que poesía.

Si tienes un percance matrimonial, cuidado. Porque puede venir la Justicia y quitarte a lo que más quieres. Es lo que le ha ocurrido a una gallega, separada, a la que se le ocurrió volver a su tierra, en la ría de Muros y Noia, provincia de A Coruña. Una jueza de Marbella, en Málaga, ha decidido retirarle la custodia de su hijo argumentando que vive "en la Galicia profunda", por lo que se la cede al padre del pequeño, residente en la citada localidad andaluza. Además, solo permitiría la custodia compartida si la madre se mudase hasta la Costa del Sol. La magistrada argumenta que Marbella es una "ciudad cosmopolita", que ofrece posibilidades para el desarrollo del menor, mientras que el actual lugar de residencia del mismo está "lejos de todo" y carece de "opciones laborales". Toma España vaciada. El esperpento jurídico -uno más- continúa abundando en clichés supremacistas de lo urbano sobre lo rural y prejuicios de tipo territorial, cada vez más manifiestos en la gente con toga. Cómo vas a obligar a un chaval a ser un desgraciado en Porto do Son, cuando puede llegar a ser un próspero camello, un deslumbrante chulo de putas o el exitoso guardaespaldas de algún mafioso en el glamur de Puerto Banús. Las encuestas también lo dicen, la Justicia -la falta de ella- constituye ya uno de los principales problemas del Estado. Hay gente peligrosísima dictando sentencias.