OCOS votos en contra contó en el Parlamento Foral la creación del campus de Tudela, a pesar de que era manifiesto el escaso entusiasmo que la idea provocaba en la Universidad Pública de Navarra. De hecho, el entonces presidente Miguel Sanz pasó por encima de la opinión mayoritaria en la comunidad universitaria, que veía muy pocas ventajas y bastantes inconvenientes a la partición del campus. Si UPN consiguió que casi todos los grupos acabaran apoyando su idea fue por el miedo cerval de todos ellos a ser tachados de antirriberos por la maquinaria propagandística del régimen regionalista. Es difícil decir no al populismo, aunque se presente de forma tan evidentemente clientelar y con agravio comparativo incluido a otras zonas. El PSN solo respira por ahí abajo, y las fuerzas abertzales y vasquistas nunca han dejado de soñar con que, algún día, esa parte de Nafarroa, la de mayor nivel poblacional después de la metrópoli pamplonesa, acabe bebiendo de su mano.

El chantaje de unos y el temor de otros hizo posible este desaguisado, uno más de la época del despilfarro foralista. Hoy, el campus de Tudela languidece, como languidecen el Reyno Arena o el circuito de Los Arcos, marrones que UPN ha dejado a las generaciones futuras y con los que los gobiernos de Nafarroa posteriores al foralismo tienen que lidiar a pesar de que ya no sepan que es peor, seguir manteniendo el agujero o decir basta. Alejandro Toquero, actual alcalde tudelano, gusta de agitar el fantasma del "maltrato" que la Administración Foral posterior a UPN parece dispensar a su ciudad y pide más titulaciones para el campus. Lo hace, además de forma faltona y chantajista, en la mejor tradición de su partido. El zasca que en las páginas de este periódicole ha propinado el exrector de la UPNA, Alfonso Carlosena, se ha oído hasta en la punta del Moncayo.