DEMÁS de diferentes visiones sobre el futuro del autogobierno, gran parte del debate de política general que tuvo lugarel 16 de septiembre en el Parlamento Vasco se lo llevó el odiado covid-19 que, curiosamente, al día siguiente, 17, día internacional de los microorganismos, resultó homenajeado por todo el mundo mundial junto al resto de microbios.

Un holandés apellidado Leeuwenhoek, que se dedicaba a pulir lupas que los comerciantes utilizaban para analizar calidad de tejidos, logró construir con su maña unas lentes que producían más de 250 aumentos, lo que le permitió saciar sus ganas de saber al ponerse a mirar con aquel vidrio pulido todo lo que pillaba a su alrededor.

En 17 de setiembre de 1683 envió una carta a la Royal Society de Londres, foro mundial de la ciencia de aquel entonces, comunicando que existía una vida chiquitita oculta hasta entonces para la ciencia, describiendo bacterias y bacilos con bastante precisión. Incluso es la primera persona que vio glóbulos rojos y espermatozoides.

Mientras Leeuwenhoek observaba e investigaba, aquellos científicos asentados en sus poltronas de parecer saber mucho, no le hicieron ni caso, al tiempo que conjeturaban sobre la vida y la biología, lo que provocó que se tardara dos siglos, hasta la época de Pasteur, para que esos conocimientos desarrollaran una disciplina científica de enorme trascendencia en nuestra vida.

Tengo para mí que en el Parlamento ocurre algo parecido. Urkullu y su Gobierno llevan año y medio empeñados en indagar, sugerir y aplicar soluciones al problema del covid, mientras la práctica totalidad de la oposición, sentada en sus escaños de creer que lo sabe todo, se dedica permanentemente a negarle y a conjeturar inútiles ocurrencias, que vaya usted a saber de dónde las sacan. Lo mismo que tampoco sé de dónde sacó el holandés la muestra para ver espermatozoides.