Nippy sweetie

La líder del Scottish National Party es una mujer pragmática que sabe esperar. Lo ha venido demostrando a lo largo de sus 29 años de carrera política. Con tan solo 21 fue la candidata más joven al Parlamento del Reino Unido. Sus contrarios no tienen empacho en reconocerla como la mejor política del país. Nacida en una familia humilde, conoce lo que es luchar por sus objetivos en un entorno de familias favorecidas por el dinero, cuando no por los títulos o los vínculos familiares.

Tras las últimas elecciones en las que SNP se ha quedado a tan sólo un escaño de la mayoría absoluta y que ha resucitado los miedos de Westminster, ella declara que es el momento de centrarse en erradicar la pandemia y que ya habrá tiempo para hablar con el primer ministro, Boris Johnson. En Westminster saben que Sturgeon no renuncia a los objetivos de su partido, entre ellos la independencia, y esperan con nerviosismo los próximos pasos.

En las elecciones generales de 2015 los independentistas lograron una clara victoria. De las 59 circunscripciones con las que cuenta el país se impusieron en 56. Un año más tarde los escoceses se distanciaron un poco más de Inglaterra y votaron por la permanencia en la Unión Europea con un 62% a favor. Los caminos que décadas antes recorrían en paralelo Escocia e Inglaterra parecen haberse bifurcado definitivamente.

La sinfonía conservadora y neoliberal de Westminster suena dura en los oídos escoceses, más proclives al igualitarismo y a las políticas respetuosas con el medio ambiente. El Partido Verde, con 8 escaños conseguidos en estas últimas elecciones, está también a favor de la independencia de Escocia. SNP y Verdes disponen de una cómoda mayoría para poner en aprietos a los conservadores del Parlamento en Londres.

Pero, a pesar del avance de los nacionalistas escoceses y sus aliados, el país permanece dividido con un equilibrio de fuerzas entre los partidarios y detractores de la independencia. En estas últimas votaciones los ciudadanos emitieron dos votos, uno para la circunscripción, voto nacional, y otro para el Parlamento escocés. Los partidos independentistas obtuvieron el 49% de la circunscripción y el 50,1% de los votos en las listas al Parlamento.

Lo que parece claro es que el Brexit ha provocado la polarización política de la ciudadanía escocesa. Los detractores se van al campo del SNP o de los Verdes, mientras que los defensores de la salida de la Unión Europea votan al Partido Conservador de Johnson. Esto, junto al tacticismo de los votantes opuestos a la independencia, explica el varapalo que sufre el que fuera durante décadas partido mayoritario en Escocia, los laboristas. Con sus 22 escaños, parecen quedarse en tierra de nadie.

Sturgeon no quiere aventuras. Prefiere consolidar una base sólida antes de ir a Londres a negociar. Sabe que con la independencia, Inglaterra, una economía más poderosa que la escocesa, les pondría las cosas difíciles con una frontera dura. La fortaleza de su partido está fuera de toda duda, pero el listón para pasar a la independencia es muy alto. De momento, salir de la pandemia y reivindicar su derecho a otro referéndum son sus prioridades. Y nadie duda de su determinación.

* Periodista