ALE, a mí también me cambió el día. Con la Copa en el bolsillo, el día de ayer habría empezado del tirón, a las 00.00 horas y con festejo -discreto y en familia-. La tele puesta, recreándonos en cada imagen de los leones en La Cartuja y jaleando con ellos cada "lolololo". Por la mañana, habría dado un repaso a las banderas del balcón. Llevan semanas ahí y les quedarían unos días más. Luego, la visita de cada domingo a ama y aita; con mascarillas pero más relajados porque ya están inmunizados. Charla efusiva con el subidón a flor de piel. Y, de ahí, a un alegre pintxo-pote vistiendo los colores del ganador. La realidad fue otra. Pasa poco de las 00.00 y ya estoy en la cama, que hay que dormir las horas y la tele nocturna es un vicio a evitar. Además, se masca la frustración y es mejor darnos distancia entre las fieras. Por la mañana, colada de banderas. Llevan unas semanas ahí y hay que guardarlas lavadas para la próxima. Porque habrá próxima y volverán a lucir. Luego, la visita dominical a ama y aita; las mascarillas atenúan la toxicidad de ánimo generada la noche anterior. De ahí, a casa, que no hay cuerpo de pote. Alguna asociación de hosteleros debería recurrir al juzgado el resultado. Por la tarde, empeora ese dolor de espalda que me acompaña hace unos días. Con un resultado menos punzante sería más soportable. ¿Que no? Pues eso.