NO tienen ni veinte años y ya se van a jubilar. La Comisión Europea ha anunciado que estudia eliminar las monedas de uno y dos céntimos de euro porque es más caro fabricarlas que su valor real. No les falta razón. Ya nadie se agacha a coger unos centimillos de nada. Aunque no tengamos ni un chavo, es calderilla que a veces se acumula en tarros que ni siquiera se llegan a vaciar. Ojalá pudiéramos algunos recopilar esa guita de más de 8.000 millones de piezas en circulación. Los gurús económicos pretenden también introducir una normativa que armonice el redondeo de precios en toda Europa. ¡Horror! Todavía nos acordamos del otro redondeo, cuando las cosas dejaron de valer 100 pesetas para pasar directamente a costar un euro. Y comprobar cómo los 50 euros, que la población llegó a identificar con 10.000 pesetas (aunque en realidad eran 8.319,3), desaparecían a velocidad de vértigo. Los nuevos billetes volaban y no cundían. ¿Consecuencia? Que nos quedábamos sin blanca. Mientras nos vacían el monedero, sepan que se termina el plazo para cambiar las pesetas. Si ya en 2002 se dejaron en el cajón del olvido, el 31 de diciembre de este año será el último día en que las pesetas sirvan para algo práctico. Se calcula que aunque estemos a dos velas, todavía quedan 131.611 millones de pelas, el equivalente a 800 millones de euros. P'a ti la perra gorda. ¿O era la chica?

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