La primera entrega tras conocer el corte de mangas de Argelia fue de calentamiento. Hoy los opinateros diestras tiran con postas dialécticas más gordas. "En España hemos colocado al Botones Sacarino en la cúspide de la gobernación de las cosas comunes y va a conseguir que se hagan ciertas cada una de las leyes de Murphy, aquel que decía que lo que puede salir mal saldrá mal. Sólo que aquí lo que podía salir bien, también sale mal", se mesa los bigotes Carlos Herrera en ABC.

Sin nombrar personajes de cómic, el editorialista del vetusto canta las penas de Murcia por lo que titula "El caos diplomático de Sánchez". El amanuense no derrocha en hipérboles. Según él, nunca nos hemos metido en un jardín igual: "No hay precedente, en la historia de la democracia española, de un episodio diplomático tan perjudicial para España como el protagonizado personalmente por Pedro Sánchez con Marruecos y Argelia. Se trata de un caso imputable al presidente del Gobierno, autor de una iniciativa unilateral e individual -la de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental- que ha desarbolado la política exterior de España en el Magreb, el frente más sensible y peligroso para los intereses españoles".

Como remate, también en el diario de las tres letras, Ignacio Camacho pone negro sobre blanco algo que, si somos sinceros, reconoceremos que es absolutamente cierto: "La maniobra tiene mucho mérito: en vez de un problema tenemos dos por el mismo precio. En el primero, España ha perdido su principal herramienta de contrapeso ante la presión de Mohamed VI, y en el segundo se ha creado un enemigo donde no había ningún frente abierto y en un momento en que el suministro de energía constituye para cualquier nación un delicado objetivo estratégico".

Rubén Arranz (Vózpuli) pone a caldo al inquilino de Moncloa y no puede reprimirse el adorno con una paradoja final: "El autor (o mejor dicho, el firmante) de una tesis sobre la diplomacia económica internacional ha cometido un error tan grande y absurdo que quizás la universidad que le evaluó debería plantearse quitarle el honor de doctor. Qué país. Y qué nefasto líder".

En el mismo digital, Miquel Giménez pide casi literalmente la guillotina para Sánchez: "Parafraseando a mi maestro Jesús Hermida, alguien sabe algo en algún lugar que podría precipitar su caída. Alguien sabe, asimismo, que se ha levantado la veda y puede atacar al hasta ahora intocable. Sería urgente y de una gran higiene democrática que todos esos alguien se pusieran de acuerdo y difundiesen lo que saben. Nos va en ello el porvenir y ya no digamos el presente de este trozo del globo terráqueo que convenimos en llamar España. La cabeza de Sánchez no vale tanto".

Pisando la tierra argumental trillada, el editorialista de El Debate suma su garrotazo: "Sánchez no tiene derecho a jugar caprichosamente con asuntos de Estado tan evidentes como la posición internacional de España. Y mucho menos si lo hace con su proverbial opacidad y con la generalizada inquietud de que ha sido, es o será chantajeado por los receptores de sus irresponsables dádivas. ¿Qué saben del presidente que tanto le asusta? Y si no es eso, ¿por qué actúa como si la única razón fuera esa?".

A Pedro J. Ramírez lo que le preocupa, fíjense qué curioso, es que ahora haya que tirar del codo a mamá Europa para que arregle el desbarajuste de Pedro Calidad: "Pero ¿hasta qué punto es bueno para la respetabilidad de España que desde Europa tengan que salir una vez más a solucionarnos la papeleta? Sánchez no puede seguir parapetándose en la salvaguarda externa que le proporciona la Unión. Porque esperar que los fallos de cálculo en su política exterior los cuadre Bruselas supone instalarse en una posición irresponsable que este Gobierno no puede permitirse".