Toda guerra esconde intrahistorias de un calado humano desbordante. Por ejemplo, la de un gudari que hace saber a las mujeres de su hogar que parte al frente apesadumbrado tras alistarse al batallón Olabarri de la filiación Acción Nacionalista Vasca (ANV).

Se presenta voluntario para hacer frente al gigante del fascismo que llega a Euskadi. Su familia, no obstante, le remite una misiva en la que le relata con cariño que comprende su compromiso con la patria vasca. Literalmente le escribieron lo siguiente: “Sí, mi querido hermano. Nos has abandonado para acudir a la llamada de tu patria. Nos has dejado, pero nosotras te perdonamos y te animamos, porque sabemos cómo amas a Euzkadi”, arranca la carta firmada por Teresa, y va más allá: “Lucha, Alejandro, y sé digno de nosotras”.

Este pasaje forma parte de otra epístola que lleva al trágico final sufrido por el protagonista, muerto en Albertia ante falangistas, tabores moros y tropas de reemplazo adheridas a los sublevados. La empuñó un compañero de aquel gudari llamado Alejandro Aizpurua Agorria, del primer batallón de ANV, asesinado el 2 de diciembre de 1936. “Cuando terminaba de leer un párrafo, Alejandro, el amigo Gafitas, me miraba sonriente, orgulloso de un verdadero patriotismo. Goyan bego, mi querido lagun” (sic). Su amigo, quien firmó esta cariñosa carta de homenaje y despedida, fue un nombre histórico: Francisco Turrillas Bordagarai, teniente del batallón ekintzaile Eusko Indarra, un aún recordado periodista donostiarra, corresponsal de la publicación Tierra Vasca.

Aizpurua Agorria era natural de Markina y murió “asesinado por un faccioso, cuando había sido tomado como prisionero”, precisa Eduardo Renobales en su séptimo libro que ve la luz editado por Sare Antifaxista estos días bajo el título Historias del Batallón Olabarri (Los nombres de la libertad) con más de 800 identidades. De hecho, este licenciado en Historia será tal vez quien más ha investigado sobre ANV y sus batallones.

Su publicación está trufada de curiosos hombres que acabaron siendo militares por el órdago fascista, combatientes espontáneos sin vocación.

El batallón Olabarri estuvo formado por vizcainos mayoritariamente, afiliados y simpatizantes de ANV, siglas que desde el primer momento se alinean con el bando de la Segunda República. Son de Ezkerraldea, Bilbao, desde Basauri a Orduña se organizan y se dirigen a plantar cara a los golpistas que llegan a Donostia y sus alrededores. Para mitad de agosto del 36 ya hay 1.500 afiliados luchando. Se asienta en el Hotel Izarra, de Loiola.

El primer soldado muerto de ANV fue Claudio Olabarri Olabarri, tornero de Arrigorriaga de 35 años, a principios de agosto en Zarate Aitz. Su apellido –curiosamente repetido– sirvió para dar nombre a la unidad. Renobales pormenoriza a DEIA un detalle. “Claudio fue el primer combatiente de ANV muerto en la guerra, sin embargo, otros dos hombres de estas siglas murieron días antes. Uno era Restituto Terán Mendia, de Bilbao, residente en Donostia y “muy mendizale” que perdió la vida haciendo de guía por el monte. Y el otro, Bernardo Elizondo “Urain o Usain”, médico de Deba que tuvo consulta en Bilbao. “A Elizondo le pegaron un tiro en la cabeza. Había ido al frente a curar a los gudaris”, apostilla el autor.

El batallón Olabarri hizo gala de tener una banda de música propia. “Esta tiene 70 miembros y el director era Heliodoro Ajuria Burgoa, de Otxandio, aunque afiliado a la Eusko Etxea de Deusto. “Todos tienen grado militar, desde Ajuria al último trompetista, y actúan en actos oficiales del Gobierno de Aguirre o de ANV o en el partido de fútbol de febrero proavión para Euzkadi. A finales de mayo de 1937, la banda se disuelve ante el avance ya imparable de los sublevados y dejan los instrumentos por el fusil o los servicios auxiliares”.

Otra curiosidad que llama la atención a Renobales es la cantidad de futbolistas históricos que se alistaron a esta unidad. “ANV no era un partido de masas y sorprende la cantidad de afiliados que tuvo, que llegaron a ser jugadores internacionales. Entre otros, estuvieron Txato Iraragorri, Langara, Bata, Oieneder, Euskalduna o Kareaga, extremo derecho internacional que murió en la batalla de Albertia. Tenían gente cualificada en todos los campos”.

Un civil al mando

El historiador apunta una referencia más trágica referente al comandante accidental del Olabarri, Pantaleón Egurrola Atxa. El oficial Gabriel Goitia López de Uralde, de Arrasate, había sido herido por segunda vez, y se encontraba de baja. Egurrola, de 29 años, de Ondarroa, general de puertos y caminos de la Diputación Foral de Bizkaia. “Al parecer fue un civil que se tomó la guerra en serio y demostró alta capacidad para dirigir a los hombres de su batallón, fuera de lo normal”, agrega Renobales.

La muerte rondó a Pantaleón en, al menos, dos ocasiones claras. La primera aconteció el 5 de mayo de 1937 en el momento álgido de la batalla de Sollube cuando los italianos fascistas y los requetés se aproximaban a la cumbre tomada por el Olabarri. El comandante avanzaba cuando llegó un enlace informativo que le trae órdenes del Estado Mayor del Gobierno Vasco. “En ese momento cayó un obús al lado de los dos y muere el enlace. Egurrola queda indemne, sin ninguna herida”.

El segundo fue mortal para Pantaleón. Ocurrió el 31 de mayo del mismo año en la zona de San Pedro de Orduña. El mando avanzaba a primera hora de la mañana, saltando posiciones de los golpistas en la zona alta del puerto de La Barrerilla. En ese momento se encontraba reunido con dos comisarios políticos, uno de la CNT y otro comunista. “Un obús cayó sobre el puesto de mando y murieron los tres. Egurrola, según muestra Tierra Vasca dedicándole mucho espacio, era muy querido por sus hombres y con esa capacidad de estrategia militar siendo civil”, concluye el autor.