Marcamos unos números. Conexión con Chile. Al otro lado del teléfono y de los océanos, Sebastián Etcheverry. El apellido euskaldun afrancesado en su grafía, inconscientemente, remite a Iparralde. “Así es. Nuestra familia emigró desde Iparralde a Chile a finales del siglo XIX, los Etcheverry - Etxeberri como realmente se escribe en euskara. Mis birraitonas eran del barrio de Apairi en Aiherra”, confirma.

Este andino de tuétano vasco es el cantante y guitarrista de un grupo de rock llamado Durango. Sí: Durango. Y son rabiosa actualidad porque han participado en un disco de tributo a los alaveses La Polla Records. Interpretan en el álbum el éxito Salve, de Evaristo Páramos. Sebastián es músico profesional de 44 años con estudios superiores de Música Clásica, Armonía y Composición en el centro artístico Leonardo da Vinci de Las Condes, Santiago de Chile.

El apellido materno de este gestor cultural es Rodríguez y él apoya la idea de que los apellidos acabados en “ez” tienen origen euskaldun. “Rodríguez sé que es un apellido muy antiguo. Entiendo que es de origen vasco también, sé que deriva de la traducción de Rodriguena (vizcaino) y sus vertientes como Rodrigoena. La familia de mi madre es proveniente de Nafarroa, pero tengo pocos antecedentes de esa parte de la familia, ya que mis abuelos maternos fallecieron mucho antes de yo nacer cuando ella aún era una niña”.

Hijo de la diáspora vasca, nació rodeado de montañas que le evocan a Euskadi, patria de sus ancestros que aún no ha pisado. “Es un objetivo a cumplir este 2024 o 2025, bai”, aporta alguien a quien le gusta adornar las frases con palabras en euskara que conoce. Sin haber nacido en Euskal Herria, tiene sentimiento de pertenencia a ella, sin duda más que personas que viven en ella. “Mi padre y abuelo tenían RH negativo”, enfatiza. 

Son una familia que no emigró por la Guerra Civil, sino en busca de progreso en el siglo XIX. Ya su tatarabuelo y tatarabuela partieron a América. Pierre Etcheverry Iriart y Elisa López Iturrieta soltaron amarras desde Burdeos tras obtener pasaporte en Baiona. Llegaron al puerto argentino de Mendoza. Por el paso internacional de los Andes atracaron en Chile donde se radicaron un tiempo en la ciudad llamada Los Andes, para luego volver a emigrar a La Serena, en la región norteña de Coquimbo. 

Aquellas personas dejaban aguas salinas atrás sus orígenes, aquella comuna del valle de Arberoa. “Sigue siendo una zona muy euskaldun, dedicada a la agricultura y el pastoreo. El baserri Idigoiena donde nació nuestra rama familiar está en el barrio de Apairi y era propiedad de mi tras bisabuelo Martín Etcheverry, quien fue labrador en 1700”, ilustra Sebastián y va más allá: “Espero que siga en pie y esté en las manos de algún Etcheverry. Sería muy lindo saber que aún existe la casa de donde nacieron mis ancestros paternos”, estima. 

Su interés por el pasado vasco le ha llevado a dar valor a la familia. “Jamás había sentido este sentimiento de amor hacia la familia, familia lejana, familia de antaño, gente de otros tiempos, costumbres y tradiciones de otro idioma. ¡Nuestro idioma! Ese que sobrevivió por tantos siglos a guerras, persecuciones e invasiones, sentimiento que a ratos me es un poco abstracto pero que toma forma al pensar en todo lo que debieron transitar y vivir ellos para que nosotros estemos acá vivos al día de hoy”, expresa.

Todo ello le provoca, asegura, un sentimiento de gratitud infinito que “honra la memoria de nuestras familias y rescata lo bueno, lo humano, lo que nos es esencial para nuestro futuro y el de nuestros hijos”, dice, e informa de que sus parientes aparecen reseñados en el libro Los vascos de Francia en Chile, de Patricio Legarraga.

Arribada a Chile, su familia fue cambiando sus oficios: fueron curtiembreros, mineros, profesores, marinos o músicos. Sus bisabuelos se dedicaron a trabajar el cuero y se dedicaban a la zapatería en general, como muchos otros vascos en Iparralde. “Acá regentaron una zapatería que se dedicaba a la fabricación de botas y calzados finos hechos a medida. Tuvieron dos locales llamados Boteria Serena, en agradecimiento a la ciudad de La Serena donde se radicaron de manera definitiva”, relata.

EL IRRINTZI DE SU AITA

La siguiente generación fue la del padre del músico. Fue funcionario en la Municipalidad de Las Condes, en la capitalina Santiago de Chile. Cubría tareas de organización del tráfico vial de la comuna y labores de prevención en accidentes viales. Sobre él comparte en este medio un bonito recuerdo. Al pequeño Seba -como lo llaman allí- le sorprendía que cuando su padre hollaba la cima de una montaña gritaba”. “Cuando íbamos de vacaciones a Los Andes, soltaba un grito agudo y sostenido y mi madre decía: Tu padre está loco, está haciendo el grito de los vascos. Con el tiempo me di cuenta de que no sabía yo cómo se llamaba ese grito ni su significado”, explica, y continúa con detalles: “Gracias a un amigo de Iruñea, Iñaki Amezkua, supe el nombre de ese grito y ahí redescubrí el irrintzi y su lindo significado. Cómo sirvió a los vascos en la antigüedad del mundo rural”.

Etcheverry valoriza que sus ancestros eran de fisonomía vasca. “¡Muy! Si no sabes cómo se describe a gure herria acá: somos narigones, cabezones, dicen también que altos y muy alegres, muy alegres y con ese excelente buen humor que nos caracteriza, aunque nada o muy poco de eso sea verdad”, sonríe.

Su familia no conoció ni la Segunda Guerra Mundial ni la Guerra Civil o franquismo. Sí conocieron la dictadura de Pinochet. “Siento pena por esa clase de mentes ignorantes. Se creyeron seres superiores divinos iluminados o no sé qué mierda. Déjame decirte que todos esos terminaron en el mismo lugar de la historia, vistos como escoria. La basura debe quedar en el basurero”, manifiesta, y a continuación es cuestionado sobre la actualidad política de Chile tras aquel denominado “estallido social” vivido entre 2018 y 2020. “Escenario difícil. Hay mucha cortina de humo en la clase política. Jamás sabremos qué nos ocurrió en ese periodo tan latente aún. Va más allá de solo el hartazgo del pueblo de la clase trabajadora en Chile, que son quienes impulsan día a día nuestro país”. A su juicio sortean cada día este conflicto “muy vivo” y “reciente aún”. 

Sebastián sueña con una Euskadi independiente de los estados español y francés. “Espero estar vivo para verlo. Es un derecho negado. Este asunto no puede esperar cien años más para ser resuelto bajo la vía del diálogo y el entendimiento porque ya se perdieron demasiadas vidas”, enfatiza.

Etcheverry lidera un grupo de música punk y rock llamado Durango que celebra su 25 aniversario de trayectoria en la carretera con tres discos publicados. Aunque el origen del nombre viene del film La naranja mecánica de Stanley Kubrick y, por ende, de la canción instrumental del grupo Ramones titulada como el vehículo Durango 95, él también le da un valor por estar el origen del vocablo en Bizkaia. “Por supuesto, ni que lo digas. Yo conocía el pueblo y es un homenaje también a su ciudadanía. Gora Durango!”, grita como su padre años atrás en las cumbres andinas quien formó parte del grupo Marky Ramone como bajista.

En sus redes sociales, Sebastián publica simbología vasca y frases en euskara, idioma que está aprendiendo en el centro vasco. A Etcheverry le apena descubrir que en Hegoalde -a diferencia de Iparralde- cada vez se prescinde más de la simbología ancestral en calles, tiendas, bares, edificios… “Me da un poco de nostalgia saberlo. Nadie sabe lo que tiene realmente hasta que lo pierde. No es tarde aún para que nuestra gente, los jóvenes, se enamoren de la historia de sus ancestros”. 

El vasco-chileno, que estrena un single titulado Indolentes, hace un llamamiento a la juventud vasca. “Lean, sueñen y amen su pueblo, su barrio su casa y sus costumbres. Respeten, investiguen y enamórense de la cultura de sus abuelos. Mantengan viva la lengua, el euskara, que es nuestra mayor riqueza. Se los dice uno que no tuvo la oportunidad de nacer en la tierra madre y que aún le es lejana y esquiva, pero que la amo. Ustedes ahí tienen la virtud, y la ventaja solo está en aprovecharla. No nacimos ni vivimos en Euskal Herria, pero por nuestros ancestros Euskal Herria vive en nosotros”, concluye.