A ofensiva rebelde de primavera en Euskadi comenzó el 31 de marzo de 1937 y muy pronto surgieron desavenencias entre las tropas de tierra bajo la dirección del general Emilio Mola y las unidades aéreas al mando del general Hugo Sperrle. Especialmente tensa fue la relación de Mola con el jefe de estado mayor de la Legión Cóndor, Wolfram von Richthofen.

El 2 de abril, en una reunión en Gasteiz a la que asistieron Franco, Mola y Richthofen, este último expuso "muy crudamente" y "de la forma más enérgica" la "lentitud", las omisiones y los repetidos "fallos" del mando de las tropas de tierra. Richthofen reprochó a Mola la "falta de energía" de las unidades de tierra, que solo avanzaban si se lo permitía la aviación, y concluyó que no era "posible colaborar con un mando tan exánime". Mola se defendió atacando, afirmando que Richthofen no entendía la naturaleza de la guerra que se estaba librando. Según Mola, había que destruir la industria vasca y catalana "porque España estaba dominada de forma enfermiza" por aquellas. Para "sanear España", las fábricas vascas "debían ser aniquiladas". Básicamente, Mola pretendía ruralizar Euskadi mediante la destrucción de toda su industria a fin de arruinar el soporte económico del nacionalismo vasco, una idea genuinamente genocida. Pero Richthofen le dio a entender "muy claramente y sin ambigüedades", que "nunca antes había oído una idiotez tal" y le dijo que él no iba a colaborar en la destrucción de la industria que iba a caer en sus manos en poco tiempo. "Nos separamos naturalmente insatisfechos", rubricó Richthofen en su diario.

Mola ordenó el bombardeo de la fábrica La Cantábrica de Galdakao, una planta de manipulación de nitrocelulosa que ya había sido atacada el 3 de enero anterior. Richthofen accedió de mala gana y el 9 de abril por la mañana los Junkers Ju52, dieciséis Savoia-Marchetti SM.81, dos Savoia-Marchetti SM.79, varios Heinkel He70 y cinco cazas Fiat Cr.32 bombardearon en masa el lugar. Pero las bombas cayeron en Miraballes, Arrigorriaga, Urgoiti, Erletxea, Usansolo y el cruce de Etxabarri, "donde dejaron sepultadas a varias personas entre escombros". El 24 y 30 de abril se repitieron los ataques. Los Heinkel He111 y Dornier Do17 del Grupo VB/88 de bombardeo experimental atacaron la fábrica por la mañana y diecinueve Junkers Ju52 del Grupo K/88 lo hicieron por la tarde. En virtud de la Relación de Víctimas causadas por la aviación facciosa en sus incursiones del mes de abril de 1937, los bombardeos de Galdakao de los días 7, 24 y 30 de abril causaron 22 muertos y 34 heridos.

Bombardeos de terror

Pero son muy contados los bombardeos estratégicos como el de La Cantábrica. El bando rebelde protagonizó 178 bombardeos de terror en la primavera de 1937, lo que supone un 24% de las operaciones efectuadas por dicha aviación entre el 31 de marzo y el 19 de junio de 1937. La mayor parte se efectuaron contra localidades indefensas como Gernika, Dima, Mungia, Larrabetzu, Elorrio y Galdakao.

El 19 de mayo, Galdakao había sufrió ya trece bombardeos y ametrallamientos aéreos pero el ataque de este día fue uno de los más devastadores. En virtud del informe del embajador británico, Henry Chilton, tres Heinkel He111 bombardearon la villa por la tarde. Algunas de las bombas cayeron sobre un refugio del barrio de Tximelarre. Concretamente, el resumen de operaciones del ejército del norte registró "trece muertos y numerosos heridos", la mayoría mujeres y niños.

Según observaron los reporteros de Euzkadi, eran pasadas las cuatro de la tarde cuando observaron la explosión de varias bombas. "Al llegar a Galdakao todo es movimiento. Los camilleros saltan de los coches y de las ambulancias y se disponen a acudir en auxilio de las víctimas. Pronto nuestro coche está a su servicio. Se nos dice que un aparato bimotor después de dar dos vueltas sobre el pueblo ha arrojado algunas bombas, hundiendo un refugio donde había bastantes personas. El hundimiento se ha producido en las dos salidas. Una de ellas se ha cubierto por completo, habiendo caído una bomba encima de la otra boca, causando el hundimiento a pocos metros de ella. Esta es la parte donde más víctimas han causado los criminales aviadores... en un terreno que no existe el menor objetivo militar, las han asesinado". Diez minutos bastaron para comenzar a rescatar a los supervivientes y recuperar los cadáveres. Pero aparecieron otros tres aparatos, y uniéndose a los que habían atacado anteriormente, arrojaron toda su carga en la parte del refugio donde los equipos de salvamento se hallaban trabajando, dando asistencia médica. "Hemos de ponernos fuera del alcance de sus bombas, y no solo de sus bombas, sino de sus ametralladoras, puesto que los fascistas, siguiendo los procedimientos empleados en Gernika y en otros pueblos vascos, cubren de balas el terreno donde se lleva a cabo esa labor humanitaria. El hecho es pues, doblemente criminal. Caen las bombas en gran cantidad. Imposible precisar su número. Son de gran potencia. Huecos hay de unos seis metros de diámetro por cuatro de profundidad". Cuando los aviones finalmente desaparecieron y el humo se disipó, observaron dos de las casas contiguas al refugio. "No queda de sus paredes maestras más que un metro, y en partes, nada. Todo es un montón de escombros. En las inmediaciones de estas casas y del resto del pueblo y por la carretera de Aritz hay huellas de las bombas... Los zapadores, llamados al efecto, trabajan en la labor de desescombro, extrayendo a las víctimas. Distintas fuerzas actúan también eficazmente. Varias mujeres, algún hombre y otra niña son llevados ya cadáveres a un edificio inmediato".

Protocolos de salvamento

La utilización de los protocolos de salvamento para generar víctimas entre los equipos de rescate fue una de las estrategias desarrolladas por Richthofen en el frente vasco. Era poco probable que se produjeran bombardeos consecutivos sobre un mismo objetivo y los servicios de emergencia se presentaban en los lugares afectados por los bombardeos pocos minutos después del ataque. Las unidades aéreas simplemente tenían que esperar el tiempo necesario para volver sobre el objetivo y atraparlos por sorpresa. Esta misma técnica sería ampliamente utilizada en la Segunda Guerra Mundial. Por ejemplo, Dresde fue atacada primero entre las 10.10 y las 10.28 pm y, cuando nadie esperaba un segundo ataque, una lluvia de fuego sorprendió a los equipos de rescate entre la 01.21 y 01.45 de la madrugada. Al día siguiente, nadie esperaba que entre las 12.17 y las 12.30 se produjera un tercer y masivo bombardeo. Este tipo de proceder -unido a la utilización de bombas con espoletas de gran retardo o bombas trampa- hizo que las autoridades alemanas utilizaran prisioneros en las labores de rescate. Una de ellas fue Lydia Husler, que con 16 años trabajaba en las ruinas de Hamburgo doce horas al día en el invierno de 1944. La entrevisté en Reno en 2018.

Galdakao aún sufriría 14 ataques aéreos más entre el 20 de mayo y el 15 de junio de 1937 en que la villa fue ocupada por las tropas rebeldes. Tal como registró el parte del Consejo de Defensa del Gobierno de Euskadi del 24 de mayo, los ataques aéreos rebeldes causaron "destrozos y víctimas, en su mayoría mujeres y niños". Lo mismo ocurrió los días 7, 12, 13 y 15 de junio. Así se ganó la guerra.