Imagínense -y seguro que algún científico de pelo alborotado lo tiene en cuenta- el poder crear en un laboratorio el molde de un futbolista superior, jerárquico, perfecto. Un antojo de Robocop del balompié diseñado por el doctor Frankenstein. Messi, Cristiano Ronaldo, Iniesta, Ramos, Puyol, Falcao, Casillas... fundidos en uno. ¡Qué bendita locura! Como los X-Men, de uno su visión, de otro su agilidad, de otro el disparo... Así, una mixtura de virtudes, hasta hacer la máquina implacable, la más temida, la más venerada con el cuero.
En ese proceso de gestación del prototipo, una de las inyecciones sería la de los genes del galés Sir Ryan Giggs, El Mago del ala izquierda de Old Trafford, el hijo de lo infinito.
Cuando la mitad de los miembros del vestuario del Manchester United era acunado y dormitaba entre nanas -De Gea no había venido al mundo-, cuando en sus mentes no existía el fútbol y la necesidad era nutrirse y orinar, Giggs, que con 39 sigue sudando, debutaba como profesional con los red devils, materializando el capricho de Alex Ferguson, quien llamó en persona a la puerta del domicilio de Ryan cuando este cumplía 17 años, el 29 de noviembre de 1990, para pactar y sellar un futuro común. El estreno se produciría el 2 de marzo de 1991 con gol inclusive. Su cartel rezaba: la mayor promesa del fútbol británico desde los tiempos del díscolo Best, forjado el genio en los sesenta y setenta. "Algún día dirán que yo fui una especia de Giggs", sentenció el malogrado.
Después de 22 años rodando la pelota, cumplidos este pasado sábado, Giggs se asoma al balcón de los 1.000 partidos, todos ellos como diablo -de hecho y según la encuestada afición, posee el trono como mejor jugador de la historia del club-. Le queda un salto al césped para entrar en la nómina de los eternos, donde los guardametas encuentran su edén y parte de la justicia que no reparte el injusto fútbol con ellos. Con 999, Giggs es el 12º más longevo en comparecencias, 7º sin contar porteros y 3º como centrocampista; en la cabeza de la nómina, el vetusto inglés Peter Shilton, al que Dios metió gol con su mano, y sus 1.390 lizas cumplidas a la edad de 48 años.
Un maratón campal en el que el Soldado Ryan ha erguido la elegancia. Veloz, ágil, inteligente, su depurado estilo, estéticamente tan bello como perfeccionista, y esa caballerosidad que viaja con el fútbol británico desde tiempos ancestrales -recordar que jamás ha sido expulsado de un terreno de juego- son sus menesteres. Ello sin descuidar la productividad en este arte balompédico, sin ceder en el imprescindible aspecto de la competitividad. Por ello es el jugador con más títulos del fútbol británico (12 Ligas, 4 Copas de la FA, 3 Copas de la Liga, 2 de Liga de Campeones, 1 Supercopa de la UEFA, 1 Copa Intercontinental y 1 Mundial de Clubes). Un currículo que vale un sueldo vitalicio, pero que no vive del presente como si de un regalo se tratara.
No lo siente él: "Estoy en buena forma y espero poder ser titular ante el Real Madrid"; tampoco el Manchester United, coloso entre clubes, que ha renovado al histórico amo y señor de su banda iquierda hasta junio de 2014. Para que sigan mamando todos de él. "Disfruto del fútbol más que nunca y estoy encantado de firmar un nuevo contrato", rezó el viernes pasado, tras estampar la rúbrica que da continuidad a su trayectoria en el United.
la escena de champions Precisamente mañana, martes, ante el Real Madrid y en la apropiada por magnífica escena de la Champions League -tal vez sir Alex Ferguson lo haya querido así para el destino de su ahijado (le seguía desde los 13 años), porque no le alineó este fin de semana en el compromiso liguero ante el Norwich- puede Giggs infiltrarse en la frontera de las 1.000 batallas. Es más que probable que vista de corto en la vuelta de los octavos de final, pues si no, Ferguson faltaría a su palabra tras anunciar que jugaría uno de los dos partidos.
"Se ha reinventado a sí mismo, ha trabajado en su juego y nunca perdió el hambre de éxitos", dijo el míster. Cierto que El Mago no despliega la velocidad de antaño, que su desborde cojea, que su regate se resiente sin el reprix que le hacía desaparecer ante sus marcas, que su juego no vive pegado a la cal y las fintas, pero sí conserva el don de saber estar en el momento y lugar, su calidad, proyectando autoridad, sabiduría y templanza. Ese sosiego imprescindible para la grandes citas, la que su padrino ha reservado para hacer coincidir sus 1.000 comparecencias, será el mejor regalo. El mejor hasta la fecha, porque después sabe que tendrá otro rol por delante. Asociado al esférico, por su puesto, y al United, cómo no.
Por de pronto y aunque todavía no está clarificado, sabe que "tendrá un gran papel que jugar en el Manchester United después de que termine su carrera como jugador". Así lo atestiguó el director ejecutivo del club, David Gill, que también comunicó que Giggs trabaja para aprobar la licencia de entrenador. Quién sabe si podría erigirse en heredero de Ferguson, que solo concibe dejar su cargo en buenas manos, unas que se presten a la longevidad. "¿Qué puedo decir de Giggs que no se haya dicho? Es un futbolista espectacular y una persona excepcional", dice. Tal vez va siendo hora de que el Soldado Ryan cuelgue el casco, se abroche las insignias y pase a dirigir al batallón, donde todos hablarán de él como ese tipo que desafió a la naturaleza, a la eternidad, al infinito. Como parte del código genético de ese imaginario superfutbolista. Pero antes, a tocar los 1.000 y quién sabe cuántos más.