Bilbao ha vivido este sábado una tarde para el recuerdo. La ciudad se transformó en un gran auditorio al aire libre, y su ría, testigo silencioso de tantas historias, se ha convertido en escenario sonoro como nunca antes. Más de 15.000 personas han abarrotado las orillas del Arenal y las embarcaciones que han surcado el agua para presenciar BBK Ría, el gran concierto flotante organizado por la Fundación BBK con motivo de su décimo aniversario. La cita reunió a tres nombres imprescindibles de la música actual: Iñigo de ETS, Amaia y Arde Bogotá. Tres conciertos gratuitos que han hecho vibrar la ciudad en una tarde de calor y emociones.

La jornada ha comenzado puntual, a las 18.15 horas, con un aurresku solemne sobre el escenario flotante instalado junto al puente del Arenal. Con el público en pie y los abanicos en alto, las primeras notas marcaron el arranque de una cita que inolvidable. Minutos después, Iñigo Etxezarreta, alma y voz de ETS, aparecía a bordo de una embarcación, navegando la ría hasta el escenario. Su llegada fue recibida con aplausos, gritos y móviles en el aire. “Esto es una pasada”, exclama entre risas una joven desde la barandilla de Ripa.

El calor ha sido otro protagonista del día. Desde la mañana, la ciudad estuvo sumida en una jornada sofocante, con más de 30 grados que no impidieron a los asistentes buscar su lugar desde horas antes. “Venimos de Pamplona y somos enfermeros. ¡Esperamos que no nos llamen para trabajar, porque alguno va a caer redondo con este golpe de calor!”, bromeaba Andrea Recalde, acompañada de Martín Arizmendi y Julián Marcos. Entre botellas de agua, gorras y pistolas de juguete, resistieron el calor con ilusión. “Ver a Amaia gratis es una fantasía. Me encanta lo que está haciendo. ¡Estoy enamorada!”, reconocía con emoción.

Asistentes emocionados

Entre la multitud, también se escuchaban acentos franceses. Juliet Bernard, llegada desde la ciudad de Tours, estaba entusiasmada con el concepto del concierto.“Estoy aprendiendo euskera con ETS. ¡Y vivir esto con el agua de por medio es mágico!”. A su lado, su amiga y anfitriona bilbaina, Ane Sánchez, apenas podía contenerse cuando sonó Zurekin batera. La ría entera la coreó al unísono.

La comunión fue absoluta. En los márgenes del Nervión, miles de personas bailaban, cantaban y se abrazaban. En las embarcaciones, la fiesta no era menor: sombreros, selfies y vasos alzados al cielo. La organización dispuso seis pantallas gigantes, una iluminación sofisticada y un sistema de sonido envolvente con que convirtió cada rincón en una platea privilegiada. A ambos lados del puente, la atmósfera era de postal.

A las 19.30, cuando el calor empezaba a ceder, Amaia emergió en escena como un susurro. Su voz, delicada y poderosa, flotó sobre el murmullo del agua mientras el piano marcaba el tempo de la actuación. Maider Otaegi, llegada desde Vitoria con su cuadrilla, no podía contener la emoción. “Me gusta mucho más su carrera ahora. Tiene autenticidad y elegancia. ¡Ha sido mágico!”. Entre canción y canción, las historias del público se cruzaban como olas: un grupo celebraba el cumpleaños de Javi Garmendia, que cumplía 32 años. “¡Zorionak zuri!” sonó en varios momentos, y su amiga Nuria no perdía el humor: “A Amaia le pega caerse al agua, ¿eh? Tiene ese punto de despiste encantador”, decía entre risas.

Una nota compartida

Aitor Echarri, que venía de Portugalete, hacía balance logístico del plan. “Hemos estado comparando los dos márgenes y este rincón es perfecto. Buena vista, sombra y ambiente”. En cuanto a accesibilidad, BBK habilitó una zona especial para personas con movilidad reducida. “Se agradece que lo hayan pensado. Se ve genial y tenemos buena sombra”, explicaba Mari Carmen, que disfrutaba del evento junto a su marido.

Y entonces llegó el momento más esperado por muchos. A las 20.30, Arde Bogotá irrumpió en escena con una energía demoledora. La banda cartagenera venían a cerrar la noche por todo lo alto. “¡Son nuestros ídolos! ¡Estamos flipando!”, gritaban entre saltos Mikel Etxebeste y Aritz González, que llevaban desde el mediodía guardando sitio con su grupo.

El agua vibraba al ritmo de los acordes. Las luces se reflejaban en la superficie y el público, ya entregado, cantaba a pleno pulmón. “No será la gabarra, pero es historia”, decía Fran Garainka, que compartía la tarde con sus dos hijas. A pocos metros, Asier Fernández, vecino del Casco Viejo, resumía la emoción colectiva: “Esto no lo vamos a olvidar. Que vuelva todos los años, por favor”.

Un sofisticado sistema de sonido, con retardo calibrado para ambos márgenes, consiguió lo impensable: que el eco de la ría no entorpeciera, sino que acompañara. La ría sonaba como una más del público.

Cuando el último acorde se apagó y las luces comenzaron a descender, nadie se movía. La ría parecía negarse a devolver el silencio. BBK Ría queda para la historia. Hay lugares que, cuando suenan al unísono, suenan mejor que nunca y Bilbao lo ha hecho, al ritmo de la ría.