“Espero que lo hayan disfrutado”, expresó Max Verstappen tras firmar una de sus actuaciones más brillantes y a la vez más trascendentes de su vida. “Es increíble ganar desde tan atrás”, señaló, celebrando como hacía tiempo que no lo hacía. Arrancó décimo séptimo y ganó el Gran Premio de Sao Paulo. Un zarpazo bestial para el Mundial cuando lo tenía todo en su contra. Aunó talento, ingenio, oportunismo y también fortuna, porque la climatología siempre tiene su punto de indescifrable, para acariciar su cuarto título de la Fórmula 1.

La salida fue caótica, como todo el gran premio. En la vuelta de formación, Lance Stroll se salió de la pista y tuvo que ser retirado con grúa. La salida se abortó. Al formar de nuevo la parrilla de salida, sin que se diera ningún permiso, cuando aún permanecía abortada una nueva salida, Lando Norris y varios pilotos más arrancaron pensando que darían una nueva vuelta de formación. Todos ellos infringieron el reglamento. Al llegar de nuevo a la parrilla –por tercera vez–, los mecánicos salieron para poner calentadores a los neumáticos y la organización pospuso diez minutos la nueva vuelta de formación. Mientras tanto, los partes anunciaban lluvia, que se avecinaba a una prueba en la que todos montaban ya neumáticos intermedios por el agua en pista. Y justo cuando se disparó el gran premio, comenzaron a caer gotas.

En la arrancada, George Russell arrebató la primera posición a Norris. El piloto de Mercedes generó un margen superior al segundo y así lo mantuvo, con firmeza. Detrás, Verstappen partía décimo séptimo, pero las bajas de Albon y Stroll le dieron dos plazas. El neerlandés ganó otras cinco en la primera vuelta. La realización se centró en él. Rodaba abrazado a la excelencia. En el undécimo giro su remontada le colocaba en sexta posición, detrás de un paquete de coches formado por Yuki Tsunoda (3º), Esteban Ocon (4º) y Charles Leclerc (5º). Eran el último eslabón para tratar de contactar con Norris, que permanecía a rebufo de Russell sin visos de adelantamiento. En el cielo, la lluvia amenazaba con aumentar su fuerza, por lo que crecía la incertidumbre sobre cuándo realizar el primer cambio de gomas.

“¡Me está exprimiendo contra la línea blanca!”, protestó Verstappen cuando trataba de rebasar a Leclerc. En la lucha de cabeza, Norris, frustrado, pidió realizar un undercut ante la impotencia a rueda de Russell. En McLaren le comunicaron que no existía una ventana propicia, que caería en tráfico. Los nervios estaban a flor de piel.

Comenzó el baile de boxes. Leclerc fue el primero en parar en la vuelta 25. Cinco después, Russell visitó el box y Norris le replicó. El de McLaren mejoró el ritmo y finalmente logró pasar a Russell cuando el circuito estaba delicadísimo porque entonces sí, arreciaba la fuerte lluvia. El orden de carrera era: Ocon, Verstappen, Gasly, Norris y Russell. Entonces la organización decidió meter el coche de seguridad en pista ante las condiciones extremas. Con el safety car al frente, Colapinto sufrió un accidente que provocó la aparición de la bandera roja. Corría la vuelta 33 de las 69 programadas. Es decir, los tres primeros, gracias a que no habían parado aún, mantenían la posición con la posibilidad de reanudar la prueba con calzos nuevos. O sea, Verstappen era segundo y Norris, cuarto, ambos en igualdad de condiciones. Sao Paulo no dejaba de añadir ingredientes a la loca e imprevisible carrera.

La resalida se tomó tras el coche de seguridad. Ocon se distanció rápido de Verstappen, que impuso la prudencia. Dejó marchar al intrépido francés. Brillante decisión la de alejar riesgos a esas alturas para más adelante recoger frutos sin tanta necesidad de peligro. Norris se salió de la pista y descendió a la quinta plaza. La visibilidad era nula. El espray no concedía perspectiva. Los patinazos se sucedían. Entre otros, se estrelló Carlos Sainz, ganador de la cita previa, lo que provocó el tercer coche de seguridad. Las ventajas se esfumaron.

Verstappen consuma la remontada

Nada más reanudarse la prueba, Norris perdió el control del McLaren y cayó al séptimo puesto. Grave error. Sería sexto gracias a que Piastri le cedió la posición. Al mismo tiempo, Verstappen se cobró el liderato. La obra maestra estaba completada. La balanza por el título se inclinaba de forma insospechada. Cuando todo apuntaba a que Norris podría recortar un buen bocado de puntos, apareció el mejor Verstappen como un extraterrestre aterrizado en Sao Paulo para beneficiarse de un escenario despiadado, fabricándose oportunidades a base de talento. Voló el neerlandés hacia la victoria, la que no cantó en las diez carreras previas en las que vio comprometido el título que ahora se le aproxima. Los 47 puntos de ventaja se convirtieron en 62, un margen mucho más que considerable “Las emociones han sido una montaña rusa”, manifestó asomado el título.

Los Alpine completaron el cajón con Ocon y Gasly, segundo y tercero, respectivamente. Habría que remontarse a 2006, en la época de Renault, para encontrar a los dos coches en el podio. Los últimos fueron Giancarlo Fisichella y Fernando Alonso. El asturiano acabó decimocuarto, dando constancia de que cruzaría la línea de meta por respeto a sus mecánicos pero sufriendo un dolor de espalda insoportable acrecentado por un coche con exceso de rebote.