La primera estrella Michelin concedida a Fernando González y a La Revelía, en Amorebieta-Etxano, es más que un hito gastronómico: es la consecuencia de un recorrido construido a base de verdad, de memoria y de una dedicación diaria que nunca ha perdido de vista el origen. En palabras que hoy resumen este logro, “Fernando González eleva la tradición a la excelencia, logrando una estrella que premia el esfuerzo y la raíz.” Esa declaración, tan sencilla como precisa realizada tras la gala de las Estrellas Michelin en Málaga, contiene el espíritu que ha guiado a este chef desde sus inicios.

La Revelía nació como un refugio culinario donde la tradición no es un concepto inmóvil, sino un punto de partida. Con el paso del tiempo, se transformó en un espacio donde se honra el pasado sin encerrarse en él, donde cada plato es un diálogo entre lo aprendido, lo vivido y lo intuido. Aquí, Fernando ha demostrado que la autenticidad no solo se preserva: también se cultiva. No es casualidad que “La Revelía brille en Michelin con una cocina que crece desde la autenticidad y la dedicación diaria”, esa es una de las claves, asegura González. Esa frase sintetiza la esencia de un proyecto que nunca se ha permitido la prisa ni los atajos.

“El camino hacia la estrella ha sido discreto y profundamente honesto”, dice. Fernando ha reivindicado que la cocina emocional no es incompatible con la precisión técnica, que la memoria culinaria puede convivir con la evolución, y que los platos pueden tener alma sin renunciar al rigor. “No podemos perder la base, eso es lo que nos diferencia”. Su trayectoria confirma que “el camino de Fernando González hacia su primera estrella es una celebración del trabajo honesto y la memoria culinaria”. Y es precisamente esa combinación de raíces, esfuerzo y sensibilidad la que ha conquistado al jurado Michelin.

Emocionar desde la profundidad

En La Revelía, cada elaboración guarda una intención. No se trata de innovar por obligación ni de adornar por apariencia, sino de comprender qué necesita cada ingrediente para expresar su verdad. 

Fernando no busca impresionar con espectacularidad, sino emocionar desde la profundidad. Esa es la grandeza silenciosa de su trabajo, asegura un emocionado chef.

La estrella para La Revelía reconoce también la fuerza de un equipo que ha crecido junto a él, compartiendo visión, disciplina y respeto por el oficio. Cada servicio en La Revelia es un ejercicio de precisión, pero también de humanidad. El galardón no es, por tanto, un punto final: es un impulso. Un recordatorio de que las cocinas que nacen desde la verdad —aunque avancen despacio. Y hoy, la voz de Fernando González brilla con luz propia y lo hace como explica él mismo desde la humildad y desde un espacio sencillo, en plena naturaleza.

Aitor, su mano derecha

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En este momento de celebración, Fernando no olvida a quienes han hecho posible este camino. Agradece profundamente a su mujer, Tati, por ser sostén, equilibrio y refugio en cada etapa del viaje. A Aitor, su mano derecha, cuya lealtad y precisión han sido esenciales en la construcción del lenguaje culinario de La Revelía. Al equipo de cocina, David y César, que han acompañado cada servicio con compromiso absoluto; y a Pabel e Irati, cuyo trabajo constante sostiene el pulso del restaurante día tras día. Y, por supuesto, a la sumiller Olga Torrón, cuya sensibilidad y lectura del vino han contribuido a dar a La Revelía una personalidad completa y armoniosa. Para Fernando, esta estrella es de todos ellos: “es un logro compartido que ilumina nuestro proyecto construido en equipo”, concluye.

La Revelía, su casa y su proyecto vital, entra así en un nuevo capítulo, iluminado por una estrella que no solo premia la excelencia culinaria, sino la capacidad de transformar la tradición en un lenguaje personal y genuino. Una estrella que reconoce que el futuro puede, perfectamente, nacer de las raíces.