El sector primario en Bizkaia ocupa hoy un lugar mucho más modesto en términos económicos de lo que tuvo en el pasado, pero su importancia real va mucho más allá de los datos estrictamente productivos. Agricultura, ganadería y pesca siguen siendo actividades clave para el equilibrio del territorio, la identidad cultural y la sostenibilidad del sistema alimentario.
Hablar del sector primario no es solo hablar de economía, sino de paisaje, de cohesión social y de futuro. Desde el punto de vista del Producto Interior Bruto, el sector primario representa en Bizkaia un porcentaje reducido, pero, sin embargo, esta cifra no refleja su valor estratégico. Miles de hectáreas de superficie agraria, explotaciones familiares, puertos pesqueros y una red de pequeñas producciones locales conforman un tejido que sostiene el medio, fija población y mantiene vivos ecosistemas que benefician al conjunto de la sociedad.
Una sociedad que avanza a un ritmo demasiado rápido y donde los consumidores tienen mucho que decir también en el futuro de ese sector primario cuando hacen una elección de compra de sus productos de alimentación.
Temas todos ellos que, junto con la importancia de la transición hacia una alimentación más sostenible, fueron el centro de la mesa de debate celebrada ayer bajo el título de "Alimentación: el eje estratégico para la transición sostenible”. Una interesante cita organizada a dos manos por DEIA y BBK Kuna y para la que contamos con perfiles de expertos y profesionales como son Agustín Markaide, expresidente de Eroski y miembro del BBK Kuna Institutoa; Asun Bastida, Directora de Relaciones Institucionales y Comunicación Corporativa de Eroski S.Coop y Lide Rodríguez, fundadora de TEKURA (TEKnologia-natURA).
Nuestro sector primario
En este contexto, con el sector primario en primera fila, “el camino hacia un sistema alimentario más sostenible se plantea como una necesidad y una oportunidad”, matizaba al respecto Agustín Markaide. La transición alimentaria no se limita a producir de forma más respetuosa con el medio ambiente; implica repensar todo el sistema: cómo producimos, cómo distribuimos, cómo compramos y cómo consumimos.
En Bizkaia, este proceso presenta retos específicos, como la escasez de suelo agrario, el envejecimiento del sector, la adaptación al cambio climático o la necesidad de mejorar la conexión entre producción local y consumo urbano.
Uno de los grandes desafíos es pasar de un modelo centrado en el precio a otro que ponga en valor lo que realmente aportan los alimentos locales. Los productos del sector primario no son intercambiables: detrás de ellos hay conocimiento, esfuerzo, cuidado del entorno, bienestar animal, seguridad alimentaria y economía de proximidad. Incorporar este valor añadido y lograr que sea reconocido y percibido es clave para fortalecer el sector.
La diferenciación por origen, calidad, sostenibilidad o vínculo con el territorio es una de las vías para avanzar en esta dirección.
¿Dónde entramos los consumidores?
El papel de los consumidores resulta determinante en este proceso. Cada decisión de compra tiene un impacto directo en el modelo alimentario que se refuerza.
Apostar por productos de proximidad, de temporada y producidos de forma responsable contribuye a sostener el sector primario local y a reducir la dependencia de cadenas largas y vulnerables. “Los consumidores son cada vez más conscientes de que sus elecciones influyen en el medio ambiente, en la economía y en la sociedad, pero también se enfrentan a barreras como el precio o la falta de información clara y accesible”, como explicaba Asun Bastida.
Por eso, la transición alimentaria no puede recaer únicamente en el consumidor individual. Es necesario un esfuerzo colectivo que implique a todos los eslabones de la cadena. Facilitar el acceso a producto local, mejorar la información sobre el origen y la forma de producción, apoyar precios justos son algunas de las soluciones que pueden ayudar a revertir el debilitamiento del sector.
La alimentación como clave
Hablar de alimentación es hablar de mucho más que de comer. La alimentación está ligada a la salud, al bienestar, a la cultura y a la forma en que nos relacionamos con el entorno. Un sistema alimentario sostenible contribuye a dietas más saludables, a la reducción del impacto ambiental y a una mayor resiliencia frente a crisis económicas o climáticas.
En Bizkaia, apostar por la alimentación local es también apostar por el mantenimiento del paisaje rural y costero, por la biodiversidad y por una economía más equilibrada.
La economía local juega aquí un papel fundamental. Cada euro que se invierte en productos y productores de proximidad tiene un efecto multiplicador en el territorio: genera empleo, dinamiza el medio rural, fortalece pequeñas explotaciones y reduce la huella ambiental asociada al transporte y a la logística. Además, refuerza la relación entre quien produce y quien consume, creando confianza y sentido de comunidad.
En definitiva, aunque el sector primario represente hoy un porcentaje reducido del PIB de Bizkaia, su valor real es incalculable. Fortalecerlo es una inversión estratégica en sostenibilidad, resiliencia y bienestar colectivo. La transición hacia un sistema alimentario más sostenible requiere compromiso, colaboración y una mirada a largo plazo.
Como expresaba Lide Rodríguez en la cita de ayer, apostar por el producto local y por los productores de proximidad no es solo una opción de consumo, sino una decisión que contribuye a construir un modelo alimentario más justo, más sólido y más conectado con el territorio y con las personas que lo habitan.
Objetivo: el reto de la transición alimentaria
La transición hacia un sistema alimentario sostenible se ha convertido en uno de los grandes retos de nuestro tiempo. No se trata únicamente de cambiar qué comemos, sino de transformar de manera profunda la forma en que producimos, distribuimos y consumimos los alimentos.
Esta transición solo será posible si tiene un enfoque inclusivo, en el que tengan cabida todos los agentes implicados en la cadena alimentaria: sector primario, industria, distribución, restauración, administraciones públicas y consumidores. Cada eslabón cumple una función esencial y todos son corresponsables del cambio.
Trabajar de forma aislada conduce a soluciones parciales; hacerlo de manera conjunta permite construir un sistema más equilibrado y resiliente.
Apostar por una transición alimentaria sostenible significa entender la alimentación como algo más que una necesidad básica. Es una herramienta para mejorar la salud, proteger el medio ambiente, fortalecer la economía local y reforzar la cohesión social. Y solo desde una visión compartida y colaborativa será posible construir un sistema alimentario verdaderamente sostenible para el presente y el futuro.
Agustín Markaide: "Lo peligroso es no añadir valor al producto y solo subir el coste del mismo”
El sector primario atraviesa desde hace años, no solo en Bizkaia, un proceso de debilitamiento progresivo que preocupa tanto a productores como al conjunto de la sociedad. Múltiples factores que ponen en riesgo su viabilidad: el aumento de los costes de producción, la presión de los mercados globales, la falta de relevo generacional, la volatilidad de los precios y los impactos cada vez más visibles del cambio climático.
A todo ello se suma, en muchos casos, una escasa valorización social y económica de los alimentos en origen como explicaba ayer Agustín Markaide en esta cita sobre alimentación que tuvo lugar en BBK Kuna.
Vender por precio, y no por valor, implica que el esfuerzo, el conocimiento, el riesgo y los beneficios que estos sectores aportan al territorio quedan invisibilizados.
“No hay alimentación local sin producción local. Y sin relevo en el campo, no hay futuro alimentario posible”
Ante este contexto, comentaba Agustín Markaide, resulta imprescindible buscar fórmulas que permitan dar valor real a lo que se produce en el sector primario. No se trata solo de producir alimentos, sino de reconocer todo lo que hay detrás de ellos en forma de elementos que constituyen un valor añadido que debe incorporarse al relato del producto y reflejarse en su comercialización.
”Crear valor añadido pasa por diferenciar el producto y hacerlo reconocible para el consumidor y el reto está en conseguir que ese valor añadido sea entendido y apreciado por los consumidores, de modo que la decisión de compra no se base únicamente en el precio”, matizaba este profesional de la alimentación y la distribución.
Asun Bastida: “Es necesario revalorizar el sector primario y toda la cadena de distribución”
“Los consumidores ocupan un lugar clave en el sistema alimentario: son el último eslabón de la cadena, pero también uno de los más influyentes”. Esta fue la reflexión inicial lanzada en la tarde de ayer por Asun Bastida en el encuentro sobre alimentación organizado a dos manos por BBK Kuna y DEIA.
A juicio de la directora de Relaciones Institucionales y Comunicación Corporativa de Eroski S.Coop, cada decisión de compra es, en realidad, una forma de decantarse por un modelo u otro de producción, distribución y consumo. Elegir qué ponemos en la cesta de la compra tiene consecuencias directas no solo sobre nuestra alimentación, sino también sobre el medio ambiente, la economía y la sociedad en su conjunto.
Según consultas realizadas por Eroski a sus propios consumidores, existe una conciencia creciente sobre estos impactos. Muchas personas afirman tener en cuenta los efectos sociales, medioambientales y económicos de sus compras: cómo se ha producido un alimento, si respeta el entorno, si garantiza condiciones dignas para quienes lo producen o si contribuye a la economía local. Este nivel de sensibilidad es, sin duda, un punto de partida muy positivo y refleja un cambio cultural profundo en la forma de entender el consumo.
“El sector de la distribución tiene el reto clave de trasladar al consumidor el valor que tiene todo producto”
Sin embargo, entre lo que se dice y lo que finalmente se hace existe una brecha a tener en cuenta que lleva a dos grandes retos por superar en este sentido. “Aunque los consumidores declaran estar concienciados, en el momento de comprar entran en juego otros factores decisivos, especialmente el precio”, explicaba Asun Bastida.
“El segundo gran reto es la barrera de la información. Los consumidores quieren saber más y mejor: de dónde viene el producto, cómo se ha producido, qué impacto tiene y qué hay detrás de su precio. En un mercado saturado de mensajes, sellos... contar con datos de verdad, claros y accesibles se vuelve imprescindible para que el consumidor pueda tomar decisiones coherentes con sus valores”, recordaba.
Lide Rodríguez: “Es importante que todos colaboremos en el camino de la resiliencia alimentaria”
La producción local y los productores locales fueron protagonistas de la mesa redonda celebrada ayer en la sede de BBK Kuna. Y una de las ponentes, Lide Rodríguez, quiso poner el acento en la importancia de reconocer el trabajo de las personas del sector primario.
Como explicó en varias ocasiones durante su intervención, los productores ecológicos y el producto local desempeñan hoy un papel esencial que va mucho más allá de poner alimentos en nuestra mesa. “Su labor cotidiana sostiene una red de beneficios invisibles pero fundamentales para la sociedad: los llamados servicios ecosistémicos. Y es que hablar de agricultura y ganadería ecológicas es hablar de suelo fértil, de paisajes vivos, de empleo digno y de una economía de proximidad que cuida y regenera el territorio”, comentaba.
“En Bizkaia existen proyectos extraordinarios, discretos pero transformadores, que están sembrando el futuro”
Como defendió en su turno de palabra, estos productores locales son auténticos guardianes del suelo frente a modelos intensivos que lo degradan y empobrecen, trabajan una agricultura ecológica y de proximidad que mantiene paisajes diversos y funcionales y además tienen mucho que decir en el impacto social que generan.
Sin embargo, en este escenario y pese a la aportación de estas personas, su labor sigue siendo poco visible y, a menudo, insuficientemente reconocida. De ahí la necesidad, como apuntaba la fundadora de TEKURA, de poner en valor el buen hacer de los productores ecológicos y locales.
Por ello, en este contexto, la transición alimentaria no puede ser un esfuerzo aislado. Requiere una estrategia conjunta que implique a productores, administraciones, distribución, restauración y ciudadanía. “Apostar por sistemas alimentarios locales, ecológicos y justos es una inversión en resiliencia alimentaria: mayor capacidad para adaptarnos a crisis, garantizar el acceso a alimentos saludables y proteger los recursos naturales de los que dependemos”, finalizaba.