La selección de invitados realizada por Donald Trump para su toma de posesión sirvió para reunir en ella a representantes de la extrema derecha europea y americana y trasladó el mensaje de non gratos a otros líderes, especialmente de Gobiernos europeos y de la propia Comisión, que ni siquiera fueron invitados pese a ser representantes democráticos de la voluntad de sus ciudadanías. La coincidencia de modelo entre los diferentes actores ultra agrupados bajo la imagen triunfadora del nuevo presidente de los Estados Unidos trasciende el mero tono agresivo de un mensaje populista y claramente antiliberal o de un esquema económico capitalista clásico. El alineamiento del pensamiento ultraderechista internacional adquiere la misma voluntad antidemocrática que en su tiempo cohesionaba las autarquías satélites del bloque soviético. No es casualidad que las medidas emblemáticas del primer día de mandato de Trump hayan sido el indulto a sus seguidores que asaltaron el Capitolio y el cierre de la frontera con México mediante un dispositivo militarizado. La liberación de responsabilidades penales de los asaltantes de la sede de la representación democrática define el respeto a la misma que le inspira cuando no obtiene su respaldo mayoritario. En el fondo, no es más que la traslación a su entorno sociopolítico del mismo ejercicio de impunidad que su propia elección ha significado, con la suspensión de las causas penales contra su persona. El éxito del proselitismo populista ha logrado que una mayoría social amortice la condición de convicto de su líder, lo ha situado por encima de la ley y ha definido la hoja de ruta de las nuevas autarquías. Los principios de igualdad y las libertades construidas con dificultad durante el último siglo llevan camino de verse sometidas a la arbitrariedad. No es casual la insistencia en el desmantelamiento del poder público, construido como herramienta de reequilibrio social en favor de la estabilidad y la convivencia. Su sustitución por una formulación de mercado desregulado y la suplantación de modelos de cooperación por otros de imposición es augurio de una conflictividad social, económica, étnica y religiosa de alcance global. Buena parte de quienes aspiran a implantar en su beneficio, económico y político, un sistema posdemocrático se dieron cita ayer en Washington.