Para dar cuenta de la naturaleza de esta firma alavesa, quizá lo más productivo sea ponerse en situación, acercarse hasta uno de sus clientes y comprobar el grado de eficacia que presentan sus productos a pesar de su relativa juventud. Pongamos que uno de los mayores fabricantes textiles del mundo, español para más señas, está a punto de lanzar a nivel interno -son 90.000 los trabajadores repartidos por todo el globo- una aplicación específica en la que poder consultar al instante el estado de un pedido realizado en Madrid, Pekín o Melbourne. Pues bien, póngase semejante dispositivo en funcionamiento y es seguro que el departamento en cuestión cruzará los dedos para que la app, a la que se le van a presumir miles de descargas y movimientos por minuto, funcione como es debido y la imagen de marca de la compañía no se vea gravemente dañada por una caída del sistema, un colapso del mismo o, simplemente, un lento y farragoso funcionamiento que eche por tierra el trabajo y el dinero de muchos meses de dedicación.

Pues bien, para tratar de minimizar todo lo posible este tipo de incidencias -el sector ya advierte que no es posible garantizar una protección del 100%-, la compañía alavesa Globe Testing se ha convertido en sus ochos años de andadura en una firma especializada en la realización de minuciosos test de software que lo mismo analizan una página web que una aplicación móvil, una ERP, que viene a ser un conjunto de sistemas de información que permite la integración de ciertas operaciones de una empresa, especialmente las que tienen que ver con la producción, la logística, el inventario o los envíos, o uno de esos robots con forma de humanoide cada vez más presentes en las líneas de montaje de la industria vasca. ¿Qué ocurriría si a ese trabajador se le cruzan los cables y pone en peligro al operario de carne y hueso que tiene a su lado?, cabría preguntarse en este sentido no sin cierta incertidumbre.

Para tratar de poner remedio, esta pyme desarrolla un programa de simulaciones plagado de algoritmos y combinaciones que, básicamente, pone en apuros al software de turno a partir de miles de pruebas hasta que se muestra, casi, infalible al fallo.

De este modo, la experiencia de un cliente no se verá trastocada cuando en plenas rebajas acceda a la web de una determinado marca y esta no se cuelgue por la saturación del momento. O a un paciente en un hospital no se le prescribirán medicamentos que puedan resultar dañinos para su salud en función de su historial... Un paso más en el clásico prueba-error que esta firma ha elevado hasta la especialización y que, de momento, le convierte en una de las grandes referencias de un nicho de mercado tan exclusivo como emergente ahora que la Industria 4.0 llama a la puerta con fuerza en Euskadi.

Sin embargo, más allá de la especificidad de su actividad y del propio diseño de la oficina, tan particular como han querido sus impulsores, responsables del diseño y montaje de la misma, Globe Testing es diferente. Y eso es algo que se percibe desde que uno accede a la oficina 206 del edificio E7 del Parque Tecnológico de Álava, rebautizado en los últimos tiempos como Rosalind Frankling y sede, entre otras empresas, del reputado Centro Vasco de Ciberseguridad (CBSC). En la segunda planta, en cualquier caso, “los chicos de Globe”, como indica con cierta envidia un emprendedor del primer piso. Una pyme tecnológica que es paradigma, a pesar de su juventud, de esa nueva forma de hacer empresa que tanto se estila en Gipuzkoa y que, poco a poco, va calando en Araba. Una estructura de trabajo absolutamente lineal donde los límites los marca el propio trabajador y el sentimiento de pertenencia está incrustado en el ADN de todos sus trabajadores. Un punto de partida y un compromiso absolutamente reales que nada tiene que ver con ese marketing casposo que destilan no pocas compañías de enjundia. “Somos lo que queremos ser y trabajamos como siempre nos gustaría haberlo hecho, de modo que no hay ningún otro secreto que el compromiso, el respeto y la voluntad de sacar adelante este proyecto entre todos los que formamos esta empresa”, revela la responsables de Equipos, Eneritz Zubizarreta. Una guipuzcoana que en 2011 y de la mano de dos colegas con los que compartía oficina en una firma anglosajona tuvo el tesón de abandonar esa empresa e iniciar un proyecto que no ha parado de crecer. De momento son medio centenar las personas que trabajan en sus sedes de Vitoria, Madrid, Barcelona, A Coruña y Berlín, la facturación sigue registrando incrementos sustanciales y sectores tan dispares como la sanidad (Osakidetza o IMQ), la moda (El Corte Inglés o Bimba y Lola) o las telecomunicaciones (Euskaltel o Telefónica) continúan llamando a su puerta en busca de una suerte de maná tecnológico que les evite un dolor de cabeza. Y aunque no pueden garantizar una fiabilidad del 100% en sus procesos, el mero hecho de dejarse la vida en ello les basta para seguir ganándose la confianza de su extensa cartera de clientes.