Bilbao - Iker Irribarria, delantero de prodigiosa pegada y alma de campeón, sacó a relucir todo su arsenal para llevarse una preciada txapela que no vislumbró un ganador claro hasta el último suspiro. La final que albergó un engalanado frontón Bizkaia, no en vano, estuvo presidida por una indestructible igualdad y una exigencia solo a la altura de auténticos guerreros como los que se vieron las caras ayer en una contienda que hizo vibrar a la afición pelotazale, que vio cómo Irribarria se adjudicaba la ansiada txapela meritoria remontada mediante. El de Arama, por detrás en el marcador en gran parte del choque, tuvo que apelar al “trabajo” constante y a una implacable serenidad para hacer frente a los dos momentos clave a los que se refirió en su comparecencia ante los medios de comunicación. Consciente de que la gloria escapó de las garras de Mikel Urrutikoetxea por solo unos centímetros, traducidos en dos tantos, el guipuzcoano reconoció que lo acontecido con el 12-7 y el 15-10 favorable al vizcaino resultó decisivo, pues “supe aguantar y conseguí reponerme gracias al saque y a regalar bastante menos que en la primera mitad del partido, en la que él ha tenido un buen inicio”, según explicó Irribarria.

“Mikel estaba rápido de piernas, dando altura a la pelota y a mí me costó al principio entrar de sotamano, pero en la segunda parte de la final he podido acertar más con la volea y eso me ha ayudado a la hora de trabajar el partido estando por detrás en el marcador”, apuntó en relación al desarrollo del envite el delantero de Arama, que destacó la dureza del encuentro, al que se agarró definitivamente tras el 15-10 previo paso por los vestuarios. Fue entonces, con la derrota a solo siete tantos de distancia, cuando Irribarria cambió el paso tras detectar que Urrutikoetxea “estaba jugando a mucha altura, responder de sotamano era difícil y tenía que jugar un poco más a bote no regalando tanto”. Interiorizado y reflejado en la cancha. Del 15-10 al 15-15 y, sin demora, directos a un intercambio de golpes que sonrió definitivamente a los seguidores del de Arama, quienes celebraron por todo lo alto la segunda txapela en el mano a mano de un pelotari decidido a hacer historia.

“Las cosas me están viniendo muy rápido, pero lo importante es que estoy con mucha ilusión y sé que tengo que seguir trabajando, sabiendo que ganar txapelas es algo muy difícil”, advirtió al respecto Irribarria, quien recordó que “en las finales es difícil que los dos pelotaris jueguen bien, pero se ha visto un buen partido con pocos fallos y sería buena señal que los dos estuviéramos en más finales, pero yo tengo muchas cosas que aprender todavía”. La humildad, así las cosas, no abandonó al guipuzcoano tras imponerse en una ardua batalla en la que “tenía mucha tensión, pero físicamente estaba bien y con el paso del partido me fui encontrando mejor, aunque siempre cuesta disfrutar durante una final”. “Esta es la guinda, pero jugando esta final después del campeonato que había realizado ya me sentía satisfecho”, afirmó asimismo Irribarria, vestido con una fina, pero reveladora sonrisa tras salir vencedor de una bella batalla que puso el punto final a un torneo en el que “poco a poco fui cogiendo confianza y se ha visto que en todos los partidos había que estar muy concentrado, porque en cualquiera podía perder”.

GANAS DE “MEJORAR” La fortaleza mental, unida a su infernal pegada, fueron las principales bazas del guipuzcoano para sortear esa temida derrota, la cual consiguió esquivar también ayer en el Bizkaia para llevarse una nueva txapela y mirar al futuro con “ilusión” y “ganas de mejorar”. “Es importante jugar las finales, pero lo más importante es que estoy disfrutando en la cancha”, quiso reivindicar, además, Irribarria.

A un escenario delicado, de hecho, supo aclimatarse ayer el de Arama, incapaz de ponerse por delante en el marcador hasta el 4-5 y que, tras el 6-7 a su favor, no volvió a tomar la delantera hasta el 17-18. Una vez alcanzado el cartón 21, para más inri, vio cómo un error en el saque lo aprovechaba Urrutikoetxea para poner el 19-21 en el luminoso, estación previa a un eléctrico 20-21. Llegó entonces, con el Bizkaia en plena ebullición, la última prueba de madurez para Irribarria, que solo pensó en “restar” sabiendo que “a Mikel le iba a costar más que a mí llegar a 22”. Así fue.