HAY que tener la cabeza fría y seguir hacia delante”, dice Ibai Pérez (Sestao, 1990). El camino hacia la gloria está asfaltado de tiempos muertos fuera de los focos, de paseos por el patíbulo, de diálogos interiores en busca de qué ocurre. Las dudas pesan más que mil toneladas y caben en un bolsillo. Malas compañías. Después de que Ibai Pérez consiguiera el cetro de la Liga Kutxabank en 2017, todo vino rodado y acabó siendo bicampeón del mundo, tanto en el formato Individual como por Parejas. Flores. Gloria. Loas. Sin embargo, era imposible mantener el fuelle. Entonces, llegó el momento de tener la “cabeza fría”. Miró al horizonte Ibai en un tránsito por el desierto que no le secó la boca. “No me acompañaron los resultados, pero seguí trabajando a diario del mismo modo”, recuerda el de Ezkerraldea. Fe. “Tienes que estar tranquilo con lo que haces. No siempre tienes el mismo juego y pensé en que, tarde o temprano, la chispa iba a volver. Ahora quiero seguir con la racha”, determina el zaguero sestaoarra, que se quitó las espinitas en Mungia. De un plumazo. En siete jornadas de idilio con el frontón Municipal, el vizcaino alcanzó de nuevo el Olimpo en el Campeonato del Mundo de Parejas de pala profesional. Lo hizo el sábado junto a Esteban Gaubeka, “el mejor de la final”, según Pérez. Sabe a txapela.

El trono significa “algo increíble” para Ibai. “Mi hijo Erik, que tiene 21 meses, vive la pala un montón y sentía casi más presión por que me viera ganar que por la final en sí”, argumenta el palista de Sestao, quien cuenta que su hijo siempre se pone su casco y “no suelta la pala”. “Es increíble la afición que tiene con lo pequeño que es. Esta txapela es para él”, desgrana Pérez.

El Parejas pilló a Ibai con dos partidos de nubes y claros encuadrados en el complicado frontón mungiarra. Esas previas sirvieron para determinar qué delantero ocupaba el cuarto hueco del campeonato. “No jugué muy bien, pero poco a poco me fui encontrando mejor. Estoy muy contento por haber conseguido mi segundo título de la modalidad”, declara el de Ezkerraldea. Si bien tuvo dudas en el descorche, Ibai asomó definitivo durante todo el traqueteo y triunfó en todas las citas de la primera fase. “No vale de nada ganar todos los partidos si después se pierde el último, pero pudimos ganarlo. Gaubeka fue el mejor”, recita Pérez, que apostilla que “es mi mejor momento del último año. He ido cogiendo juego”.

final dura “Fue una final muy dura. Acabé agotadísimo. Ya comenté en la elección que el primer set era importantísimo y lo pudimos ganar (5-10). Pensaba que Esteban iba a necesitar soltarse, pero salió enchufado. El segundo fue rodado (4-10). Nos ganaron el tercero (10-7) y, en el cuarto, con una pelota un poco más lenta, pudimos hacerles daño (5-10)”, desbroza Ibai. No vieron las orejas al lobo en la penúltima manga. “Nos ganaron, pero nos dimos ánimos, fuimos al vestuario y peleamos por el cuarto joko, ganándolo. Nos dijimos: Hay que seguir, hay que ganar como sea”, declara Pérez, quien se amoldó bien al suplicio del saque: “Al principio, me encontré bien, pero en el tercero me hice un lío. Hice dos o tres faltas. Después, vas con miedo, pero supe reponerme”.

La txapela sirve para que Ibai reponga pilas. De hecho, ayer se puso el mono de trabajo para volver a la actividad. La plantilla tiene vacaciones, pero el guardaespaldas tomó la decisión de llamar a Josu Urkijo, director técnico de Innpala, para concertar ensayos y retomar el contacto con el frontón Bizkaia de Bilbao. “Mi objetivo es coger sensaciones en el frontón corto”, remacha. Tiene el punto de mira colocado en el Open Internacional.