JOKIN Etxaniz, director técnico de Aspe y uno de los factores fundamentales de los éxitos de la promotora manista, lanzaba pullitas a Aitor Elordi (Mallabia, 1996) y Oier Etxebarria (Urkuzu, 1997) cuando se preparaban para el asalto al Campeonato de Parejas de Segunda. El bergararra les comentaba la posibilidad de arrancar juntos en la parrilla de salida, que iba a servir para que el zaguero debutara en el ámbito profesional. El mallabiarra, en buen estado de forma, estaba llamado a ser un gran padrino. “Nos olíamos que nos iba a tocar juntos”, desgranan con una sonrisa. No en vano, tres meses después, la final de plata les aguarda. La cita está fijada ante Asier Agirre y Rubén Salaverri para el sábado en el frontón Labrit de Iruñea, a partir de las 17.45 horas. Los de Baiko actuaron en La Bombonera en sus tres enfrentamientos de semifinales. “Es un buen escenario para los cuatro. Somos dos parejas parecidas”, analizan los vizcainos de Aspe, quienes recitan que “cuando entras en el campeonato, quieres entrar en semifinales y después, llegar a la final. Ahora, vamos a por la txapela”. Por ambiente no será: hay fletados un autobús de Mallabia y otro de Arratia y hay que sumar coches particulares.

“No me ha sorprendido el rendimiento que hemos dado como pareja. Antes del campeonato, en el plano personal, estaba en un buen punto de forma y por parte de Oier no tenía ninguna duda. Sabía el nivel que podía dar”, confiesa Elordi, al que su compañero lanza flores: “En verano dio un gran salto”. Eso sí, a Etxebarria el camino del debutante se le está haciendo menos empinado de lo habitual. “No creía que iba a estar tan bien. El último partido de aficionados, la final del Torneo DV, fue malo. No me quedé a gusto y llegué con dudas”. Les ha dado la vuelta. “Si me hubieran dicho hace tres meses que iba a estar aquí, lo habría firmado. Solo pensaba en adaptarme a la exigencia y las cosas han salido bien”, afirma Oier.

Eso sí, en Iruñea esperan unos contrincantes complicados. “Agirre y Salaverri eran unos de los contrarios más fuertes del Parejas. Fueron los más regulares. En la liguilla nos ganaron, pero en semifinales nos llevamos el gato al agua. Esperamos una final dura y competida”, reseña el delantero. Etxebarria, por su parte, analiza que “defienden mucho y hay que hacerles el tanto”. “Rubén busca altura y pone la pelota atrás. Tienen más experiencia -Agirre tiene dos txapelas en Segunda, la del Cuatro y Medio y del Parejas, y suma otra final, mientras que el de Fuenmayor disputó el cetro de 2017 sin suerte-, pero todo depende del día que nos salga”, declara. Elordi vaticina que “dormiré bien toda la semana, pero al entrar al Labrit empezarán los nervios”.

A la hora de valorar el Parejas, la combinación se queda con el día de la clasificación a la final. Ganaron en el Astelena a Peio Etxeberria-Garmendia por 22-21. “En la liguilla de cuartos tuvimos jornadas muy buenas, pero al final nos costó. Perdí un poco de confianza”, evoca el mallabiarra, quien agrega que “el partido contra Agirre-Salaverri fue muy bueno, porque jugamos muy serios, pero el de Peio-Garmendia fue especial. Hubo de todo: íbamos ganando y nos remontaron. Se pusieron 21-19 y parecía que todo estaba hecho. Luego empatamos y ganamos”. Oier, entretanto, considera que su actuación más redonda fue en la apertura de las semifinales, precisamente contra los rivales del sábado.

dos formas de aterrizar Aitor Elordi y Oier Etxebarria están viviendo dos carreras muy distintas. El de Mallabia debutó en 2016 “bastante verde”. “Esos dos primeros años me costó encontrar mi sitio. A Oier le está pasando todo lo contrario. Está curtido”, advierte el puntillero, quien agrega que “hay que debutar con seguridad”. “Estoy trabajando a tope desde el principio y los frutos se están empezando a ver. Me faltaron partidos en aficionados, pero hay trenes que hay que coger”, admite Aitor. Lo cierto es que desde el verano el crecimiento de Elordi ha sido exponencial. “Es mi primera final, algo que pensaba que era imposible al principio. Es un premio por el trabajo hecho”, remacha.

Asimismo, el zaguero de Urkuzu aterrizó en profesionales en enero tras fajarse en aficionados y su adaptación ha sido velocísima. “Esto era inesperado para mí. Aitor me ha ayudado mucho en toda la adaptación. Llegar a finales es complicado y estoy muy a gusto”, concluye el neófito.