La rivalidad nace cuando al menos dos personas ansían la misma recompensa. La rivalidad se acrecienta cuando además esas personas gozan de unas virtudes que, en su conjunto, equilibran la balanza de la competitividad. Cuando eso sucede, el camino de las aspiraciones se adentran en un cuello de botella, un embudo que solo concede paso a uno. Es en ese punto, en esa curva, en esa última carrera, en ese vacío que permite la interpretación de un reglamento, cuando llega el choque, la polémica y el desenlace de la proclama de un campeón. La rivalidad se hace feroz, para regocijo del aficionado.

Max Verstappen y Lewis Hamilton han elevado su rivalidad a cotas que encuentran pocos antecedentes en la historia de la Fórmula 1. Son dos genios que a pesar de la diferencia de edad -36 años el británico y 24 el neerlandés- guardan similitudes de talento, ambición, fe, impasibilidad..., que conjugados con una mecánica extraordinaria ofrecen la igualdad que se vive esta temporada, tan ajustada que el título se decidirá en la última carrera, el Gran Premio de Abu Dhabi de este fin de semana, adonde los aspirantes llegarán con 369,5 puntos y rabia contenida por los hechos acaecidos, y porque cualquier detalle a lo largo de las 21 carreras previas hubiera podido ser decisivo.

Solo una vez en los 72 años de la memoria del Gran Circo había sucedido algo semejante, alcanzar el epílogo con dos pilotos empatados a puntos. Ocurrió en 1974, con Clay Regazzoni y Emerson Fittipaldi, y la gloria para el segundo. Al alcanzar este angosto paso del circuito Yas Marina, la rivalidad Verstappen-Hamilton está candente, al rojo vivo. Pero el duelo perdura como una constante desde el amanecer del campeonato. Aunque ya no vale mirar atrás. No hay lugar para el lamento.

La campaña 2021 arrancó con sospechas lógicamente fundadas. Parecía una prolongación de los tiempos más recientes, un monopolio construido desde 2014 por Mercedes, durante la era híbrida, capitalizada por el logro de todos los títulos posibles. Hamilton comenzó desde la primera carrera a perfilar lo que podía intuirse como un nuevo paseo triunfal, esta vez hacia su octavo título mundial, el que le elevaría a la cumbre de la Fórmula 1, dejando así en el retrovisor a Michael Schumacher. El piloto británico estrenó el curso con victoria. Nada nuevo en la F-1.

Entonces emergió Verstappen, un Mad Max rápido y osado, pero empoderado, con mayor entereza, más maduro. El neerlandés contraatacó con un triunfo en la segunda cita, un aviso para navegantes. Si bien, Hamilton respondió con dos conquistas seguidas. Parecían dos púgiles intercambiando golpes a tumba abierta. Después de cuatro pruebas, Hamilton ocupaba un liderato que cedería en las seis siguientes citas. Fue durante ese ciclo, en el que permaneció tanto tiempo a la zaga de Red Bull, cuando el británico pudo comprobar que 2021 sería diferente: Mercedes había encontrado competencia. Por fin.

Entonces comenzó una alternancia en la cabeza del Mundial que se ha dado en un total de cinco ocasiones a lo largo del año. Un tuya y mía que ha impulsado a una F-1 que bate récords de audiencias y mercados.

Primer contacto

La igualdad era tan evidente que estaban predestinados a encontrarse en el camino, al roce. Era cuestión de tiempo. Sucedió en Gran Bretaña, la cuna de Hamilton. Verstappen llegó a Silverstone con la ventaja máxima que se ha dado: 32 puntos. El británico, hijo de la necesidad, colisionó y envió al neerlandés contra las protecciones. Sentó el precedente. El debate se convertía en guerra. Se esfumaba el respeto. Pasaban a la acción maniobras que sobrepasan los límites.

Choques, reclamaciones, sanciones -por acciones en pista y fuera de ella- e incluso alguna peineta o insulto se han convertido en hábitos. “Estúpido idiota”, bramó Verstappen. “Está loco”, se escuchó a Hamilton... Desde los garajes de Red Bull y Mercedes se añadió más leña al fuego. Las épocas Senna-Prost, Hunt-Lauda o Mansell-Piquet revivieron. La historia de las grandes rivalidades de la F-1 tiene otro capítulo: Hamilton-Verstappen, feroz.

En la prueba posterior a Gran Bretaña, la de Hungría, Valtteri Bottas se inmiscuyó en el duelo como escudero de Hamilton en Mercedes. El finlandés provocó una escabechina en la salida en la que se vio involucrado Verstappen, que tras ser dañado en el incidente acabó noveno -es la única vez que no ha sido 1º o 2º, sin contar los abandonos- y perdió el liderato en favor de Hamilton. Las armas estaban al alza. Todas las cartas entraban en juego. Los actores secundarios cobraban trascendencia. Si bien, en el caso de Sergio Pérez, el mexicano no ha llegado a alcanzar la relevancia de aquel incidente protagonizado por Bottas, y que hoy puede ser interpretado como crucial.

La imagen icónica

Más tarde, Italia dejó la imagen más icónica de la temporada. En pleno desafío en la pista, el Red Bull de Verstappen acabó montado sobre el Mercedes de Hamilton. El neerlandés sufría así su tercer abandono del año después de sufrir un reventón de neumático en Azerbaiyán y el accidente con Hamilton en Silverstone. Para el británico fue su primer abandono. Y no se han dado más para ninguno de los dos.

En Arabia Saudí la amenaza de abandono estuvo latente con agresivas maniobras de Verstappen y la colisión entre ambos, un embiste de Hamilton sobre Verstappen. Lo que para muchos fue una perversa, peligrosa y antideportiva acción de Verstappen, para otros fue astucia, el intento de obtener ventaja de los renglones difusos del reglamento. Ese día, la rivalidad alcanzó el momento cúspide como prólogo de un final apasionante al que Verstappen llegará con ventaja, ostentando el liderato, gracias a sus 9 victorias por las 8 de Hamilton.

Y es que más allá de los abandonos, a nivel estadístico solo hay una diferencia considerable en poles -9 de Verstappen y 5 de Hamilton- y vueltas lideradas -651 de Max y 246 de Lewis. Abu Dhabi, donde Mercedes ha logrado todas las victorias desde 2014 salvo la que firmó Mad Max el año pasado, decidirá uno de los campeonatos más emocionantes, marcado por una rivalidad que ya se enmarca en los anales de la historia.