ES el campeón de Europa de Turismos (TCR Europe). Se coronó en la primera edición de la competición. El galardón fue “un antes y un después” en su trayectoria, “una lanzadera”, sin embargo no le garantizó un volante que le permitiera seguir creciendo. “No fue ganar y tener asiento oficial en el Mundial”. Es lo que tiene el gremio de las carreras a motor y su invisible trabajo en el arte de la negociación. “Ha sido un invierno muy duro”. Atareado tocando puertas y pisando despachos de la mano de su padre, Ramón. “Hay que obtener resultados para que sea menos difícil”, asevera. Finalmente el proyecto fructificó y ahora está donde está, en la cúspide, en la Copa del Mundo de Turismos (FIA World Touring Car Cup). Mikel Azcona (25-VI-1996, Arrigorriaga), por primera vez, puede decir que vive de su pasión. ¡Quién se lo iba a decir cuando se desvirgó a los 6 años, con un kart que fue capricho de su progenitor?! “No procedo de una familia asociada al mundo del motor, pero a mi padre le gustaban los karts”. Y así comenzó su exitosa historia.

Hasta este año, el piloto vizcaino residente en Nafarroa, en Falces, compaginaba carreras con trabajo o estudios. Hasta finalizar el bachiller “las semanas de carreras me ausentaba de las clases de martes a domingo, pero los profesores me ayudaron muchísimo”, agradece. Seguido cursó, por si se torcía el sueño de ser piloto y a fin de poder seguir abrazado al mundo del motor, un grado de mantenimiento electromecánico de automóviles. Después de los libros apretó tuercas. “Hasta el año pasado he estado trabajando en un taller mecánico”. Ahora, los mecánicos trabajan para que exprima décimas desde el baquet.

El objetivo de Azcona en el Mundial de Turismos es “progresar”. A sus 22 años es el segundo piloto más joven de una parrilla de 30 participantes. Entre la competencia, donde hay siete campeones mundiales, figuran pilotos como el francés Yvan Muller o el italiano Gabriele Tarquini, cada uno con cerca de tres lustros de experiencia en el campeonato. Este último es el más veterano del certamen a sus 57 años; la edad media de la competición es de 34. “Yo los veía en la tele; estar ahí es un salto muy grande, son los mejores del mundo, donde 30 pilotos corren en un segundo de diferencia; dos décimas te dan ocho posiciones, hay poco margen de error”.

llegar y triunfar El calendario del Mundial podría ser un campo de minas para Azcona: solo conoce dos de los diez circuitos que acogerán las 30 carreras de la temporada -a razón de tres por fin de semana-. No obstante, al definirse como piloto precisa que una de sus virtudes es la pronta adaptación a los escenarios. En Marrakech, primera y única prueba celebrada, lo ratificó. En la carrera inaugural fue 9º, aunque sufrió una penalización que le descendió a la 15ª plaza; en la segunda terminó 5º; como colofón de su evolución, en la tercera su subió al podio. Fue tercero para sorpresa de piloto, equipo y rivales.

“Con estar entre los ocho primeros ya me hubiese dado con un canto en los dientes, fue brutal, alucinante. Nadie lo barajaba, estamos impresionados. Ha sido una sorpresa para todos”. Su equipo, el sueco PWR Racing que le prepara el monoplaza Cupra TCR, también es un debutante en el certamen. “Trabajo para ganar, pero hay que ser conscientes de que estamos frente a los mejores del mundo”, templa Azcona.

Algo similar vivió en 2018, cuando se posó en el trono europeo. De los siete circuitos, cuatro eran nuevos para él. “Me adapté bastante rápido”, explica. “Este año me toca otra vez estudiar a tope con el simulador”, añade.

reinventarse Estos éxitos que cosecha los propició una derrota. Como asegura, 2017 marcó un punto de inflexión. El escenario era la Audi TT Cup. “Era el piloto con más victorias, más poles y más vueltas rápidas, pero por estupideces perdí el campeonato”. Terminó segundo. “Solo quería ganar y ganar, y cometí errores. Me frustró tanto que me hizo cambiar como piloto”. Así, reinventado, en 2018 fue campeón del TCR Europe con una victoria y cinco podios en 14 carreras; pero no abandonó en ninguna prueba. “Lo sucedido en 2017 me enseñó a ser un piloto regular, aprendí que hay que saber puntuar y atacar cuando puedes hacerlo”. Es la ley para esta temporada: terminar carreras.

A pesar de la revolución en el Mundial de Turismos, hay una carrera que estableció un antes y un después en la vida de Mikel. Era 2016. Barcelona. Última prueba de la Seat León Eurocup. Cuando desembarcó en el circuito, su madre, Clemen Troyas, llevaba casi dos semanas en estado de coma. Apresado por las emociones, comenzaba la carrera desde la novena posición. “Era muy duro, no tenía ganas de conducir, esto quedaba en un segundo plano”. Mikel fue capaz de abstraerse de la grave situación durante un rato. El suficiente para ganar la carrera y proclamarse subcampeón. El reloj marcaba las 12:50 horas. Al teléfono móvil del padre llegaba un mensaje. Le informaba de que su hijo había ganado en Montmeló; era la primera vez que Ramón y Clemen no acompañaban a su hijo en el periplo de las carreras. En ese mismo instante, Clemen comenzó a respirar sin asistencia. “Al bajarme del podio, mi madre despertó. Fue increíble. Como un milagro. No soy muy creyente, pero esto te hace pensar”. Superada la pesadilla, la familia Azcona-Troyas retomó, como lleva 16 años haciendo, el “yendo y viniendo” a los circuitos.

Este fin de semana la cita les desplaza a Hungría, al trazado de Hungaroring, uno de los dos circuitos del calendario del Mundial que Mikel ya conoce, junto al holandés de Assen. El joven tratará de proseguir con su evolución. El dorsal 96 ya es reconocido en la parrilla: Mikel Azcona. Ese chico que invierte su tiempo de ocio en el quad, en pasear, pescar, jugar al fútbol, estar con la novia o los amigos... Sencillo. Pero cuando pisa el acelerador sorprende al mundo.