El Bercy Arena recibirá mañana a una de las grandes estrellas de los Juegos Olímpicos de París. Simone Biles está en su tercera cita olímpica en cuerpo y también en mente. La gimnasta más laureada de la historia, que fue una de las víctimas de acoso sexual por parte del exmédico de la selección estadounidense Larry Nassar, mandó otro contundente mensaje cuando hace tres años abandonó en plena competición durante los Juegos de Tokio. Biles adujo problemas de salud mental que le provocaban inseguridad a la hora de afrontar los vuelos, conocidos como twisties en el mundo de la gimnasia.

Esa decisión puso el foco en una cuestión a la que hasta hace poco no se le daba importancia en el deporte, pero que se ha convertido en tan importante como los aspectos físicos, técnicos o tácticos. De hecho, en la Villa Olímpica de París se ha habilitado una zona específica para esta área en la que los deportistas pueden acudir a sesiones de relajación, desconexión y visualización para descargar la presión. Porque es, precisamente, esa presión, multiplicada hasta lo insalubre por la influencia de las redes sociales, y la propia exigencia del deporte de élite las que han elevado la preocupación por los aspectos mentales, que ya han dejado de ser un estigma. Si en los Juegos de Barcelona 1992 la selección española de fútbol tuvo que pelearse con todo el mundo para colar a un psicólogo en la Villa Olímpica, en París habrá más de 170 profesionales de la salud mental acreditados por más de 90 países.

“Estuve casada mucho tiempo con la gimnasia, pero ahora lo estoy con otras cosas”, ha dicho la gimnasta de Ohio, que contrajo matrimonio hace un par de años con el jugador de fútbol americano Jonathan Owens y en el Mundial de Amberes ya demostró que está preparada para engordar su palmarés en los Juegos de París. Pero lo ocurrido en Tokio recordó también que no se puede esperar siempre la excelencia, por mucho que se trate de alguien que ha dado nombre de ejercicios y piruetas de gran dificultad, que para ella parecen rutinarios. Sus entrenamientos están siendo de un nivel altísimo y parece predestinada para la medalla de oro, pero en el equipo de Estados Unidos no quieren hacerla cargar con todo el peso. “Creo que ahora mismo ella está en un buen momento y vuelve a estar encantada con la gimnasia. Lo está disfrutando y creo que esto es una redención para ella. Si lo acepta o no, depende de ella”, comenta Chellsie Memmel, la actual seleccionadora estadounidense.

Los problemas de Simone Biles son más comunes de lo que parece en el deporte de élite, pero sí el hecho de que los expresara a la vista de todo el mundo. Nadadores como Michel Phelps, Simone Manuel, Adam Peaty o Caleb Dressel también sufrieron lo que se ha llamado como la depresión posterior al éxito, ese bloqueo mental que se produce cuando tras mucho tiempo de preparación, de rutinas y de exigencia se alcanza el objetivo y con ello llega el vacío. Dressel también está de regreso en París tras perderse la cita de Tokio, pero en su día ya advirtió que no quería “ser una estrella, no estoy preparado para ello”.

Nadie está libre de que la mente le falle y le lleve a una situación límite. Ricky Rubio abandonó el baloncesto de forma temporal en plena concentración para la Copa del Mundo del año pasado y, tras sus meses en el Barça, ha renunciado este año a los Juegos al no sentirse preparado. También la base Mariona Ortiz, que vive su primera cita olímpica con la selección española femenina, reconoce estar viviendo en paz y felicidad tras haber pasado “por momentos oscuros” hasta hace unos años.