España y Francia fueron fieles a los roles que han desempeñado desde el mismo arranque de la Eurocopa y el destino repartió justicia con el criterio adecuado, el correcto. Es decir, se inclinó en favor del buen juego, ni más ni menos. Así de simple. España estará el domingo en la cita cumbre que acogerá Berlín, mientras que Francia hizo las maletas para volar hacia París. Nada que objetar al desenlace, una consecuencia plena de sentido por cuanto se presenció. Ganó el combinado que sale a ganar, perdió el que prefiere guardar la ropa y, si cabe, nadar, en ese orden.

Y pese a que los galos anotaron el primer tanto, prácticamente no hubo margen para que a España se le escurriese el éxito. Demostró ampliamente la superioridad de su repertorio, hizo gala de una jerarquía acreditada partido a partido, excesiva para el combinado de un Didier Deschamps empeñado en cortar las alas a la nómina de estrellas que dirige, forzada a despreciar su enorme potencial ofensivo para abrazar la ley del mínimo esfuerzo.

Mbappé no tuvo su noche Efe

En realidad, los galos no pudieron especular como acostumbran. Su rival le desbordó con naturalidad, por pura inercia, sin realizar nada que no hubiese enseñado ya. Puede afirmarse, en definitiva, que el pulso discurrió sin sorpresas. De la forma que podía preverse. Es sabido que la irresistible tentación de lanzarse a anticipar qué dará de sí un partido, resulta poco recomendable. Suele equivaler a tomar un atajo directo hacia el error. Pero este en concreto reunía argumentos que se suponían sólidos para lanzarse a la piscina. Las personalidades de los equipos, tan dispares a lo largo del torneo, inducían a esperar que sucediese algo cantado, al menos en lo concerniente al desarrollo del juego: uno se quedaba con el balón, el otro se hacía fuerte sin él; uno se esforzaba en mover el marcador y el otro optaba por impedirlo, encantado con prolongar el 0-0.

En fin, España y Francia, cada una con su estilo, anunciaban un pulso que estaba escrito, lo cual no quita para fuese de signo incierto. Había que considerar que la sola presencia de ambas selecciones en la antesala de la final indicaba que el triunfo podía caer hacia cualquier lado. Y tal fue la primera impresión, cuando Kolo Muani adelantó a los suyos en una acción calcada a la que segundos antes desperdició Fabián. Un espejismo.

Remontada de Lamal y Olmo

La prematura ventaja trajo aparejado un repliegue francés que España supo rentabilizar con brío y decisión. Enfrente no eran capaces de interrumpir las transiciones y sufrían ante la movilidad de los numerosos atacantes que se activaban por los resquicios de la tela de araña gala. El premio a la reacción llevó la rúbrica de Lamine Yamal. Probó de lejos y puso la pelota pegada al poste, próxima a la escuadra derecha, imposible para Maignan. La igualada no alteró nada. Al contrario, España perseveró. Había podido comprobar la bondad de su noción del juego, cómo sufría Francia en la contención. Y de repente emergió la figura de Olmo, el chico que parece que no está y posee el don de ser determinante. El sustituto del lesionado Pedri controló en el área, burló a Tchouameni con una finta brillante y de inmediato cruzó con violencia. Koundé tocó, pero el remate ya se colaba de manera irremediable.

En cuatro minutos el bloque más sólido de la Eurocopa recibía dos goles, uno más que en los cinco encuentros previos. Prevalecía pues el fútbol dinámico y ambicioso de los escogidos por Luis De la Fuente. Nunca se dejaron intimidar por la potencia de los extremos galos y defendieron su parcela con solvencia. La clave de lo que acontecía en esa fase, corroborada por el paso de los minutos, era muy elemental: cambiar de registro nunca es sencillo, ni cuando la necesidad apremia. A Francia, habituada a rebajar al máximo el ritmo de los partidos al amparo de una fortaleza física enfocada a tareas de contención, se le vio sin chispa ni profundidad para cargar con la iniciativa, más pendiente de aprovechar la estrategia que de confiar en la elaboración para aspirar al empate.

Salida ante Nico Williams

Prueba de la incomodidad francesa, la arriesgada salida del área de Maignan para abortar una escapada de Nico Williams nada más volver del descanso. Solo Kanté parecía centrado, tan activo como huérfano de socios. Antes de la hora, Navas tuvo que ceder su plaza a Vivian, pasando Nacho a cubrir el lateral diestro. El déficit de pólvora en ataque empujó a Deschamps a adoptar medidas urgentes. Un triple cambio que incluía a Griezmann, el gran ausente en el once inicial. Pese a que no se apreciase un cambio de tendencia sustancial, por mucho que Francia tratase de apretar, en el banquillo contrario quisieron buscar frescura con Merino y Oyarzabal.

Corría el cronómetro sin novedades reseñables e ingresó Giroud, la última bala de un combinado muy intermitente, deslavazado, sin plan B. La intrascendencia de Mbappé, que malgastó una magnífica ocasión tras driblar en carrera a Vivian, se había ido contagiando en las filas francesas, con la honrosa salvedad del joven Barcola y poco más. A esta realidad se agregaba una manifiesta impotencia para cortocircuitar las combinaciones características de España, bajo la batuta de Rodri y Fabián, secundados por el resto, que se ofrecía generosamente para convertir el choque en un rondo, en un martirio y en la defunción del adversario. Tras su rendimiento en los cruces con Alemania y Francia, cuesta pensar que España no levantará la copa.

La ficha del partido

ESPAÑA: Unai Simón; Jesús Navas (Min. 57, Vivian), Laporte, Nacho, Cucurella; Rodri, Fabián, Dani Olmo (Min. 77, Mikel Merino); Lamine Yamal (Min. 91, Ferran Torres), Nico Williams (Min. 91, Zubimendi) y Morata (Min. 77, Oyarzabal).

FRANCIA: Maignan; Koundé, Upamecano, Saliba, Theo Hernández; Kanté (Min. 63, Camavinga), Thouaméni, Rabiot (Min. 63, Barcola); Dembélé (Min. 79, Giroud), Kolo Muani (Min. 63, Griezmann) y Mbappé.

Goles: 0-1:Min. 9; Kolo Muani. 1-1: Min. 21; Yamal. 2-1: Min. 25; Olmo.

Árbitro: Slavko Vincic (Eslovenia). Amonestó a Jesús Navas y Yamal por España; y a Thouaméni y Camavinga por Francia.

Incidencias: Encuentro de semifinales de la Eurocopa disputado en el Alianz Arena de Múnich ante 66.000 espectadores.