bilbao - El 28 de noviembre de 2016 el Chapecoense brasileño viajaba a Medellín para jugar la final de la Copa Sudamericana contra el Atlético Nacional. El avión se quedó sin combustible y se estrelló. Fallecieron setenta y una personas de las setenta y siete que viajaban a bordo. Rafael Henzel, periodista, visita Bilbao estos días como invitado del Thinking Football Film Festival.

¿En qué medida cambió su vida el día del accidente?

-Tengo una responsabilidad mayor. Soy de una ciudad pequeña, soy periodista y tengo dos programas de radio diarios. Siempre hablé con un público más pequeño y hoy todas las opiniones que doy en las redes sociales tienen una responsabilidad mayor. Principalmente, cuando se habla de vida y de muerte. Soy una persona agradecida porque soy uno de los seis supervivientes de los setenta y siete que viajaban en el avión. Siempre tengo que decir que cuando se sale vivo de una tragedia es posible recomenzar. El camino es difícil y hay dudas de cómo te recompondrás de las lesiones físicas y psicológicas, pero el primer paso hay que darlo. Ya que tengo esta posibilidad de hablar para más personas doy este mensaje de que es posible salir de una tragedia, ya sea pequeña y particular o una tragedia mediática como fue la nuestra. Hay que empezar con fuerza.

¿Es usted el mismo Rafael?

-Sí. Estuve siete días en el hospital con siete costillas rotas, los dos pulmones perforados, lesiones y cortes? Y decidí que volvería a trabajar cuarenta días después del accidente. Comencé a trabajar el 9 de enero. Los médicos decían que estaba loco. El mejor remedio para recuperar mi vida era volver a trabajar con el micrófono. Solo dos meses después del accidente ya estaba retransmitiendo partidos del Chapecoense. Mi vida solo paró cuarenta días. Conseguí el objetivo que me había marcado estando en el hospital.

¿Cuesta asimilar que se ha sobrevivido a un accidente aéreo?

-Lo primero es no imaginar que eres un héroe. Fue algo muy fuerte. Quizás un milagro. Se hicieron muchas camisetas con la leyenda yo soy un milagro. Pero creo que eso es invasivo con las personas. Cada uno cree en algo. Hay quien cree en los milagros, pero nunca vieron uno. Si esto es bueno para la gente, yo acepto la palabra milagro. En el hospital, las personas que se iban a hacer un trasplante, venían a tocarnos a la habitación porque creían que con nosotros había pasado algo muy fuerte. Pero yo nunca imagino lo que pasó aquella noche. Yo me desperté en un cerro, en un banco de tres asientos con un fallecido a cada lado. No tengo ni idea de lo que pasó. Y no lo pienso mucho para no crear ilusiones. Pero lo agradezco mucho todos los días. Dios me calentó, porque estuve cuatro horas a dos grados bajo cero, y me cuidó hasta que llegó la ayuda. Lo tengo que agradecer. Me imagino el impacto como una hoja de un árbol en medio de un tornado.

¿Cómo valora que se proclamara al Chapecoense campeón de la Copa Sudamericana?

-Fue bonito. Cuando me rescataron yo no sabía cuán grave era lo ocurrido. Preguntaba en el hospital y me decían que en el hospital estábamos cuatro ingresados. No me decían todos los que habían muerto. Yo quería la lista. Son 68 familias que perdieron a alguien en el accidente. Un día recibí la información de que el Atlético Nacional hacía ese gesto de fair play pidiendo el título para Chapecoense. Medellín y Chapecó no tenían ninguna relación futbolística, cultural o económica. Y el 30 de noviembre 90.000 colombianos fueron al estadio para homenajear al Chapecoense. El fútbol no tiene fronteras. Me hizo feliz. En aquel momento el mundo se paró y reflexionó. Yo siempre digo que tengo sangre colombiana y estoy vivo gracias a los colombianos.

¿Cómo ha sido la reconstrucción del Chapecoense?

-Muy difícil. El equipo volvió a trabajar el 9 de enero, como yo. Y no había nadie. Llegaron jugadores de otros equipos, futbolistas pagados por otros clubes. Llegaron sin saber lo que iba a pasar. Hubo mucho apoyo de otros clubes. Y ese equipo consiguió su mejor clasificación en la Serie A, el octavo puesto. Se clasificó para la Copa Libertadores. En 2018 el club empezó a caminar con sus propias piernas, pagando los salarios e intentando permanecer en la primera división. En 2017 los jugadores trabajaron por la causa, por la voluntad de reconstruir el equipo. Chapecó es como el Athletic. No es un equipo, es una ciudad. Los jugadores llegaron por la causa, pero con el tiempo van cambiando los jugadores y se pierde esa relación. El 2017 fue el año de la superación. Creo que es posible volver a tener un equipo competitivo, pero es muy difícil hacer un equipo. Si cuesta meter cuatro o cinco fichajes cada temporada, imagina lo que es perder diecinueve jugadores de la plantilla.

¿Ha pasado página la afición?

-El fútbol es pasión. Y en el fútbol hay que ganar. Cuando se pierde el aficionado no mira lo que pasó atrás. Muchos colegas brasileños me dicen que hay que ganar un título en homenaje a los fallecidos. Pero no es tan fácil. Muchas personas no volvieron al estadio, porque hay una relación todavía muy próxima. El estadio del Chapecoense es pequeño y el 3 de diciembre de 2016 se llenó para despedir a cincuenta fallecidos en sus cajas fúnebres. Fue una conmoción y mucha de esa gente que fue aquel día a rezar no ha podido volver al estadio por la tristeza que le causó. Hay que dar un plazo, para recomponer al equipo, pero también para recuperar a los aficionados.

¿Cuál ha sido el momento más emotivo de la reconstrucción?

-El primer partido, el 21 de enero de 2017, fue emocionante para mí. Se entregaron las medallas de campeones a los familiares. Me dijeron que yo tenía que recibir una medalla. Salí de mi cabina de retransmisión y según bajaba toda la afición se levantó. Esto me emocionó mucho. En la zona mixta me encontré con todos los familiares, con madres de periodistas fallecidos que me abrazaban. Me abatió. Tuve que sentarme para llorar mucho. Volví a retransmitir el partido. Y el 3 de diciembre de 2017, exactamente un año después del velatorio en el estadio, Chapecoense ganaba en el último minuto y se metía en la Copa Libertadores. Un año después de que los chapecoenses llorasen a sus fallecidos, a la misma hora lloraban de felicidad. El mismo día, a la misma hora. No es posible. No puede ser coincidencia.

¿Ha quedado cerrado el capítulo de responsabilidades e indemnizaciones?

-No hay nada. Los familiares de los jugadores han hecho acuerdos con el Chapecoense y los de los periodistas los han hecho con los medios de comunicación. Pero legalmente no ha habido ningún imputado, nadie ha ido preso. Yo no he ganado ninguna indemnización. Nadie la ganó. Es una injusticia que nadie pague por este crimen. Es lo más importante. Yo estoy bien y al ser posible quiero ser la última persona en cobrar un indemnización, porque tengo colegas que eran la fortaleza de sus familias y, al morir, sus familias tuvieron que empezar a vivir dificultosamente.

¿Cómo sigue montando en avión?

-Dicen que la vida es una sola. No. La muerte es una sola. La vida son varias vidas y tenemos que aprender a vivir cada una de ellas. Yo estoy aprendiendo a vivir mi segunda vida y no quiero ir en busca de la tercera. Hay que seguir firmes y fuertes, porque es emocionante poder decir que el camino es difícil, pero la llegada es muy bella. Quince días después del accidente viajé de Medellín a Chapecó en avión. Y después empecé con vuelos comerciales. Todos me preguntan por qué no tengo miedo. Yo tengo que trabajar y Brasil es muy grande. Hay ocho mil kilómetros de costa. Es imposible viajar en coche y, si tengo que retransmitir un partido del Chapecoense a cuatro mil kilómetros, tengo ir en avión y confiar. Yo no sufrí un accidente de avión. Fue una falta de combustible. Fue un crimen. Así que es muy seguro. El otro día viajé junto a una señora que no me dijo nada en todo el vuelo. Al acabar el viaje me dijo que había sido el vuelo que había hecho más tranquila en toda su vida, porque estando yo en el avión era imposible que se cayese otro avión por segunda vez.