El pasado siempre vuelve. La memoria del ciclismo por los sótanos y los bajos fondos del dopaje se agita de cuando en cuando, como si se tratara de una tradición que no debe caer en el olvido. En ese ecosistema de memoria selectiva, algunos personajes surgen para censurar los vicios, usos y costumbres de un mal endémico del ciclismo. Hay voces que asoman para pedir perdón o obtener algún tipo de redención. Otros, directamente, prefieren los ajustes de cuentas. Los testimonios son numerosos y variados. El de Johan Bruynnel, quien fuera director de Lance Armstrong, suele emerger con la nariz respingona de la suficiencia y el victimismo propio del verdugo.

Cuando la USADA arrancó a Armstrong del pedestal de la gloria por dopaje, el belga fue sancionado de por vida al igual que el ciclista. El ciclismo, con esa capacidad tan suya de reinvención y las dosis necesarias de cinismo, los maldijo. Los borró. Proscritos. El Tour tachó a Armstrong del palmarés. Siete años sin campeón. Memoria en blanco. "El personaje de Lance fue asesinado. Esta demonización colectiva es fácil de hacer, pero imposible de deshacer. Es difícil de aceptar, especialmente porque hubo mucha hipocresía", apuntó Bruyneel en la defensa de su verdad en una entrevista en Eurosport.

"Con o sin dopaje, en toda la historia del ciclismo, cada gran campeón fue siempre el mejor de su generación. Y Lance no fue una excepción a esa regla", aseguró el belga, director al volante del lisérgico viaje de Armstrong por el julio francés. Armstrong lo fue todo. El mito que conquistó siete Tours y el tahúr de las mil trampas. El hombre que superó el cáncer y el corredor que reinó, amparado en el dopaje sistemático, en una época en la que el ciclismo chapoteaba en el lodo de la EPO. Refugiado en esa idea, Bruyneel defiende a su campeón. El belga se clamufa en la cortina de humo de lo genérico: todo el mundo lo hacia. Esa es su lógica. Para Bruyneel Armstrong era el mejor con o sin trampa. Nunca se sabrá si lo hubiese sido sin dopaje, pero con su ayuda, no tuvo rival.

Para el belga, la ecuación viene a ser la siguiente, nada se le puede reprochar a alguien que superó a sus competidores haciendo trampas porque según su relato todos las hacían. Cartas marcadas. "Lance no se dopó más que los demás. Incluso me atrevería a decir que hizo menos, especialmente en comparación con los ciclistas que fueron atrapados en Operación Puerto con el Dr. Fuentes, ciclistas como Mayo, Basso, Ullrich, Hamilton, que eran los principales rivales de Armstrong. Él fue el mejor de su generación", dijo el belga, que también salva al resto para sostener el relato tramposo que le conviene.

En Bruyneel no se advierte ni un ápice de autocrítica. "Nos han manchado hasta el punto en que nos hemos convertido, en todas partes, en persona non grata", expuso. El enemigo siempre son los otros, el resto, como si él no tuviera ningún tipo de responsabilidad en las decisiones que ambos tomaron para sacar ventaja. "El problema es que la USADA afirmó que este era el sistema de dopaje más grande en la historia del deporte. ¡Decir eso es una mierda total! Hemos visto cosas mucho peores, en Rusia o Alemania Oriental", apuntó Bruyneel, que subrayó la "hipocresía" de quienes les han vetado: el director del Tour, Christian Prudhomme, y el presidente de la UCI, David Lappartient.

"Ambos dicen que no quieren escuchar el nombre de Armstrong. Es un poco hipócrita de todos modos: por otro lado, no dudan en tomarse selfies con los demás... Pero todo es político", analizó Bruyneel. El belga considera que esas dos figuras imposibilitan su regreso al circo ambulante del ciclismo. Es cierto que varias figuras polémicas continúan en el escaparate y horadan la credibilidad del ciclismo, pero no lo es menos que la postura de Bruyneel no deja ser el discurso de un trilero.