DE repente, un descuido, velocidad y un muro. Así se escriben muchas tragedias. Ahí se estrelló el Tour de Francia en el cuerpo de Chris Froome, aplastado contra la fatalidad, que nunca descansa, siempre en vigilia. Aunque roto por dentro, con el fémur, codo, cadera, costillas y vértebras quebradas, Froome sonreía. Contento de estar vivo. En el Critérium del Dauphiné, en el reconocimiento de una crono un miércoles cualquiera de junio, a Froome le estalló el sueño de coronarse por quinta vez en el Tour de Francia. No habrá Froome en el santuario de los Campos Elíseos, donde se esculpen los nombres de las leyendas que bordan la memoria de la Grande Boucle. Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault y Miguel Indurain no compartirán espacio. Los intocables de París. Froome no lo es. El británico de los cuatro cetros: 2013, 2015, 2016 y 2017 no estará en la Grand Depart de Bruselas en un Tour que rinde tributo a Merckx cuando se cumple medio siglo de la primera conquista de El Caníbal, en 1969.

La carrera de Froome es otra. Muy distinta. Un viaje hasta lo más recóndito de sí mismo, a las entrañas de la lucha contra uno mismo. El británico se enfrenta a la odisea de curarse. No existe Tour más duro que ese. Froome deberá recomponerse para tratar de ser el mismo después de un accidente que le ha hecho añicos y le ha convertido en un puzle después de la cirugía. El británico encara la última frontera, pero no la de la eternidad, ni la posteridad con la que se escribe el relato de los grandes campeones del Tour de Francia. La gigantesca figura de Froome se medirá al colosal reto que le planteará la rehabilitación. Además, no habrá certidumbres ni garantías. Froome deberá pelear pulgada a pulgada para restablecerse. El tiempo dirá si conseguirá reponerse del todo y ser el que fue.

Arrancado el británico de su jardín favorito, en el que cultivó cuatro coronas de laurel aferrado al poderoso Sky, el Tour de Francia entra en otra dimensión sin la huella de Froome, el hombre que siempre estuvo allí. Todo cambia. Nada será como se preveía. La Grande Boucle se convertirá en un territorio desconocido sin la presencia del actor principal de la trama durante más de un lustro. Apagado el foco de su referencia, el Tour recobra una luz distinta, la de un parpadeante neón toda vez que Froome y el Sky conformaban una fortaleza inaccesible para el resto. “No es lo mismo correr con el Sky que contra el Sky”, suele recordar Mikel Landa cada vez que se plantea el asalto al Tour. El Sky ya no tiene el nombre, pero es el mismo equipo sideral bajo la nomenclatura del Ineos, el patrocinador que tomó el relevo. La cuestión es saber si Froome dispone de un heredero capaz de igualar sus prestaciones en el Tour, una carrera que manejaba a su antojo.

El pasado curso Geraint Thomas tomó el testigo de Froome, aunque es cierto que las circunstancias -las dudas en cómo se resolvería el caso del salbutamol de Froome y la apuesta del británico por enlazar el Giro, que ganó, y el Tour- restaron potencial al británico, tercero al final. Para la presente edición de la carrera francesa, la apuesta inequívoca en el Ineos era asaltar la historia con Froome. La caída en el Dauphiné cortó de cuajo esa opción. En el Ineos, el nuevo Sky, la idea pasa por continuar con la tradición del julio francés. El costumbrismo de la gloria. Campeón el equipo británico en seis de las siete últimas ediciones de la carrera. Desarmado Froome, Geraint Thomas, vencedor en 2018, y Egan Bernal se presentan como herederos del cuatro veces campeón. Resulta aventurado pensar que puedan responder con la misma solvencia de Froome, icono del Tour en la última década, pero ambos partirán con la responsabilidad de continuar la herencia de Froome. El Ineos, el mejor equipo del mundo, repleto de estrellas sometidas a la disciplina del tajo por el bien común, por el ideario del Tour, se ocupará de darles cobertura.

A pesar de la supremacía de la formación ideada por David Brailsford, la falta de Froome abre una grieta en la que el resto de rivales que pujen por el cetro del Tour en un recorrido plagado de montaña y escaso de kilometraje contrarreloj deberán hacer palanca. La intimidante sombra de Froome no oscurecerá las ilusiones y esperanzas de los adversarios del Ineos, algo que demanda un paso al frente del resto de competidores. Hombres como, Landa, Quintana, Bardet, Urán, Nibali, Fuglsang, Adam Yates, Pinot o Mas tendrán que mostrarse valientes en el Año I sin Froome, cuando el Tour entra en territorio desconocido.