NO hay una sola carrera en el mundo en la que Joxean Fernández, Matxin, (Basauri, 22-XII-1970) no haya echado el ojo a algún corredor. Tal vez la afirmación suene exagerada, y es probable que lo sea, pues sus ojos no dan para escudriñar al detalle todas y cada una de las pruebas del calendario, aunque el número es seguramente elevado. Muy elevado. Sin entrar en demasiados detalles, se cuentan por decenas los corredores que han alcanzado la élite y han hecho carrera después de que fueran cazados por el instinto del director vizcaino, que ejerce ahora como mánager del UAE Team Emirates. La cifra no es exagerada, como tampoco la sentencia que Matxin hace sobre uno de sus pupilos: Tadej Pogacar (Komenda, Eslovenia, 21-IX-1998). De él, uno de los jóvenes llamados a dominar el panorama ciclista en un futuro no muy lejano, el basauritarra asegura que “es un campeón”. “Hay una diferencia muy grande entre lo que puede ser un campeón y un buen corredor. Este es un campeón”, agrega.

Junto al autobús del equipo, en Zumarraga, donde el lunes la Itzulia dio su pistoletazo de salida con una sinuosa contrarreloj en la que Pogacar, de solo 20 años, cedió 43 segundos con respecto al líder, Maximilian Schachmanm, el esloveno luce su mejor sonrisa, se ajusta el casco y con voz tímida habla sobre las palabras de su director: “Ya veremos lo que sucede en el futuro”. De momento, aunque dice ser consciente de que ha centrado el interés mediático por su pronta eclosión, no obstante a finales de febrero conquistó la Volta al Algarve por delante de corredores de la talla de Wout Poels o Enric Mas, asegura que no se pone “presión”. “Igual sí la siento un poco, pero yo no me la pongo. Ganar en el Algarve fue increíble. No esperaba hacerlo, pero sucedió”. Madera de ganador.

El reciente triunfo en la prueba portuguesa terminó de colocarle en el escaparate mundial después de que el año pasara ganara el Tour del Porvenir, en cuyo palmarés figuran, entre otros, los nombres de Egan Bernal (vencedor en 2017), David Gaudu (2016) o Marc Soler (2015). Su nombre, eso sí, comenzó a sonar con fuerza tiempo atrás. En 2016, su exhibición en el Giro de la Lunigiana dejó prendado a Matxin: “Era júnior cuando le conocí. En la última etapa, yendo de líder, atacó y ganó. Luego le volví a ver en su primer año de amateur y no dudé en ir a hablar con él para tratar de acercar posturas”. Entonces, el vizcaino apuraba sus últimos meses de trabajo en el Quick-Step como cazatalentos. Llegó incluso a realizar un test con el joven Pogacar en Bélgica, pero el esloveno aceptó finalmente la oferta del Team Emirates. “Entramos casi en conflicto los dos equipos”, relata. “Terminó fichando por el UAE, pero mira, ahora estamos trabajando juntos”, se congratula.

Al que es ahora su pupilo, Matxin le define como “un corredor sencillo”, aunque no puede evitar recalcar que tiene “carácter ganador”. “Es súper polivalente. Puede hacerte bien una crono, subir un puerto sin problemas e incluso esprintar. Además, recupera muy bien los esfuerzos”, añade. Consciente del potencial de Pogacar, su mánager no quiere correr prisa con él, aunque tras la etapa de ayer sigue siendo el segundo corredor mejor posicionado de su equipo, con 47 segundos perdidos con respecto al líder. “De momento, está aquí para aprender, aunque le consideramos un corredor importante. Yo creo en los jóvenes y les damos un espacio deportivo”.

CICLISTA POR SU HERMANO El futuro aguarda a Pogacar, que deberá rivalizar con corredores de la talla de Egan Bernal, Daniel Felipe Martínez o Enric Mas, quienes representan una hornada ilusionante para los aficionados. Como ellos, el esloveno no oculta que ama su deporte, tan duro y exigente como emocionante. Un amor que le llegó de la noche a la mañana, mientras de manera esporádica practicaba atletismo y fútbol. “Empecé a montar en bicicleta hace once años porque lo hacía mi hermano”, relata. Un comienzo que diferirá poco del de muchos de sus compatriotas, que ven en Primoz Roglic, el ganador de la Itzulia de 2018, a un referente. El fruto del trabajo bien hecho. “Eslovenia es un país pequeño, pero tratamos de hacerlo lo mejor posible. Tenemos muy buenos clubes de formación que trabajan muy bien la cantera”, relata Pogacar.

Instantes después termina de ajustarse el casco, echa un último vistazo a su bici, muy distinta de aquella a la que se subió por primera vez con nueve años, y antes de despedirse camino al control de firmas no oculta que está en la carrera vasca para obtener una buen resultado en la clasificación, pero no se le caen los anillos: “Si tengo que trabajar para ayudar a mis compañeros, lo haré”.