A Final Four de la Basketball Champions League ha vuelto a poner a Bilbao y Bizkaia en el escaparate internacional. El poder de convocatoria y de movilización del deporte ha traído más de 4.000 aficionados para dar un impulso económico a la ciudad incluso con un evento que, sin contar con los nombres más lustrosos del baloncesto europeo, ofrece oportunidades a la amplia clase media. Desde la mañana, la ciudad y sus lugares más emblemáticos se tiñeron de los colores amarillo del Tenerife y el Ludwigsburg, rojo del Manresa y púrpura del Hapoel Holon. No había prisa porque el fin de semana es largo y quien pueda tiene intención de estirarlo, sobre todo los canarios, a quienes el viaje les salía por un buen pico.

La apertura de la Fan Zone ofreció la oportunidad de quitarse los nervios y de confraternizar entre las aficiones, que se mezclaron para improvisar partidos de 3x3 en una de las canchas habilitadas en El Arenal. Los seguidores del Hapoel, bautizados a sí mismos como Holonia on Tour, fueron los más animosos en su desfile por el Casco Viejo y después de los de Manresa, los más numerosos con 1.200 personas. Algunas de ellas no tenían entradas lo que provocó un retraso en el acceso al Bilbao Arena que algunos no soportaron muy bien, acostumbrados como están a desplegar sus dotes de animación desde mucho antes del partido.

En cuanto pudieron entrar, ocuparon casi una esquina completa del pabellón y desplegaron banderas y un enorme tifo que rezaba Purple Army para acompañar a sus bien coordinados y coreografiados cánticos. Era su momento para disfrutar porque con la caída del sol empezaba la liturgia del sabbat, que obliga al recogimiento y a parar cualquier tipo de actividad productiva.

En la esquina contraria, la representación canaria apenas podía hacerse notar, pese a que su equipo fue casi siempre en ventaja. Y también había seguidores del Bilbao Basket que en la parte alta del pabellón observaban con tranquilidad pensando en que, quizás, algún año su equipo pueda volver a un evento como este. No pareció haber mucho celo en la distribución de las localidades porque en algunas zonas se mezclaban aficionados de los cuatro conjuntos y nunca hubo un problema en una cita en la que el dispositivo de seguridad supera el de cualquiera de las citas habituales en Miribilla.

Y, al final, le llegó el turno al Manresa cuyos seguidores convirtieron el Bilbao Arena en una versión ampliada del Nou Congost: “Resa, Resa, Resa”... Más de 3.000 ocuparon casi la mitad de las gradas con el color rojo que triunfa esta temporada en la Liga Endesa y en Europa y rugieron con cada acción de un equipo que no racanea a la hora de dar espectáculo. Los alemanes, un par de centenares escaso, aporreaban un bombo que apenas se podía oír por encima del griterío de los aficionados del Bages. Realmente, el que juega como en casa en esta Final Four es el más modesto de los cuatro equipos, que sabe que está ante una oportunidad histórica de reverdecer aquellos laureles de finales de los 90.

En el primer día, el evento respondió a lo esperado y por el ambiente que se vivió se diría que lo que se ve en la cancha merece la pena. Al fin y al cabo, la competición no entiende de clases y juntar a cuatro equipos en la misma sede, más si es neutral, eleva la emoción. Bilbao puso a disposición de la FIBA sus recursos humanos y técnicos, sus calles y sus medios, y parece que el esfuerzo va a merecer la pena.

El torneo, sin los nombres más lustrosos del baloncesto europeo, ofrece a cambio oportunidades a la amplia clase media

En la Fan Zone se mezclaron las aficiones para improvisar partidos de 3x3 con los que pasaron el rato hasta la hora de subir a Miribilla