Una carrera a través de las gradas. Gesto desencajado. La alegría se desborda. Aitor Elordi sube a abrazar a su familia. Es el campeón del Manomanista. Su amama, Begoña Arrieta, cumple años este mismo lunes. Un buen regalo. El mejor. “Ella es la que ha tirado del carro de la familia. Eso me llena más que la txapela incluso”, describe. Rodea con sus brazos a Josune Txakartegi, su madre. Todo se vuelve una espiral. Todo da vueltas. El presente y el pasado se solapan como las dos caras de la misma moneda. En una campaña ha cambiado su vida: en verano de 2022 estaba jugando teloneros, en Segunda. Poco antes, apenas unos añitos, Aspe pensó en no renovarle el contrato. El camino, tortuoso, ha estado repleto de espinas, de esfuerzo, de seguir siendo cabezón. El camino ha sido un potro. El camino ha sido complicado. Elordi continuó. Tuvo un presentimiento mientras estaba en Promoción: se veía en Primera. Aprovechó la oportunidad en el Cuatro y Medio y acabó tercero. Aprovechó la oportunidad en el Parejas y se llevó la txapela con José Javier Zabaleta. Apenas había disputado estelares. Más pimienta en la historia: no iba a estar en el Manomanista, dado que no había tiempo material para jugar en las previas de la promotora; Beñat Rezusta, con dudas, declinó participar en la víspera y el de Mallabia salió con lo puesto. No iba a jugar y… 

Este domingo se proclamó campeón de la modalidad más importante del curso manista en el frontón Bizkaia de Bilbao. Un detalle más: la victoria fue ante Jokin Altuna, favorito absoluto para la cátedra, desdibujado, incómodo. 18-22. El mallabitarra se instala en el firmamento. Asalta el cielo. Vestirá el colorado durante todo el curso. Su nombre está en la historia. Aitor es una nueva estrella. Un final made in Hollywood. Una historia para la gran pantalla. Para Spielberg. Elordi en Cinemascope. Elordi en VistaVision.

A Elordi le llamarán revolución como lo fue Unai Laso en 2022, otro huracán, o Erik Jaka en 2020. Ambos hablaron sobre él y se vieron reflejados en el espejo del campeón. Ambos consiguieron el cetro desde el camino de la sorpresa. Dos aprendizajes: mentón alzado y creer en uno mismo. Sigue. Sigue. Sigue. El fracaso es dejar de intentarlo. La derrota no es un error, simplemente es una bala más en el ala. Hay que continuar. Aitor conquista el mano a mano en su primer campeonato de la especialidad en Primera en base a lo arrebolado de su propuesta y a su capacidad de resurgir de sí mismo. Ave fénix sobrevuela el Bizkaia. Redivivo. 

La remontada de Elordi

En el 14-11, con Altuna III mandando, aunque visiblemente incómodo, se dio cuenta de que tenía que mostrar algo más. Un paso adelante. Más ritmo. Una final del Manomanista no se juega todos los días. Nada que perder. Mucho por ganar. El vizcaino se asomó al camino de baldosas amarillas para imponer su velocidad. Aprovechó su diestra, castigando a su contrincante, y aplicó la política de tierra quemada. Blitzkrieg Elordi. Que pierdan la guerra antes de que siquiera puedan recoger los escombros. Relámpago Elordi. Buscó el remate y no se achicó. Cabeza alta. Mirada al frente. Pose seria. La de las oportunidades aprovechadas. Elordi traza una dejada en la punta y cambia el pie. Pisa el acelerador. Inerme su rival aunque siempre peligroso, porque Jokin es un animal competitivo y da tanto miedo como la cabeza del Cid en una pica, aprovechó un saque y un saque-remate para poner el 14 iguales. Se fue con un dos paredes de volea y un buen gancho. La renta se amplió hasta el 14-18 con un yerro del guipuzcoano con la zurda y el enésimo saque-remate del vizcaino.

Aitor Elordi, campeón del Manomanista Borja Guerrero

Las tornas cambiaron. Si bien Altuna III había jugado buenos tantos desde el descorche, la sensación era de que las distancias –estuvo 7-3 y 12-8– se le esfumaban como por arte de birlibirloque. El guipuzcoano, un pelotari mágico pero además seguro, no castigó con la zurda y, pese a que coleccionó algún que otro remate de mérito, no fue capaz de sacar brillo a su remate de chistera y varita. Reconoció al término del envite que no fue por culpa de la presión. El camino de Jokin se eclipsó ante un contrincante que amaneció con las ideas claras y las piernas como columnas dóricas, que no le temblaron a pesar de viajar a contrapelo

Y es que Elordi viaja en la cresta de la ola. Le dicen peligroso por ello. Huele a salitre y dinamita. Ha brillado toda la campaña y lleva semanas con la vitola de ser el mejor del año. Descarado ante la adversidad, el mallabitarra asumió la posibilidad de fantasear y se metió de lleno en el sueño de una tarde de primavera. 

Los fantasmas del Astelena

Con el 14-18, no obstante, aparecieron los fantasmas del Astelena de Eibar. En el precedente, el vizcaino mandó por 15-18. Un enrabietado Jokin le dio la vuelta de una tacada. El amezketarra, al que mordisqueaba la renta en contra, aprovechó un gancho a la chapa de su contrincante. El campeón de 2018 y 2021 afiló una parada al txoko. Tomó oxígeno. Un fallo del guipuzcoano en plena escalada cambió el discurso. Altuna erró una dejada con la zurda, precipitado. Y la remontada tuvo que esperar a un saque-remate de Elordi (16-20). 

A dos palmos de la txapela, el vizcaino apuró sus opciones al segundo pelotazo. A tumba abierta. Y se le escapó el suspiro. Gancho abajo. Altuna respondió con otro error: un remate a la chapa. Aplausos en la grada en el último saque del mallabitarra. El vizcaino jugó su peor tanto. Se equivocó en las decisiones y Jokin, duro como una roca, un partisano, aprovechó para clavar un buruzgain. El cierre llegó con una falta de saque del amezketarra cuando se la jugaba a todo o nada. 

Y Elordi salió corriendo a abrazar a toda su familia. Salta. Brinca. Brama. Toro salvaje. Y piensa en el regalo para amama y en todo lo que ha vivido, en el camino que le queda por recorrer y lo que hay en el retrovisor. Todos esos recuerdos se le posan en la cabeza con la delicadeza de una mariposa. Juan Martínez de Irujo le coloca la txapela de campeón del Manomanista de 2023. Seis letras en la historia: Elordi. La vida ha cambiado. El futuro es una alfombra roja. Derriba las puertas del cielo. Le queda un año para disfrutar y un montón de páginas por escribir.