HACE casi cuatro años, Iñigo Betolaza anotó un triple desde la esquina en el último segundo que dio el pase a Unamuno a los octavos de final del Campeonato de España que se jugó en Bilbao. El martes, desde el mismo lugar del campo, anotó su primera canasta oficial con el Bilbao Basket al inicio del duelo de la Champions LeagueAmbas similares acciones revelan el gran salto que ha dado el base bilbaino que, con 20 años, se ha encontrado en una situación inesperada. Después de su etapa junior, se marchó a Torrelavega para poder compaginar el baloncesto con sus estudios de Fisioterapia y esta temporada se incorporó al Bilbao Basket a requerimiento de Álex Mumbrú, en principio para jugar en Primera Nacional, echar una mano en los entrenamientos y estar en el grupo de canteranos que iba a completar las convocatorias en Europa.

Pero las desgracias se han empezado a acumular en la plantilla de los hombres de negro y Betolaza, carente de competición con el filial por la pandemia, ha hecho su trabajo en los entrenamientos y se ha visto de titular en los dos últimos partidos ante el Valencia Basket y el Brose Bamberg. “No lo esperaba, pero me ha llegado la oportunidad y estoy contento y con muchas ganas de aprovecharla”, cuenta desde el aeropuerto donde esperaba el regreso a Bilbao con el tobillo derecho bien protegido porque él tampoco se libró de la maldición de las lesiones que le habían dejado como único base puro en el equipo.

Durante el confinamiento, Mumbrú se puso en contacto con Josean, el padre de Iñigo, para explicarle los planes para la presente temporada y mostrar su interés en el jugador, al que ya conocía de su etapa en Unamuno. “Yo tenía claro que iba a seguir estudiando y como lo llevo bien, decidí hacer el esfuerzo”, explica el base bilbaino, quien tenía el ejemplo en casa. Josean fue durante muchos años fisioterapeuta del Bilbao Basket y en los 80 también tuvo que compaginar el deporte profesional y los estudios. “Él fue quien me animó, me dijo que probara y que si no cogía esta oportunidad me podía arrepentir. Es una experiencia que, la verdad, no muchos pueden vivir. Me está ayudando mucho para sacar todo adelante”, añade.

Aquel niño que tiraba casi compulsivamente a canasta en La Casilla mientras su padre atendía a los jugadores del Bilbao Basket se ha convertido en un vizcaino más que debuta en la Liga ACB. Hacerlo sin haber pisado antes el baloncesto profesional y no desentonar le da aún más mérito. “Yo pensaba en ayudar en los entrenamientos y si acaso, jugar algún minuto en algún partido que pudiera estar decidido, pero las cosas han venido así y creo que lo estoy llevando bien”, comenta Iñigo sobre esa responsabilidad que le cayó de repente en un equipo que, además, no está en su mejor momento. “Es posible que ahora estemos un poco bajos de confianza porque sabemos que la situación es complicada y no es la que queremos. Pero nos estamos ayudando mucho unos a otros, veo que la gente está muy metida y todos los jugadores quieren demostrar que tenemos calidad y podemos estar mucho mejor”, reflexiona.

Optimismo

A Iñigo Betolaza, como a Nahuel Del Val, que también ha estado estos partidos con los mayores y pudo jugar un minuto y medio ante el Valencia Basket, y a los otros jóvenes que reclama Mumbrú para entrenar les llega este momento “con poca experiencia, por eso tratamos de hacer todo lo que nos piden y ayudar en cada entrenamiento”. El base bilbaino es optimista ya que “no falta mucho para que se recuperen todos y estoy seguro que entonces mejoraremos como equipo”.

A la espera de saber si podrá estar disponible para el domingo ante el Andorra, el pequeño de la saga de bases que inició su padre Josean y siguió su hermano Jon quiere mantenerse alerta para seguir aprendiendo y tranquilo cuando le toque saltar a la cancha. Para ello, tiene el mejor profesor posible. “Javi (Salgado) me está ayudando mucho, desde pequeño me ha visto por La Casilla y ahora tenerle de entrenador es un lujo para mí”, asegura. Ahora que le ha tocado hacerse con la batuta, “también Jo (Rousselle) y Ludde (Hakanson) intentan ayudarme en todo lo que pueden. Estoy muy contento y espero seguir aportando”. Las oportunidades llegan en el momento menos pensado, las lesiones han aparecido para diezmar a los hombres de negro y Iñigo Betolaza ha cazado la suya al vuelo con un gran salto desde las modestas canchas de Primera División a este baloncesto de burbujas y gradas en silencio.