Imanol Erviti la voz le suena alegre y risueña como los días largos de verano, aunque es otoño, el reloj se achica y noviembre está a un palmo de diciembre. A los 37 años, las piernas de Erviti, que acumulan 13 Vueltas, 11 Tours y un Giro, se hamacan en el descanso a la espera de que amanezca un nuevo curso. Será el 17º de su extensa carrera. “Ahora estoy disfrutando de los míos, de las vacaciones, pero mirando la temporada que viene”, dice el navarro, que cuando se bajó de la bici en Madrid el pasado día 8 sumó su 25ª grande en el archivo de la memoria. Un registro magnífico, un hito, más si cabe en una época donde impera la hiperespecialización en el calendario y la mirada se detiene en el momento, en lo instantáneo, en lo fugaz. El relato de Erviti se asemeja más a una novela que al fogonazo de un tweet. “No tengo la sensación de haber corrido 25 grandes. Cuando empiezas en esto no piensas en esas cosas y si quieres que te diga la verdad, se me ha pasado muy rápido. He disfrutado”, reconoce Erviti.

Ciclista poderoso y de aliento largo, el navarro es un gregario de lujo que se siente feliz de servir a sus líderes. “En eso he tenido suerte. He trabajado para grandes líderes”, discurre Erviti, que antepone el nosotros al yo. Espíritu mosquetero el suyo. Uno para todos y todos para uno. Por eso, porque su visión es refractaria al egoísmo, huye de cualquier vedetismo y escapa de los adjetivos grandilocuentes. “No me gusta que me llamen eso de capitán de ruta ni cosas por el estilo. Trato de hacer mi trabajo lo mejor posible y eso es todo. Eso es lo que me llena”, analiza Erviti, un hombre a una maleta pegado. “La de esta temporada tan rara la dejé en la nave del equipo a la vuelta de Mallorca a principios de año y no la cogí hasta meses después”, relata el navarro.

No le costó demasiado a Erviti adaptarse al nuevo y extraño escenario que generó la pandemia del coronavirus y que hizo preso con saña en todo el mundo. “Con la experiencia aprendes a ser más flexible, a resituarte. Sobre todo, se trata de no desequilibrarte. No hace falta llevar todo al milímetro todo. Siempre hay imprevistos y lo que se trata es de saber subsanarlos sin obsesionarte. Hay que tener capacidad de adaptación”, argumenta el navarro, que enfatiza el esfuerzo del ciclismo en su conjunto para resolver un año traumático. “Se ha demostrado que el ciclismo ha hecho bien las cosas en una temporada tan excepcional como esta y eso hay que tenerlo en cuenta. Las tres grandes han llegado al final. Eso es un logro que debemos valorar”, expone el navarro a la conclusión de una campaña frenética que puede tener incidencia en la venidera. “Se ha acabado muy tarde después de una temporada muy concentrada. Tal vez influya también en la de 2021. Está por ver”, analiza el ciclista del Movistar.

Erviti ascendió en 2005 a la azotea del profesionalismo con el Illes Balears, embrión del Movistar y heredero del Banesto. “Miro para atrás y han cambiado muchas cosas desde entonces. En mi caso he conocido el ciclismo que se regía por sensaciones, después vino el pulsómetro y ya llevamos tiempo con el potenciómetro. Todo está mucho más medido”. Las cifras y los datos, la biblia que articulan el ciclismo de potenciómetro, puede generar cierto estrés según Erviti. “Es más exigente mentalmente”, alude el navarro, que en estos años instalado en la élite ha sido testigo de la evolución del ciclismo. “El nivel medio del pelotón ha subido muchísimo y todo se ha igualado. Antes había más diferencia entre los líderes y el resto de corredores. Esa diferencia ahora es menor y entre los líderes, se ha minimizado. Las carreras se deciden por segundos entre bonificaciones y las cronos”, desgrana Erviti. La transformación del ciclismo en este arco temporal también ha tenido impacto en los recorridos, donde las cuestas imposibles se han convertido en parte del paisaje, así como la tendencia a afeitar el kilometraje de las etapas, achicándolas. “Yo soy partidario de las etapas largas y de los puertos clásicos”, subraya el navarro.

Doblete Tour y Vuelta

Instalado siempre en la estructura que comanda Eusebio Unzué, en las palabras de Erviti, vencedor de dos etapas de la Vuelta, no existe ni una onza de nostalgia. Vive el presente, respira el aquí y el ahora. Solo añora el Giro de Italia, una carrera que le encanta y que descubrió en el año de su debut. Ocurre que Erviti solo lo ha disputado una vez porque la corsa rosa colisiona de frente con su almanaque. “Me da pena porque es una carrera que me gusta. La veo por la tele y siento envidia de no poder correrla, pero mi calendario está centrado en el Tour y la Vuelta”. Infatigable, siempre dispuesto a partirse la cara con el viento, Erviti se abonó al doblete de julio y las entretelas de agosto y septiembre.

No todos los organismos pueden resistir esa doble sacudida. “Me recupero bien entre el Tour y la Vuelta. Es un calendario que me gusta y en el que me siento cómodo. Por mis características soy un corredor de grandes vueltas porque me recupero bien día a día”, destaca el navarro, a la espera de que en los próximo días el equipo se reúna y se concrete el calendario de la campaña de 2021. “Espero que sea una temporada normalizada dentro de lo posible”, se anima el ciclista del Movistar. “A mí no me cuesta arrancar. Solo me da pereza el hecho de hacer la maleta. Después, todo se me pasa volando”. El navarro teje las alas de su viaje ciclista con los hilos de la pasión. “La cabeza es el motor de las piernas y para eso necesitas ilusión y ganas”, remata Erviti, el coleccionista de grandes.