una sonrisa deletrea el rostro de Omar Fraile cuando se le agolpan en la memoria las postales de los buenos momentos que se deslizan a través de las caras risueñas de los componentes de la escuela de ciclismo que lleva su nombre. Cuando se le acercan y le cuentan sus aventuras, a Omar Fraile se le enciende el niño que lleva dentro. Es su conexión con la infancia, con ese afán lúdico y con el sentido del juego. “Eso es impagable. Es muy bonito poder ayudar a los pequeños a que se lo pasen bien y disfruten con la bici. Ese es el objetivo. Los más mayores piensan en ganar, pero a mí me llena más los chavales que igual no tienen facultades como otros, pero te cuentan que han podido acabar una carrera y verles esa ilusión por poder hacerlo es muy enriquecedor”, establece el santurtziarra, un profesional consagrado que quiere “devolver de alguna manera lo que recibí yo”. Por eso, Fraile se empeñó en fortalecer el club Mendiz Mendi, donde él creció como ciclista. Su impronta, presencia y popularidad sirvió para incorporar varios patrocinadores cuya aportación ha servido para revitalizar el tronco de un árbol que crece.
La Omar Fraile Eskola cumplirá la segunda campaña izando la bandera de una formación cadete y otra juvenil. El equipo cadete contará con nueve dorsales, mientras que la escuadra juvenil pondrá en la carretera un grupo de cinco chavales con las miras puestas en el campo aficionado. “Tenemos muy buenas relaciones con directores de equipos del campo aficionado. Para nosotros se trata de un paso más adelante de este proyecto, pero aquí no prima el espíritu competitivo. Se trata de que los chavales se diviertan y lo pasen bien con la bici”. Conexión inequívoca e imbatible con la infancia, la bici es el imán de una escuela que cobija a una treintena de alumnos dispuestos a dar pedales los miércoles, en el entreacto del ajetreo semanal. Válvula de escape. Libertad.
Allí acuden uniformados como los profesionales. Ropa de calle y deportiva. “Creo que a los chavales les hace ilusión esa sensación de tener un equipaje como cualquier equipo profesional. Cuidamos eso. Afortunadamente, la implicación de los patrocinadores está resultando muy satisfactoria y varios de ellos quieren elevar la aportación”, dice Fraile. Esa la respuesta al trabajo que se está realizando en la escuela. “Están contentos con lo que ven y se vuelcan”, descubre el santur- tziarra, muy pendiente de las decisiones que se adaptan en una directiva de ocho miembros. Aunque por el desarrollo de su profesión no está “todo lo que quisiera” con los alumnos, Fraile tiene la información directa de sus colaboradores .
“Es un tiempo de asueto de los chavales, para que lo pasen bien. Se reúnen en el polideportivo de Muskiz, donde se desarrollan las gincanas con la bici en el campo de fútbol de cemento”, expone el del Astana, encantado con la experiencia de contribuir a la expansión del ciclismo desde edades tempranas, sin distinciones. Caben todos. Si el tiempo no acompaña, los alumnos acuden a cursos de natación. “Se trata de que estén activos. Si se puede con la bici, mejor que mejor, porque se apuntan a ello, pero si no acompaña el tiempo, la piscina es una buena alternativa para ellos”. En la escuela, los chavales pueden elegir entre la modalidad de mountain bike y la de carretera. Dos ramas del mismo árbol. En cualquier caso, prima la seguridad y las salidas, cuidadas al detalle, se miman. “Les cuidamos todo lo que podemos. Abonan una matrícula al principio del curso, pero nada más. El resto, la ropa, el casco, los desplazamientos a la carreras, corre a cargo de la escuela gracias a la aportación de los patrocinadores”, desgrana Omar. “Ellos saben que el dinero está yendo en la dirección correcta y por eso renuevan su compromiso. Estamos muy agradecidos”, analiza Fraile, feliz por ser un eslabón más en la cadena de transmisión del ciclismo.