KUKULLAAAAGA, ra! El grito salió del corazón del equipo, hecho piña, y retumbó entre las paredes del Palacio Euskalduna. ¿De quién es esa voz? ¡Fuenteovejuna! Es pronunciarla y la palabra equipo obra un prodigio, despierta una de las grandes virtudes del deporte: la convicción de que la suma de fuerzas ofrece un resultado singular: la multiplicación de los beneficios, tanto para los éxitos que quedarán en los anaqueles deportivos como para la salud de la gente que practica deporte con regularidad. Aquel grito de aliento fue toda una declaración de amor a un club, a un deporte, al trabajo en equipo. Fue la exhibición de una de las muchas artes que merodean alrededor del deporte. Se escuchó en la ceremonia de entrega de premios y reconocimientos de la XLI edición de DEIA Kirol Sariak celebrada, como ya está dicho, en el Palacio Euskalduna.

La primera voz que se escuchó fue la del director de DEIA, Juan José Baños, dicho sea con permiso de los conductores del acto: José Manuel Monje y Andrea Abasolo. Suyas fueron las primeras bienvenidas. Juanjo habló, digo, y lo primero que hizo fue acordarse del dueño del balón. ¿Quién? K-Toño Frade, “el hombre de la txapela tixmbera” de cuyo recuerdo hubo testimonio con su mujer, Begoña Picaza, y su hija, Elixabete Frade al frente. Habló también de las once aldeanas que conquistaron el corazón de San Mamés, tan bragado en alegrías y tristezas, de la amistad y la emoción que fluyen por los cauces del deporte; de la película Campeones que ha conmovido a la audiencia, de los deportes de todos los colores. Hechas las salutaciones, rodó el balón, comenzó el ejercicio, voló la esperanza de hacerlo bien y despertó el sueño de que una película presentada en Mendi Films aspire este año a los oscar.

La primera voz en off de la tarde noche fue la de Kerman Lejarraga, quien envió un vídeo de gratitudes “con el alma” desde allá donde esté, preparándose junto a sus sparrings para el próximo campeonato. Omar Fraile evocó la Grand Boucle y la afición vasca y la gente de Murias puso sobre la mesa el sueño que ya habían vivid, con Euskaltel, Igor Anton y Miguel Madariaga años atrás. A Marquitos, santo y seña del Santutxu Fútbol Club, le llamaron el sir Alex Ferguson del fútbol vasco por su larga vida en el club centenario donde Mitxelo Gómez despliega sus artes. “Estamos a vuestro lado” dijo entonces el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto. Y sucedieron las cosas.

La leyenda de los ‘bon vivants’

De repente la tarde noche se repantingó. Llamó la atención la táctica que emplea el surfista Natxo González cuando los presentadores le interpelaron. ¿Qué se siente cuanto te envuelve una de las gigantescas horas de Nazaret (Portugal)?, le preguntaron. “Yo suelo pensar que estoy en el sofá de casa para no perder los nervios”, dijo. Quizás sea ese el secreto, liberarse de la presa de los nervios para ganar en comodidad. Al hilo de su reflexión ha de registrarse la de Koteto Ezkurra, el rey del remonte ( “el rey de los salmones”, chistó una voz por lo bajinis...), recién jubilado. Habló de la velocidad de la pelota y cuando le preguntaron qué hará ahora que ha dejado la competición se descolgó con un “vivir muy bien... ¡Como le he hecho hasta ahora” Se descorchó el champán de las risas. Y así fue trazándose la leyenda del bon vivant en el deporte.

Reloj que marca las horas

El reloj que marca las horas fue avanzando en la tarde noche. Los premios caían como fruta madura del árbol hasta que llegó al fútbol en sus dos géneros, femenino y masculino. “Cierro los ojos y me imagino San Mamés en la Champion’s”, dijo Aitor Elizegi al recordar la última aparición del Athletic femenino en San Mamés, con sus más de 40.000 espectadores. Joseba Agirre comentaba que nisiquiera las jugadoras podían oír sus órdenes, “aunque lo hicieron tan bien que no merecía la pena”. Aritz Aduritz (su aparición fue vitoreada por las jugadoras del Kukullaga...) Raúl García y Markel Susaeta, con 500 partidos a cuestas, sus 23 días completos vistiendo de rojo y blanco, homenajeados por DEIA, fueron los últimos protagonistas, dicho sean con permiso de una barra instalada en el puente de mando del cóctel. Se servían gin-tonics gratis y aquello eran palabras mayores.