Bilbao - Miribilla, el infierno del Bilbao Arena, levantó ayer el telón de un nuevo curso baloncestístico en la Liga Endesa y este hecho, baladí en otras temporadas, tan habitual como que a septiembre le siga octubre en las hojas del calendario, era ayer un hecho noticioso en sí mismo. Después de meses convulsos, de momentos en los que la muerte deportiva parecía un hecho a falta solamente de la firma del acta de defunción, la fiel hinchada vizcaina, harta de dimes y diretes extradeportivos, pudo ayer, por fin, disfrutar con lo que le gusta de verdad: con aquello que acontece en la cancha, con las canastas, asistencias y defensas de sus jugadores. Hubo incluso abrazos entre compañeros de asiento que no se veían desde el pasado 24 de mayo, cuando se le puso candado a la tumultuosa última campaña ante el Rio Natura Monbus, saludos efusivos entre aquellos que comparten cada quince días la procesión hacia el pabellón, algún que otro pa habernos matao a la hora de repasar lo vivido -más bien habría que decir lo sufrido- durante el periodo estival y cuando los colegiados lanzaron el primer balón al aire los hombres de negro colaboraron para que la matinal fuese perfecta y los espectadores abandonasen el pabellón con una sonrisa de oreja a oreja tras un estreno tan ilusionante como autoritario.

Y es que el nuevo Bilbao Basket de Sito Alonso, intenso, dinámico y profundo, dio buena cuenta del Montakit Fuenlabrada mostrando el esbozo de lo que se puede esperar del equipo una vez alcance el rodaje preciso tras una pretemporada más corta de la habitual merced a las circunstancias y recupere a las numerosas piezas que a día de hoy muestran carencias en el apartado físico por sus recientes pasos por el quirófano. El conjunto vizcaino cogió vuelo en el acto inicial con un baloncesto vistoso y compacto mientras las fuerzas permitieron jugar con el acelerador pisado a fondo, sufrió algo más en el segundo acto pero tras el descanso volvió a dispararse en el luminoso para no volver a mirar hacia atrás hasta el 73-54 final ante un rival romo en ataque, muy desatinado desde la línea de tres puntos (dos conversiones de 22 intentos), sin suministro de puntos por parte de su pareja de bases y con sus dos puntales, Panko y Baron, anotando con paupérrimos porcentajes.

La primera puesta en escena de los hombres de negro mostró a un equipo que va acoplándose a los patrones del libro de estilo del nuevo inquilino del banquillo de Miribilla. Siempre es peligroso sacar conclusiones de un partido, pero sobre el parqué se vio a un grupo humano que quiere tener en la defensa y en la efervescencia dos pilares importantes para sujetar su estructura, apostando para lograrlo, por convicción pero también por necesidad, por constantes rotaciones (Borja Mendia recibió su bautismo de fuego ya en el acto inaugural y Dejan Todorovic debutó con el equipo un par de semanas antes de lo previsto para echar una mano en labores defensivas). En ataque se vio a un equipo más imprevisible y con brazos ejecutores más variados que en el anterior ejercicio, a una escuadra que hizo circular el balón con rapidez, que no despreció oportunidades de activar el galope cuando el tanque de la gasolina tuvo alpiste y que tendrá en la constante amenaza triplista otra de sus principales señas de identidad.

Con Axel Hervelle como principal activo -el belga, en un momento físico óptimo, acabó con 17 puntos y 8 rebotes para 28 de valoración- y Quino Colom moviendo al equipo con precisión quirúrgica, el Bilbao Basket respondió a la bandeja inaugural de Baron con un parcial de 14-1 que le dio el control absoluto del encuentro de buenas a primeras. Serio y bien plantado en labores defensivas y muy fluido en ataque (siete de los nueve jugadores activados por Alonso durante los diez primeros minutos del choque, todos salvo Mumbrú y Raúl López, anotaron alguna canasta), los anfitriones llegaron a ganar por 13 puntos antes de cerrar el primer acto con un notable 24-15. Sin embargo, la autopista por la que transitaba el conjunto vizcaino perdió algún carril en el segundo parcial. El Fuenlabrada creció en defensa con la entrada en pista de Papamakarios, el Bilbao Basket se atascó en ataque (diez puntos en otros tantos minutos) y la inspiración puntual de Akindele y Baron hizo que el marcador se comprimiera hasta un inquietante 32-29 antes de que una canasta de Mumbrú enviara el partido al descanso.

Demarraje Pero al regreso de vestuarios el Bilbao Basket no tardó en dejar las cosas en su sitio. Tras un intercambio de golpes para colocar el 37-33, Hervelle y el efervescente pero aún renqueante Latavious Williams lideraron el demarraje definitivo que permitió a los locales recuperar un colchón de dobles dígitos que ya no dejaron escapar hasta el bocinazo final. El 56-42 a falta de los últimos diez minutos hacía presagiar un plácido final y así ocurrió. Entre Andjusic, fallón en el triple pero aportando en otras muchas facetas del juego, el prometedor Marko Todorovic y Mumbrú hicieron que el cuarto final se jugara sobre alfombra roja y que Miribilla acabara la matinal ilusionada y disfrutando del baloncesto. Ya tocaba.