El viento derriba a Pasaban
La guipuzcoana renuncia a la ascensión del shisha pangma por el mal tiempo Se queda anclada en los doce "ochomiles", pero promete seguir con el proyecto de coronar los catorce
bilbao. A 6.200 metros de altura, unas ráfagas de viento hicieron volar la esperanza de Edurne Pasaban. En esa cota, la alpinista guipuzcoana y sus compañeros de expedición se tenían que haber encontrado el pasado domingo un campamento con tres tiendas de campaña y material para pasar la noche. Pero allí no había nada. Ni tiendas de campaña, ni sacos de dormir, ni esterillas, ni ropa, ni comida, ni hornillos, ni gas, ni piolets... Ni rastro de todo el material que previamente se había depositado en la ladera del Shisha Pangma. El fuerte viento se había llevado todo volando. No quedaban ni las cuerdas con las que las tiendas se agarraban a este mundo.
El golpe moral fue tremendo. Edurne llegó algo más rezagada que los primeros compañeros y se encontró un panorama desolador. "Al principio no me creía lo que gritaban mis compañeros, pensaba que era una broma", explica la montañera en su página web. Pero pronto se dio cuenta de que la rabia y la impotencia de sus compañeros era tan cierta como el frío que le helaba la sangre. Tras comunicarse por radio con el campamento base, decidieron volver cuanto antes sobre sus pasos, hacer inventario y volver a planificar la ascensión. El descenso, el regreso al campamento base avanzado fue toda una batalla psicológica. "Es cuando el mundo se me vino encima", confiesa Pasaban. Las lágrimas brotaron a traición de sus ojos y sólo el consuelo y el cariño del resto de montañeros le hicieron ver que los lamentos no servían para nada.
El martes se tomó la decisión de reunirse con el resto del equipo en el campamento base, ya que era imposible reanudar la ascensión sin todo el material que el viento había esparcido por la inmensidad del Himalaya. Pero el panorama no era nada alentador. Hasta el día veinte las predicciones meteorológicas amenazaban con vientos de entre 60 y 80 kilómetros por hora en las alturas. La expedición de Edurne Pasaban tenía, además, un problema añadido, y es que su permiso de escalada espiraba el mismo día veinte, lo cual no les dejaba nada de margen para esperar a que cambiasen las condiciones climáticas con el paso de los días. La única posibilidad que les quedaba para completar con éxito su misión era que el día quince el tiempo cambiase bruscamente a mejor y pudiesen hacer una nueva intentona para alcanzar la cumbre del Shisha Pangma.
Pero ayer se agotaron todas las esperanzas. Se confirmaban los peores presagios: el viento se hacía más fuerte y no iba a dejar que nadie se posase en la cumbre. Edurne Pasaban tuvo que renunciar definitivamente a su asalto al Shisha Pangma y dejarlo para el futuro. En el diario de su página web, que escribe desde el mismo campamento base, no encontraba la palabras necesarias para afirmar que no se podía hacer nada más para alcanzar con un mínimo de garantías la cumbre: "No sé cómo explicarme, me siento mal por no haber conseguido mi objetivo, lejos de todo, lejos de mi casa y de la gente que quiero". Al menos, afirma que le reconforta sentir el apoyo de cientos de aficionados que, por intenet, le animan y mandan mensajes de apoyo desde Euskadi: "He leído los mensajes de gente que no conozco, que tienen sus vidas y sus problemas y me siento egoísta al llorar. Pienso qué grandes son las personas, cómo pueden dar tanto apoyo y cariño a cambio de nada".
Pero el viento, aunque sea generado por los dioses insatisfechos con la ofrenda realizada antes de iniciar la ascensión, no será quien ponga fin al gran proyecto de Edurne Pasaban. La montañera, en el mismo comunicado de su web, asegura que continuará con el sueño de ascender a los catorce ochomiles. Un proyecto que ella asegura debérselo a sus incondicionales: "Es un proyecto tan vuestro como mío. Continuaré con mi ilusión y vuestro apoyo".