Txuma Murugarren: “Estamos vulnerables pero seguimos vivos”
El músico euskaldun edita ‘Hemen beharko luke’, disco que presenta este jueves 23 en el Kafe Antzokia de Bilbao
Fiel a sí mismo, asido al carácter poético de sus letras y a una fusión estilística cada vez más anclada en el presente digital de este mundo distópico, regresa Txuma Murugarren en su disco actual, Hemen beharko luke (Gaztelupeko Hotsak), que este jueves 23 de octubre presenta en directo en el Kafe Antzokia de Bilbao, a las 20.15 horas (12 euros), en Kutxa Beltza, antes del recital estrella de la velada, que protagonizarán Niña Coyote eta Chico Tornado. “Estamos vulnerables pero seguimos vivos”, defiende Murugarrren.
Se equivocan desde su sello, Gaztelupeko Hotsak, cuando asegura que Txuma “no necesita grandes presentaciones” en la nota promocional del último disco de cantante y compositor guipuzcoano asentado y formado musicalmente en Bizkaia. Se equivocan porque su legado, hasta la fecha y lamentablemente, es pasto solo de oídos avezados y arriesgados, y se lleva mostrando en conflicto con los gustos y necesidades de gran público durante tres décadas.
Músico inquieto en lo estilístico, poético en sus letras y de característica voz rota, Txuma llevaba alejado del mercado discográfico y sin publicar canciones propias desde 2016 aunque en este largo interludio publicara Gautegia, un muy destacable álbum en homenaje a Nick Cave cantado en euskera. Él se autocalifica como “clase media musical” vasca, esa a la que se ven abocados quienes afrontan su arte como una afición mientras comen de otros trabajos más estables.
Autor también del libro Larrialdietako irteera, Murugarren es un espíritu inquieto, un músico que gusta de arropar sus personales canciones con arreglos de afluentes dispares, desde el pop–rock de su grupo de los 90, Sasoi Ilunak, a su etapa en solitario, que fluctúa entre lo electro–acústico, los guiños electrónicos y hasta el cabaret y los ritmos gitanos en su álbum Marjinaldia.
Francotirador que se ha codeado con Rafa Rueda, Petti y Angel Unzu, y mostrado su pasión por autores como Lauxeta, Lou Reed, Cave y Serge Gaingsbourg, Txuma acaba de publicar Hemen beharko luke, en el que reivindica que “debe ser aquí, no en otro lugar, el sitio donde reposen juntos los sueños alcanzados y las derrotas”. El pasado, lo vivido y los anhelos futuros, entremezclados con las sombras de los sueños rotos y las pequeñas victorias cotidianas, conviven, a ritmo de una fusión estilística definitoria de su autoría, en sus actuales siete canciones.
La vida, dura y mágica
“El pequeño fraude de la vida. Ese espejismo que nos pone delante. Aquello que antaño creíamos tocar con la punta del dedo. Todo el tiempo que hemos invertido en perseguir aquello que siempre parecía estar a punto de madurar. Pero, ahora que ya tenía que estar aquí, nos damos cuenta de que no ha madurado ni llegará nunca. Cada uno tendrá su propio objetivo en esa espera tan larga como estéril”, explica Txuma sobre su repertorio actual.
“Pero no debemos pensar que todas las ilusiones se han acabado para nosotros. El mensaje es que aún estamos vivos, vulnerables pero vivos y que no es el momento de tirar la toalla. La vida es escurridiza, a veces tacaña, pero al mismo tiempo nos ofrece una belleza extraordinaria”. Esa es la moraleja que nos deja la escucha de Hemen beharko luke, un álbum grabado en Mutriku en varias sesiones y producido por el propio Txuma Murugarren junto a Miguel Ramírez y Ekaitz Hernández.
El disco, en el que Txuma ha vuelto a contar con la colaboración de sus habituales Rafa Aceves en el piano y Natxo Beltrán en la batería, presenta una colisión estilística de estilos que se escoran, cada vez más, hacia la electrónica. Ez naiz, con guiños desde su título a Lete, Laboa y Ordorika, sobresale como icono de ese eclecticismo que recibe el empuje de las guitarras eléctricas, la inmediatez pop melódica y el sustrato y cobertura de los circuitos.
El álbum, que tiene el pero de que no llega a la media hora de duración, ofrece también el minimalismo de texto apocalíptico de Den amildu (todo se hunde); el tono calmo de la nostálgica Berantetsia; los guiños electrónicos de la afrancesada Lizar bat; la crónica oscura y afilada de Ez eman amore o la balada sintética Lagunak joan, en la que sobresale la aportación de la trompeta de Juan de Diego.