Vilipendiado durante décadas y situado en el furgón de cola de la discografía de The Rolling Stones, es hora de reivindicar el contenido de Black and Blue (Universal), un álbum de transición que confirmó la marcha del guitarrista Mick Taylor y dejó la puerta abierta a Ron Wood, todavía hoy miembro oficial de la banda. Su 50º aniversario sirve para relanzar el disco, ecléctico y fluctuante entre el r&b, el funk, el reggae y baladas míticas como Memory Hotel con algún inédito, jam sessions curiosas y un concierto en directo.
Algunos críticos ha considerado Black and Blue como el peor disco de los Stones, dejando de lado y por encima álbumes más cuestionables como The Satanic Majesties Request, Emotional Rescue, Dirty Work, Steel Wheels o Undercover, por no entrar en su senda artística más reciente. Situado entre dos magníficos trabajos, el previo It’s Only Rock’n’Roll (1971) y el posterior Some Girls (1978), el que nos ocupa fue resultado de una época convulsa, de transición y marcada por la marcha de la formación de Mick Taylor, quien sustituyó a Brian Jones y cuya guitarra quedó para la historia en el álbum Exile on Main St.
“Taylor nos dejó en la estacada y nunca fue capaz de explicar por qué se fue. Creo que ni él mismo lo sabe”, explicaba en su libro Vida Keith Richards, que en aquella época vivía los monos más terribles de su carrera. Keith ya había colaborado con Wood en el disco en solitario del guitarrista de The Faces, una banda que “estaba hecha jirones”, así que aprovechó el momento para incorporarse a los Stones y adelantar por la derecha a otros ilustres postulantes como Harvey Mandel, Wayne Perkins, Jeff Beck y Robert A. Johnson, algunos de los cuales participaron en las sesiones de grabación.
Gran y entusiasta guitarrista “Ronnie apareció el último y la decisión fue un poco al azar. Se quedó porque, más que por la forma de tocar, es porque era inglés”, según Keith, que reconoce “el entusiasmo y la capacidad de llevarse bien con todo el mundo” de Wood y su maestría a las seis cuerdas. “Es un todoterreno capaz de tocar un montón de cosas de estilos diferentes”, prosigue. “Además, comparte mi gusto por el antiguo arte de entretejer el sonido”, asegura sobre esas guitarras entrecruzadas marca de la casa que se reparten los solos y la cadencia rítmica sin envidia alguna. Además, Wood lo hacía todo al límite, alcohol y drogas incluidas.
Al final, se quedó, pero solo aparece en tres temas de Black and Blue aunque fuera el alma de Hey Negrita. Incluso tardó muchos años en anunciarse su introducción como miembro oficial junto a Mick Jagger, Richards, Charlie Watts y Bill Wyman.
El álbum se abre con el funk minimal y negroide de Hot Stuff, repetitiva y, por ello, perfecta para dejarse llevar bailando con su mensaje de amor a la música, la que nos “hace olvidar todos los problemas”. Hasta el cierre con el ortodoxo r&b de guitarras crujientes Crazy Mama, nos propone un viaje ecléctico que entronca con el sonido estándar de la banda en Hand on Fate, con su historia fatalista de celos y un asesino que queda “en manos del destino”; se pasea remolón con el reggae de Cherry Oh Baby, en la que destaca el magnífico trabajo de la sección rítmica, o mezcla funk, reggae y r&b en la mestiza Hey Negrita, una historia de empoderamiento femenino.
Baladas gloriosas
El álbum, denostado por la crítica aunque fue n.º 1 en USA durante un mes y 2 en Gran Bretaña, se caracteriza por el uso continuado del falsete de Jagger y suma también el corte mestizo de r&b, soul y jazz de Melody, cuyo arquitecto fue Billy Preston. Ni su nombre ni su fluido y convincente teclado aparecieron acreditados en el disco, lo que le hizo romper sus colaboraciones con el grupo tras la gira posterior que la banda realizó en 1976.
Y el círculo lo completan dos baladas majestuosas: Fool to Cry, historia soul–country en la que Jagger parece inspirarse en la maestría vocal de los falsetes de Aaron Neville y que es histórica porque se cuenta que Keith se durmió en un directo mientras la tocaba la banda; y nada menos que Memory Hotel, una balada majestuosa pero minusvalorada, a la altura de Wild Horses, un tema que narra un amor fugaz en un hotel en tiempos de gira y famoso también porque Keith comparte micrófono con Jagger en varias estrofas, no solo coros.
Un lujo
El 50º aniversario del álbum se celebra con una caja lujosa con nueva mezclas, grabaciones de estudio inéditas, un concierto y rarezas varias.
Al frente, un destacable I Love Ladies, de guitarra infecciosa y vocales lúbricos que parecen acercar a la banda a la puerta de la discoteca en la que se desfogaron poco después con Miss You. Además, aparece una magnífica versión disco funk de Shame, Shame, Shame, el tema de Shirley & Company.
La guinda la ponen los múltiples ejemplos de las jam sessions que organizaban, en clave r&b, funk y rockera a lo Chuck Berry, el héroe de Keith, según el día, y dos discos en vivo grabados en la gira de 1976, en el Earls Court de Londres, con el apoyo de Ian Stewart, Billy Preston y Ollie Brown, todos ellos colaboradores del álbum.
Todo en cuatro compactos y cinco vinilos con tapa dura, un ensayo de Paul Sexton, fotos exclusivas de las sesiones del álbum y la gira, y una réplica del póster del concierto de París de ese año. En total, tres horas para reivindicar un disco que es más que recomendable.