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Kylie Minogue, diva ‘bailona’ y sofisticada en el Bilbao BBK Live

La australiana montó anoche una discoteca al aire libre en Kobetamendi repleta de ‘hits’ ante un público entregado

En imágenes: tercera y última jornada del Bilbao BBK LiveBorja Guerrero/ Oskar González

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Ayer, en la tercera y última jornada del Bilbao BBK Live 2025 no hubo discusión alguna. La mayoría de las casi 40.000 personas que acudieron al festival lo hicieron ante la llamada del único concierto estatal que la australiana, cabeza de cartel indiscutible de la edición de este año, ofrecía en el Estado. Pionera y con una legión de éxitos pop y disco incontestables amasados en más de tres décadas de carrera, Kylie convirtió Kobetamendi en una discoteca retro de los 90 al son de hits como Can´t Get You Out of My Head, Love at the First Sight o el reciente Padam Padam. Todos ellos coreados por un público entregado.

Kylie, a sus 57 años y en plena forma física, es ya una estrella de leyenda. Puede que su voz no sea un prodigio, que tampoco sea una bailarina flexible y que apenas pase dos centímetros del metro y medio, pero su proyección popular es muy grande tras más de 30 años de carrera y más de 80 millones de discos vendidos.

Ni siquiera se la puede tildar de salvaje ni poderosa, como la de esa reciente y controvertida canción eurovisiva, pero nadie duda del carácter de diva de Minogue.

Kylie es otro tipo de diva, más bien elegante, sofisticada y glamurosa… además de pionera. Antes de que las divas del pop de los 2000, de Beyoncé a Rihanna, Taylor Swift o Dua Lipa, se mecieran en conciertos donde el espectáculo, la luminotecnia y las coreografías bailables importaran tanto o más que la música, ya estaba la australiana impartiendo clase sobre los escenarios junto a otra precursora y reina como Madonna.

En un tiempo hiperbólico en el que cotizan al alza los números, la fantasía y la espectacularidad, ella es una de las reinas del pop y lo demostró a partir de las 22.30 horas. Abrazado a la caída de la luz, el espectáculo de Kylie no pudo empezar mejor. Lo hizo con un guiño a la mítica claqueta cinematográfica y al ritmo de Lights Camera Action. Y nada de progresiones, arrancó en lo alto, entre una tempestad de haces de luces aunque se ahorró, como en otros bolos de la gira, bajar desde las alturas sentada sobre un trapecio y con la larga cola del vestido cayendo varios metros.

Escenario minimalista

Embutida en un vestido ceñido de sky morado de cristales abierto en las piernas, abrió la puerta de la disco y ya no la cerró hasta pasada hora y media después. Los primeros “ooohh” llegaron con Get Outta My Way, con las grandes pantallas activas y acercando la imagen sexy de la diva, que evolucionó sobre un escenario abierto y desnudo, de marcado minimalismo, con sus cuatro músicos elevados en los dos extremos, dejando el campo abierto a la cantante y al cuerpo de baile, activo e incansable durante todo el recital y con más vestuario que la Piquer.

Sin la entrega física y bailable de Madonna ni partícipe de las coreografías de sus ocho bailarines, que sacaron juego a unos tramos de escaleras y lo mismo aparecían con sombreros que muñecos multicolores, Kylie, siempre bien cubierta vocalmente por tres coristas, calentó a la audiencia con todo un corolario de gemas pop de raíz bailable como Spinning Around. Incluso se permitió el lujo de no bajar el ritmo con baladas habituales como Come into My World y Good As Gone.

En imágenes: tercera y última jornada del Bilbao BBK Live

Tras ofrecer un tributo a Pandora con su versión del On a Night Like This, ya pasada por el camerino y con un buzo rojo refulgente, siguió animando al baile con el ritmo exótico y disco de Better The Devil You Know y el baile de Shocked, con recitado rap incluido, antes de su primer eskerrik asko y cantar I Wanna Go on Dancing como pasó previo al rescate de su primer y adolescente éxito, su versión bubblegum de The Loco–Motion, el clásico de Carole King, con la pantalla ardiendo en figuras coloristas de pequeñas Kylies más estilizadas aún y entre una explosión de humo.

Una disco en llamas

Ya con la disco ardiendo y su público caliente y sudoroso, buceó en su fondo de armario y desgranó toda una batería pop de éxitos incontestables como Hold On To Now, con participación estelar de las coristas. Dominadora del ritmo del espectáculo, supo combinar el guiño semi acústico al cantar Say Something, al principio solo con guitarra acústica, con el ritmo intenso de un meddley disco en el que agrupó las canciones Supernova, Real Groove, Magic y Where The Dj goes? entre palmas y las evoluciones del cuerpo de baile y con Kobetamendi convertido en Studio 54.

Ataviada con un elegante vestido de noche negro, encaró el tramo final con la sinfónica balada Confide in Me y la sintética Slow, y se saltó la esperada –al menos por mí– la preciosa, lúgubre y compartida con su expareja Nick Cave Where the Wild Roses Grow. Cumplió las expectativas con un arreón final en minifalda y brigi brigi en el que unió pelotazos recientes como Tension y pasados como Can´t Get You Out of My Head, en la que el público coreó los “lalalas” del estribillo antes de la despedida con All The Lovers.

En el bis creó una tormenta rítmica y bailable con uno de sus últimos éxitos, Padam Padam, ya vestida con minifalda, y Love at First Sight.

La diva bailona y sofisticada reinó en Kobetamendi cumpliendo todos los pronósticos.

En imágenes: tercera y última jornada del Bilbao BBK Live

Teloneros de lujo

Antes, calentó la disco el sexteto parisino L’Impératrice, que ha conquistado la escena alternativa internacional con su irresistible combinación de funk, eurodisco y pop moderno que no renuncia a la electrónica, siempre con ese french touch tan elegante y sofisticado. Resultaron un buen aperitivo de Kylie, como se comprobó desde que dieron foco a su último disco, Pulsar, con temas como la funky y retro Amour Ex Machine. Entre instrumentales y los temas cantados, su vocalista femenina, Flore Benguigui, a golpe de cadera, demostró don de lenguas –francés, inglés y hasta italiano y castellano– y meció a la audiencia con temas como Danza Marilu y Agitations tropicales, entre bases marcadas, bajos palpitantes y guitarras sinuosas émulas de Chic, sintetizadores sinfónicos a lo Jean Michel Jarre y un contexto retrofuturista compartido con Daft Punk, como demostraron al final de la cita, antes del subidón final de Entropia.

Los ‘marcianos’

Antes, del repertorio indie, pop, punk, irónico, salvaje y divertido de Carolina Durante, más habituales en escenarios vascos, apenas vimos el inicio de su repertorio. Ya con Joderse la vida y el punkarra Aaaaaa#$!& arrebataron a su público con esas canciones generacionales para veinteañeros que están a punto de dejar de serlo y portan un agujero existencial del calibre del Gran Cañón del Colorado. Y como una de sus últimas canciones nos invita a elegir nuestra propia aventura, optamos por ver a Sparks, el dúo de los hermanos Mael en el pequeño escenario patrocinado por Repsol. Con el refuerzo de cuatro músicos, con Ron y su bigotito entre Hitler y Chaplin asentado en un extremo del escenario con su teclado, y Russell, el vocalista de la voz excéntrica, dominador del falsete y con una garganta maleable y heterodoxa, ofrecieron lo que se espera de un grupo inclasificable, tan exitoso y admirado entre sus colegas de profesión como desconocido por el gran público tras más de medio siglo de carrera.

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Locos o no, Sparks entregaron un magnífico retrato de un repertorio tan inasible como el agua desde que sonó So May We Start. Dejaron claro la particularidad de su sonido desde Do Things My Own Way, de su último disco, del que rescataron también Running Up a Tab at The Hotel for The Fab o Drowned in a Sea of Tears, que combinaron con un recuerdo a Giorgio Moroder en Beat The Clock y éxitos para un público ilustrado como When Do I get to sing My Way, con sus guiños a Pet Shop Boy, y This Town Ain´t Big Enough for Both.

Sonaron entre el vodevil, la comedia musical, el rock, el glam, la ópera, la electrónica… Y el escaso público, acabó bailando entre la sorpresa arrebatada y la boca abierta.